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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro Un corazón en el desierto: Encuentra ríos de agua viva en medio de la sequía espiritual (Grupo Nelson, 2021), por Patricia Namnún.

Seis días antes de la Pascua en la que Jesús enfrentaría la cruz, Él fue a Betania donde estaba Lázaro, aquel a quien había resucitado. Lo recibieron con alegría y le hicieron una cena (Jn 12). Marta, la hermana de Lázaro, le servía, y Lázaro estaba sentado a la mesa con Jesús. Mientras ellos cenaban y conversaban, fueron testigos de un suceso que jamás olvidarían.

María, la hermana de Marta, tomó un frasco de alabastro con un perfume de nardo puro muy caro, rompió el frasco, derramó su contenido valioso sobre los pies de Jesús y los secó con sus cabellos, entonces «la casa se llenó con la fragancia del perfume» (Jn 12:3). ¡Qué momento tan increíble! Esta mujer, a quien le encantaba sentarse a los pies de Jesús (Lc 10:39), de manera inesperada se acercó a su Señor y derramó el perfume sobre sus pies. Luego, con un corazón lleno de devoción y humildad, limpió sus pies con su cabello.

En medio de un momento como este, la objeción no se hizo esperar. Judas Iscariote, quien administraba los recursos financieros entre los apóstoles y que pronto entregaría a Jesús, muestra su inconformidad ante esta muestra de devoción señalándola como un desperdicio, porque en vez de haber derramado este perfume sobre Jesús se pudo haber vendido y dado el dinero a los pobres.

El Señor siempre está viendo la intención de nuestro corazón, y las intenciones o acciones que fluyen de un corazón de amor hacia Él son de su agrado

No obstante, el mismo pasaje se encarga de revelarnos la intención del corazón de Judas, la cual Jesús conocía muy bien. Aunque sus palabras pudieran aparentar cierta «piedad», su corazón estaba muy lejos de la supuesta intención de sus palabras. En Judas no había una preocupación real por los pobres, sino que el pasaje nos deja ver que era un ladrón que podría haber robado parte de ese dinero. En medio de esta objeción, la cual Marcos señala que otros de los invitados secundaron indignados (Mr 14:4), Jesús salió en defensa de esta mujer y les dijo a los demás que ella había hecho una buena obra a su favor (Mr 14:6). Me encanta cómo una versión en inglés de la Biblia, la English Standard Version, presenta esta respuesta de Jesús, quien declara que ella había hecho «algo hermoso» por Él. Podría señalar algunas razones por las que Jesús lo expresó de esa manera.

1) Jesús estaba consciente del amor que la motivó

El Señor siempre está viendo la intención de nuestro corazón (1 S 16:7), y las intenciones o acciones que fluyen de un corazón de amor hacia Él son de su agrado. Por el contrario, aquellas cosas hechas con un corazón sin amor, por más buenas que aparenten ser, resultan inútiles. El hermoso regalo de María provino de un hermoso corazón agradecido que conocía bien a Jesús.

2) Ella respondió al impulso del Espíritu Santo

Juan Calvino dijo: «Ella fue guiada por el soplo del Espíritu para que con segura confianza cumpliera con su deber hacia Cristo». El Espíritu Santo la llevó a actuar así por razones que solo conocería en la eternidad, y una de las más importantes era ser un ejemplo para la iglesia universal. Lamentablemente, muchas veces nos encontramos en situaciones en las que somos motivadas a hacer algo bueno y terminamos sin hacerlo, cediendo ante las muchas supuestas responsabilidades que podemos tener o simplemente al qué dirán. María fue movida por el Espíritu Santo y decidió responder de manera inmediata y obediente.

3) Su acto de adoración fue completo

María no era una persona con grandes recursos o bienes, pero esos minutos de adoración le costaron el equivalente a una cantidad de dinero entre 25,000 y 30,000 dólares en nuestros tiempos. Ella dio lo que tenía sin reserva como un acto de adoración. Un sacrificio completo es la única respuesta adecuada para aquel que ha sido redimido por Jesucristo, quien realizó el mayor de los sacrificios (Fil 2:5-11).

Un sacrificio completo es la única respuesta adecuada para aquel que ha sido redimido por Jesucristo, quien realizó el mayor de los sacrificios

El apóstol Pablo nos llama a presentar nuestros cuerpos como un sacrificio vivo y santo que sea agradable a Dios, ya que esto es lo que se espera de nosotras (Ro 12:1-2). Frente a esta verdad, debemos examinar nuestras vidas y preguntarnos: «¿Mi devoción a Cristo me está costando algo? ¿Hay algo de lo que me esté absteniendo para servirle?». María hizo todo lo que pudo hacer, ¿qué estamos haciendo nosotras?

4) No andaba buscando agradar a otros

El acto de María muestra un corazón que no estaba buscando agradar a los demás, sino al Único presente que era digno de ser agradado. Su expresión de devoción extrema no se vio limitada por lo que los demás pudieran pensar o los comentarios que fuera a generar (que de hecho los hubo). Tampoco fue una muestra de pretensión para aparentar delante de los demás. El corazón de esta mujer no fue dominado por el temor a otras personas, sino por la majestuosidad del Dios hecho hombre que estaba delante de ella.

Nuestro Señor quiere que tengamos un corazón con una total disposición a seguir el mover del Espíritu. Desea que nuestra devoción sea informada por un profundo entendimiento de quién Él es.

La historia de esta mujer nos muestra lo digno y exaltado de nuestro Salvador. Nadie más en esa cena ni en cualquier otro lugar del mundo era digno de tal expresión de adoración. Nadie más en ese lugar podía generar esa clase de amor, nadie más era merecedor de que ella diera algo de tan alto costo, porque ese Único digno luego daría su vida completa por amor a indignos como María, y como tú y yo.

Cuando caminamos con Él, lo reconocemos, lo seguimos y nos acercamos en amor, el desierto espiritual desaparece y entramos a un valle, en donde el buen pastor tiene cuidado de nosotras.

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