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Nota del editor: 

El pastor John Piper recibe preguntas de algunos de sus oyentes de su programa: Ask Pastor John. A continuación está su respuesta a una de esas preguntas.

¿De qué manera obra Dios en nuestros días menos productivos, cuando sentimos que no hemos logrado nada y que nos hemos quedado cortos en nuestros planes y expectativas? La verdad es que esos son días frustrantes para nosotros; pero por fortuna, no están fuera del poder soberano de Dios. Y eso es lo que nos lleva a la pregunta de hoy, acerca de cómo luce en realidad la efectividad. Es una excelente pregunta hecha por Melinda.

“Hola Pastor John. En el pasado usted dijo esta frase: ‘Las prioridades que en esta vida Dios considera efectivas no son las mismas que las nuestras’. ¿Podría elaborar un poco más? Me cuesta mucho administrar bien mi tiempo. Soy una madre tratando de balancear la educación de los niños en la casa, sus necesidades y actividades, el ministerio, las responsabilidades del hogar… y dormir. Me siento abrumada con la necesidad de ser eficiente cada minuto, a pesar de saber que eso no es natural en mí. ¿Cómo debería lucir la eficacia en la tan ajetreada vida cristiana?”.

Explicaré lo que quiero decir con que “las prioridades que en esta vida Dios considera efectivas no son las mismas que las nuestras”. Pero de entrada, permítanme decir primero que la razón por la que deseo comunicar esto, no es para que las personas traten de lograr hacer más, sino para que lo que hagan sea hecho con el espíritu correcto. Eso precede a todo lo demás que tengo que decir.

Tus prioridades

Ahora, ¿a qué me refiero al decir que las prioridades que en esta vida Dios considera eficaces, no son las mismas que las nuestras? Significa que mi prioridad hoy pudiera ser que planeo ir al banco entre las 10 y 11 de la mañana para sacar dinero en efectivo y estar de regreso a tiempo para pagarle al chico que corta el césped en mi casa, mientras mi vecina cuida mis niños de dos y cuatro años respectivamente. Ese es el plan.

Te sientes bien, que trabajas eficientemente. Te sientes bien porque lo planeaste. Procuraste que la vecina estuviera disponible, que el chico pudiera ir a cortar el césped, y que tú pudieras ir al banco y regresar a tiempo antes de que ambos hicieran otros compromisos.

Esas son tus prioridades, y cuentas con un plan eficaz: que corte el césped, que te cuiden a los niños, hacer un viaje al banco, pagarle al chico, y todo estará listo para el próximo compromiso. ¡Victoria! ¡Eficiencia! A eso me refiero cuando digo “nuestra eficacia”.

Las prioridades de Dios

Sin embargo, digamos que en este caso Dios tiene un conjunto de prioridades totalmente diferentes.

Tu vecina tenía programado estar en una oficina de bienes raíces a las 11:30 a.m. para juntarse con su esposo y hacer el cierre de una nueva casa, la cual tiene un defecto en el fundamento sin que ellos lo sepan. El adolescente planeaba usar el dinero para juntarlo con el de otros muchachos y comprar drogas, las cuales no deberían consumir. Tú te encontraste con el tráfico parado por causa de un vehículo volcado (lo cual tiene otra historia detrás). Estuviste presa en la autopista por una hora, ni siquiera llegaste a ir al banco.

Te apresuras a casa lo más rápido que puedes, pero llegas una hora tarde. No tienes dinero para pagarle al chico, y tu vecina perdió su cita. Estás frustrada y a punto de que se te salgan las lágrimas.

Tu eficiencia resultó completamente inútil para cumplir tus prioridades. Tú fallaste, pero las prioridades de Dios se llevaron a cabo con éxito total. Él quería impedir que ese chico comprara drogas, quería evitar que el vecino comprara una casa mal hecha, y quería hacer crecer tu fe, en su suprema sabiduría y soberanía.

Eso es lo que quiero decir con que “las prioridades que en esta vida Dios considera eficaces, no son las mismas que las nuestras”.

El lento viaje de José

En mi opinión, esto no sucede solo de vez en cuando; sucede todo el tiempo. Cuando leemos la Biblia, en cada uno de los libros de la historia de Dios, lo vemos a Él haciendo cosas no de la forma que los seres humanos lo harían, o como a ellos les gustaría hacerlas. Dios casi nunca toma la ruta más corta entre el punto A y el punto B.

Dios no te evalúa con base en la cantidad de cosas que logras hacer.

La razón es que esa eficacia, la rápida y sin rodeos, no es la forma que Dios opera. Su propósito es santificar al viajero, no hacerlo avanzar del punto A al punto B. Frustrar la eficacia humana es uno de los medios principales (y digo principales, no secundarios) de la gracia santificadora de Dios.

La historia de José en Génesis 37-50 es uno de los ejemplos más claros, ¿cierto? José es odiado por sus hermanos y lo arrojan a un pozo, luego es vendido como esclavo, subastado a Potifar, acusado de acoso sexual, encarcelado, olvidado por el mayordomo del faraón, y finalmente, ¿diecisiete años después?, nombrado vicepresidente de Egipto para que pudiera salvar a su familia del hambre.

La moraleja de la historia la encontramos en Génesis 50:20. José les dijo a sus hermanos: “Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios lo cambió en bien para que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida de mucha gente”. Dios tenía una agenda, tenía un plan. Dios lo cambió en bien.

Es como si José hubiera dicho: “Ustedes, bandidos, fueron el ‘embotellamiento’ que por diecisiete años me impidió llegar al banco. Pero Dios me estaba posicionando para ser el salvador de mi pueblo, y Él no tenía prisa. Yo estaba siendo probado. ¿Confiaba en Él con lo que aparentaba ser una ineficiencia sin sentido? Pero no, no era una ineficiencia sin sentido”.

El propósito de Dios es santificar al viajero, no hacerlo avanzar del punto A al punto B.

El cambio de planes de Pablo

Cuando Pablo trataba ir a España, pensó en una idea. Organizó un tremendo plan. Básicamente dijo: “Iré a Jerusalén y entregaré el dinero. Luego, tomaré un bote y me iré a Roma, donde trataré de conseguir apoyo. Y los últimos años de mi vida los pasaré en España”. ¡Un excelente plan! Pero cuando llegó a Roma, terminó en la cárcel. Y ¿que dijo él?

En Filipenses 1:12-13 leemos: “Quiero que sepan, hermanos, que las circunstancias en que me he visto, han redundado en un mayor progreso del evangelio, de tal manera que mis prisiones, por la causa de Cristo se han hecho notorias en toda la guardia pretoriana y a todos los demás”.

Sus prioridades eficaces para llegar a España se hicieron añicos, pero los propósitos de Dios para evangelizar a la guardia imperial en Roma se mantuvieron de acuerdo a lo soberanamente planeado.

Un plan diario

Esta es la implicación para Melinda.

Por supuesto, elabora tu lista de las cosas que tienes que hacer cada día. Sí, hazlo lo mejor que puedas. Pon prioridades en la lista, haz primero lo primero, organiza tu plan, y haz tu mejor esfuerzo. Adelante, lee un libro sobre el tema, si deseas.

Luego, camina en la paz y libertad de que cuando tus planes se rompan en las rocas de la realidad, lo cual ocurrirá en la mayoría de los días, recuerda que Dios no te está midiendo por tus logros. Tu estás siendo evaluada por tu confianza en la bondad, sabiduría, y soberanía de Dios, quien está obrando en medio del caos y la ineficacia para su gloria y el bien de todos los involucrados, aun cuando no puedas concebir cómo.

Dios no te está midiendo por tus logros. Tu estás siendo evaluada por tu confianza en la bondad, sabiduría y soberanía de Dios


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Andreína López.
Imagen: Lightstock.
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