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A menudo escuchamos que aquellos que no afirman el feminismo moderno son “anti-mujer”. Los cristianos no son la excepción. A veces somos etiquetados con este epíteto, y una vez que la etiqueta está puesta, nos definen como vendidas (las mujeres) o como cavernícolas (los hombres).

A la luz de este reclamo, es notable considerar cómo el autor y perfeccionador de nuestra fe, Jesús, interactuó con mujeres de su época. No exagero cuando digo que el acercamiento de Jesús a las mujeres era nada menos que revolucionario. Afirmar la verdadera complementariedad diseñada por Dios casi siempre ha desafiado el estatus quo.

Un ministerio revolucionario

Desde un transfondo cultural que reducía al mínimo la dignidad de las mujeres e incluso las despersonalizaba, Jesús afirmó valientemente su valor y con mucho gusto se benefició del ministerio vital de las mujeres. Él hizo la práctica inusual de hablar libremente a las mujeres y en público (Juan 4:27; 8:10-11; Lucas 7:12-13). También ministró con frecuencia a las necesidades de mujeres afligidas, como la suegra de Pedro (Marcos 1:30-31), la mujer encorvada por 18 años (Lucas 13:10-17), la mujer con flujo de sangre (Mateo 9:20-22), y la mujer Sirofenicia (Marcos 7:24-30).

Jesús no solo le ministró a las mujeres, también permitió que las mujeres le ministraran. Las mujeres ungían a Jesús y Él con gusto recibía su servicio (Mateo 26:6–13, Lucas 7:36–50). Algunas mujeres ayudaron financieramente el ministerio de Jesús (Lucas 8:2-3), mientras que otras ofrecieron hospitalidad (Lucas 10:40; Juan 12:2). Un sinnúmero de mujeres como María Magdalena, Juana, Susana, María la madre de Santiago y José, Salomé, María y Marta, se mencionan por su nombre en los Evangelios, indicando su lugar importante en el ministerio de Jesús. Muchas mujeres se encontraban entre el grupo de discípulos de Jesús. Y quizás lo más importante, las mujeres fueron las primeras testigos de la resurrección (Mateo 28:5-8; Marcos 16:1-8; Lucas 24:2-9; Juan 20:1-2).

Trato tierno

Subyacente al ministerio de Jesús estaba la suposición radical de que las mujeres tienen un enorme valor y propósito. El ejemplo más claro es su madre María, quien fue llamada muy favorecida en Lucas 1:28. Por otra parte, Jesús usó algunas mujeres como ilustraciones en su enseñanza, mencionando la reina del Sur (Mateo 12:42), la viuda de Sarepta (Lucas 4:26), las mujeres en la segunda venida (Mateo 24:41), y la mujer en busca de su moneda perdida (Lucas 15:8-10). Él puso a la viuda persistente como un ejemplo de espíritu de oración (Lucas 18:1-5), y la ofrenda de la viuda pobre como uno de generosidad (Lucas 21:1-4).

Jesús se dirigió a las mujeres con ternura como “hijas de Abraham”, colocándolas en el mismo plano espiritual que los hombres (Lucas 13:16). Su enseñanza sobre el divorcio trataba a las mujeres como personas, no una mera propiedad (Mateo 5:32; 19:9), y su instrucción acerca de la lujuria protegía a las mujeres de ser tratadas como poco más que objetos sexuales (Mateo 5:28). Y en un tiempo donde el aprendizaje femenino era visto como algo sospechoso, Jesús enfatizó enseñar a las mujeres en numerosas ocasiones (Lucas 10: 38-42; 23: 27-31; Juan 11: 20ss).

Complementarianismo consistente

El tratamiento revolucionario de Jesús a las mujeres fue, sin embargo, consistente con el diseño original de Dios para la distinción de roles. El ejemplo más obvio fue su selección de un liderazgo apostólico enteramente masculino. Estoy de acuerdo que el hecho de que Jesús escogió solo a los hombres para ser apóstoles no es prueba concluyente de que él era “complementarianista”, pero sí indica que su actitud revolucionaria hacia las mujeres no llegó a su inclusión en todas las formas de liderazgo.

Y no basta decir que Jesús simplemente estaba de acuerdo con las costumbres sociales de la época. Él no tuvo problemas en romper tabúes sociales, por lo cual se mezclaba con colectores de impuestos, comió sin lavarse las manos, redefinió el Sábado, reinterpretó el Templo, condenó a los fariseos, e incluso honró a la mujeres. El hecho es que mientras anuló algunas interpretaciones judías (por ejemplo, el divorcio, la lujuria, la retribución, etc.), Jesús nunca rechazó la enseñanza bíblica del Antiguo Testamento (Mateo 5:17). Jesús honró a las mujeres de una manera contracultural sin rechazar todo lo que había heredado de su origen judío y Antiguo Testamentario acerca de los hombres y las mujeres.

En resumen, Jesús honró a las mujeres y les dio poder para el ministerio, pero cuando se trataba de la selección de aquellos para los puestos de liderazgo y autoridad, eligió solo hombres. Nuestro Señor no tuvo problemas en estar radicalmente a favor de las mujeres y ser inequívocamente complementarianista al mismo tiempo. Nosotros tampoco deberíamos.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Dess Oyola.
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