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Seguramente el propósito de Dios para sus hijos en la resurrección no es solo que la vida eterna reemplace a la muerte, que la justicia reemplace el pecado, que la salud reemplace la enfermedad, que la alegría reemplace la tristeza, que el placer reemplace el dolor, sino también que éxtasis inimaginables, interminables, y siempre crecientes reemplacen los mejores y más intensos placeres que tenemos en este mundo.

En otras palabras, la era venidera no es solo una mejora sobre lo peor de este mundo, sino sobre lo mejor. Lo digo por tres razones.

Incluso las ganancias son pérdidas

Primero, el apóstol Pablo no dijo: “Pero todo lo que para mí era pérdida, lo he estimado como ganancia por amor de Cristo”. Lo que dijo fue: “Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de Cristo” (Fil. 3:7). Cristo es una mejora sobre lo mejor, no solo lo peor.

Y tomo la palabra “todo” en serio: “Pero todo lo que para mí era ganancia…”. Lo subraya en el siguiente versículo: “Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas [incluso todos los ‘logros’ de este mundo] en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor”. Tampoco puedo imaginar que quiso decir: “Cristo es mejor en este mundo, pero en el otro mundo, todos lamentaremos las pérdidas”. No. Cristo será lo mejor de este mundo, siempre.

Dios mejorará nuestros mejores placeres

Segundo, el apóstol dijo: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman” (1 Co. 2:9). Si un ser infinito, omnisciente, y todopoderoso nos ama, y nos dice que ha planeado experiencias para nosotros en la era venidera que exceden nuestra capacidad de imaginarlas, entonces podemos concluir que estas experiencias serán inconcebiblemente mejores que nuestros mejores placeres en este mundo, por la simple razón de que estos sí los podemos imaginar.

De hecho, nuestra imaginación puede extrapolar de estos placeres en el presente incluso mejores de los que tenemos. Pero Dios dice que sus placeres planeados serán incluso mejores de lo que podamos imaginar.

Sin carencias en la era por venir

Tercero, las imágenes bíblicas de la era venidera no dejan lugar a dudas de que Dios tiene la intención de que veamos esas alegrías no solo como mejores que las peores aquí, sino también mejores que las mejores. Por ejemplo:

“Me darás a conocer la senda de la vida; en Tu presencia hay plenitud de gozo; en Tu diestra hay deleites para siempre” (Sal. 16:11).

“Plenitud de gozo” no significa menos que el gozo que conociste en este mundo, significa más. Lo mejor de este mundo siempre nos hace sentir que hay más. Puedo imaginar más. De hecho, hay más. Y la “plenitud de gozo” tiene por objeto prometerlo. Literalmente, el hebreo para “plenitud de gozo” es “saciedad de gozos”, es decir, gozo más allá del cual se puede tener.

“Se sacian de la abundancia de Tu casa, y les das a beber del río de Tus delicias” (Sal. 36: 8).

Si ya hemos probado este banquete, y hemos bebido de este río en este mundo, ¿no será el “regreso a casa” (2 Co. 5:8) el tipo de banquete y bebida que hará que el gusto parezca insuficiente?

“A fin de poder mostrar en los siglos venideros las sobreabundantes riquezas de Su gracia por Su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (Ef. 2:7).

Este es el propósito que Dios tuvo al resucitarnos de la muerte espiritual (Ef. 2:4-5). Nota la palabra: gracia. Riquezas de su gracia. Inconmensurables riquezas de su gracia. Inconmensurables riquezas de su gracia en bondad. En los siglos venideros. ¿Qué puede significar esto sino que el propósito de Dios es pasar los interminables siglos de la eternidad dándonos riquezas de bondad que tomarán una eternidad en ser gastados, porque son literalmente “inconmensurables”? Tal lenguaje no deja lugar a que falte éxtasis en la era venidera.

Entonces, llego a la conclusión de que el cielo no es solo una mejora sobre lo peor de este mundo, sino sobre lo mejor.

El cielo no es solo una mejora sobre lo peor de este mundo, sino sobre lo mejor.

Jesús prescinde del matrimonio en la era por venir

Si estás conmigo hasta ahora, en este momento estamos en una posición adecuada para escuchar a Jesús prescindir del matrimonio en la era venidera.

“Jesús les respondió: ‘Los hijos de este siglo se casan y son dados en matrimonio. Pero los que son tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casan ni son dados en matrimonio. Tampoco pueden morir, pues son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección’” (Lc. 20: 27-36).

Lo que al principio nos aturde aquí es la razón por la cual Jesús dio por terminado el matrimonio en “este siglo”. Nota el argumento: no se casan en la resurrección porque “tampoco pueden morir”. Al principio esto suena como que el único propósito para el matrimonio es la procreación. Entonces, cuando ya no es necesario preservar a la humanidad (ya que nadie muere en la resurrección, y el número de los elegidos es perfecto [Ro. 11:25]), el matrimonio tampoco es necesario.

Nuestros cuerpos en la resurrección

Tenga en cuenta que lo que provocó esta declaración fue la afirmación de los saduceos de que no existe tal cosa como una resurrección. Los cuerpos no resucitan. Se descomponen, y eso es todo (Lc. 20:27). Entonces, este texto es sobre la resurrección del cuerpo. Esto significa que cuando Jesús dice que nadie se casa en la resurrección, no es porque no tengamos cuerpos. El punto del pasaje es: sí los tendremos.

El matrimonio es el enfoque aquí porque los saduceos trataron de hacer que la resurrección del cuerpo pareciera ridícula. Si estuvieran discutiendo conmigo hoy, en lugar de con Jesús hace dos mil años, hubieran dicho: “Bueno, John Piper, ¿de quién será esposo tu padre, Bill Piper, en la resurrección, ya que tuvo dos esposas?”. Está Ruth, mi madre, que murió después de 36 años de matrimonio, y Lavonne, mi madrastra, que murió después de 25 años de matrimonio. Entonces, los saduceos preguntarían: ¿Habrá poligamia en la resurrección?

Jesús responde: “No”. No habrá poligamia en la resurrección porque no habrá matrimonio en la resurrección.

Si le hubieran preguntado, “¿Cómo es que sabes eso?”. Él podría haber respondido: “Porque así es como decidí que sería cuando planifiqué esta historia del universo”. Pero ellos no querían llegar a eso. “Ya no se atrevían a hacer más preguntas” (Lc. 20:40).

¿Es la procreación la única razón bíblica para el matrimonio?

De vuelta a nuestra pregunta: cuando Jesús dice que la razón por la que no habrá matrimonio en la resurrección es porque nadie muere, ¿está implicando que la única razón por la que existe el matrimonio es para hacer bebés, criar hijos, y repoblar la tierra? Si el matrimonio existe para más que solamente procrear, ¿por qué no lo preservaría Dios?

Razones como el placer sexual, o ser conocido y amado profundamente por una persona especial, o el doble placer de compartir experiencias con alguien cuyas respuestas disfrutas, o la calidez de dormir espalda a espalda bajo las sábanas en una noche fría, o conversaciones con un cónyuge que entiende todas tus emociones y lo que quieres decir, o esa comodidad indefinible de simplemente estar juntos en la misma habitación sin decir una sola palabra.

Y por supuesto, la Biblia enseña que el matrimonio es para algo más que solo la procreación. Hacer el amor en la Biblia no es meramente práctico. Es apasionado, y destinado a ser apasionado.

“Amante cierva y graciosa gacela; que sus senos te satisfagan en todo tiempo, su amor te embriague para siempre” (Pr. 5:19).

Esto también significa que el sexo no es solamente una represa contra la corriente de la fornicación (1 Co. 7:2), aunque sí lo es. Pero no es lo único que es.

Y cuando leemos acerca de la esposa en Proverbios 31:10-31, que comienza: “Su valor supera en mucho al de las joyas” (v. 10), no te quedas con la impresión de que ella es principalmente una incubadora de bebés. La visión bíblica del matrimonio siempre ha sido más que procrear nuestros reemplazos y prevenir la inmoralidad.

Entonces, ¿por qué termina el matrimonio?

Entonces, si la Biblia misma enseña que el matrimonio es para algo más que procrear, ¿por qué el matrimonio termina cuando termina la necesidad de procrear? Mi propuesta tiene tres partes.

Tus placeres aumentarán

Los placeres de este mundo son primicias y nos apuntan a los placeres inconcebiblemente superiores de la era venidera. Para usar las palabras de Pablo: “Pero cuando venga lo perfecto, lo incompleto se acabará” (1 Co. 13:10). Él estaba hablando acerca de los dones espirituales de profecía, lenguas, y conocimiento. Estoy aplicando el mismo principio al placer.

“Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; pero cuando venga lo perfecto, lo incompleto se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño. Porque ahora vemos por un espejo, veladamente, pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido” (1 Co. 13:9-12).

Pablo dice que comparar la vida humana en esta era con la vida humana en la era por venir (cuando llegue lo perfecto) es como comparar la vida humana como niño con la vida humana como adulto. Aplica esto ahora a los placeres del matrimonio.

Placer infantil

Los éxtasis sexuales más exquisitos en esta era son como un niño que disfruta de un helado. Hay tanta distancia entre los placeres sexuales en este mundo y los éxtasis del cuerpo espiritual en la era por venir como lo hay entre un niño que disfruta de un helado y los placeres de su cama matrimonial veinte años después.

Los placeres de un niño con el helado son el preámbulo, y apuntan hacia el placer sexual de los adultos. Del mismo modo, el placer sexual en esta era es el preámbulo y señala hacia los placeres inimaginablemente mayores del cuerpo espiritual en la era venidera.

Matrimonio “bajo el sol”

Creo que el escritor de Eclesiastés vislumbró las limitaciones de los mejores placeres del matrimonio en esta era y nos señaló algo mejor. A esto lo llama la “vida bajo el sol”.

“Goza de la vida con la mujer que amas todos los días de tu vida fugaz que Él te ha dado bajo el sol, todos los días de tu vanidad. Porque ésta es tu parte en la vida y en el trabajo con que te afanas bajo el sol” (Ecl. 9:9).

Los mejores placeres humanos que conocemos en este mundo —relacionales, emocionales, psicológicos, y físicos— son maravillosamente adecuados para la “vida bajo el sol”. Pero en el era venidera, “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que la iluminen, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (Ap. 21:23). ¿No deberíamos, entonces, decir que los placeres conocidos por el cuerpo natural en esta era son tan inferiores a los placeres del cuerpo espiritual, como la luz del sol de esta era es inferior al resplandor de la gloria de Dios?

Por lo tanto, el matrimonio termina por la misma razón por la que termina el sol, y la infancia, y el cuerpo natural. Todos ellos son primicias, preámbulos, apuntadores. Cuando llega lo perfecto, los apuntadores desaparecen.

Lo que los saduceos entenderían

Pero, ¿por qué Jesús menciona los cuerpos de resurrección inmortales como la razón por la que el matrimonio termina? “Pero los que son tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casan ni son dados en matrimonio. Tampoco pueden morir” (Lc. 20:35-36). ¿Por qué no responder: “Dado que los placeres del sexo se transpondrán en algo inimaginablemente mayor, por lo tanto, el matrimonio ya no existirá”?

Tal vez la respuesta es esta: si no hay muerte en la era venidera, y si el número de elegidos se completa en la resurrección (Ro. 11:25), entonces hay una sola experiencia en el matrimonio que no se puede intensificar en esa era: la producción de nuevos seres humanos. Evidentemente, los saduceos estuvieron de acuerdo en que, si la procreación no es necesaria, el matrimonio no lo es tampoco. Entonces, Jesús simplemente optó por responderles de la manera más directa en la que entenderían.

La soltería no es una desventaja

Finalmente, la tercera parte de mi respuesta a por qué Dios no convierte el matrimonio en una ordenanza eterna sin procreación, es que su desaparición aclara lo que siempre ha sido cierto: que las personas no casadas se benefician por completo de las mayores alegrías eternas. Dios dice a aquellos que no se casaron, pero guardaron su pacto:

“Porque así dice el Señor: A los eunucos que guardan Mis días de reposo, escogen lo que Me agrada y se mantienen firmes en Mi pacto, les daré en Mi casa y en Mis muros un lugar, y un nombre mejor que el de hijos e hijas. Les daré nombre eterno que nunca será borrado” (Is. 56:4-5).

Ahora queda claro que este “lugar” y este “nombre eterno” es una posición sin desventaja para los no casados ​​en la resurrección, ya que nadie está casado en dicha resurrección.

Regocíjate de que el matrimonio ya no existirá

En resumen, el matrimonio termina porque su propósito procreador no es necesario en la resurrección (Lc. 20:35-36). El matrimonio termina porque todos sus placeres son preámbulos y apuntan a algo mucho mejor, algo que el corazón humano no puede imaginar (1 Co. 2:9). Cuando llega lo perfecto, lo incompleto se acaba. Y el matrimonio termina para poner a los casados ​​y los no casados ​​en igualdad, para disfrutar de la plenitud de gozo y placeres para siempre (Sal. 16:11).

El matrimonio termina porque todos sus placeres son preámbulos y apuntan a algo mucho mejor, algo que el corazón humano no puede imaginar.

Terminemos donde comenzamos. Si la edad venidera no es solo una mejora sobre lo peor de este mundo, sino sobre lo mejor, entonces el final del matrimonio es una noticia espectacularmente buena. ¿Lo ves? El matrimonio en esta era, en su mejor momento, ofrece algunos de los placeres más intensos de la vida, y las intimidades más dulces. Si alguna vez los has disfrutado, o si alguna vez has soñado con disfrutarlos, entonces puedes sentir la asombrosa fuerza de la promesa de que el matrimonio ya no existirá ya que es demasiado débil para llevar los mejores placeres eternos de Dios.

Cuanto más sientas que lo extrañarás, más deberías alegrarte de que será reemplazado. Con cada probada o cada sueño, recuerda: esto es solo la primicia, solo el preámbulo. “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que Lo aman” (1 Co. 2:9). Todos nosotros, casados ​​o no.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Ivan Díaz.
Imagen: Lightstock.
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