¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

No edites tus oraciones. 

Ni cuando estés en privado, ni cuando ores en tu mente. No «arregles» ni edites tus oraciones para que suenen más elegantes, ni reverentes, ni doctrinalmente correctas.

¿Acaso no has leído todos los salmos?

Estuve observando detenidamente el Salmo 73 junto a un grupo de mujeres que perdieron a la amadísima esposa de su pastor el año pasado. Allí, sentí que era necesario señalarles desde la Escritura cómo ella misma nos «da permiso» para ir delante del Señor a procesar el torrente de pensamientos y emociones que nos atraviesan durante y después de un suceso traumático (aunque este salmo es acerca de lo injusto en el mundo).

Dios es tan bueno, paciente y tierno al incluir en Su libro muestras claras sobre cómo Sus hijos pueden relacionarse con Él de manera sincera y exclamar lo que les duele, con tanto detalle como lo necesiten.

Yo veo en este salmo a un hombre plenamente consciente de la bondad, poder y santidad de su Dios. Contrario a lo que podríamos pensar, la naturaleza de Dios no inhibe sino que mueve al salmista a desplomarse tanto en alabanzas como en confesión. Él inicia diciendo que Dios es bueno y luego nombra su pecado abiertamente: «Sentí envidia» (v. 3), y luego explica por qué.

Un hijo apegado a su Padre celestial no encontrará un mejor lugar para decir palabras fuertes que describan las tormentas que lleva dentro

Adentrarnos en una relación cálida con Cristo nos llevará inevitablemente a asombrarnos de quién es Él. Al mismo tiempo, Su luz hará que sea imposible ignorar la suciedad que aún nos infesta, incluso en días de angustia. 

La respuesta no es negar lo que sentimos, forrarlos de frases piadosas o darles rienda suelta. Es ir al lugar correcto y «vomitarlas» en oración. Sí, sé que en los baby showers casi no se habla de limpiar vómitos a medianoche, pero está incluido en el paquete. 

Si nosotros que somos malos sabemos cuidar de un bebé vulnerable, ¡cuánto más nuestro Padre celestial! Decirle a Dios en oración lo que sentimos, entre lágrimas de angustia o palpitaciones aceleradas de rabia, es vomitar en el lugar correcto, y esto jamás espantará a nuestro Padre eterno.

Un hijo apegado a su Padre celestial no encontrará un mejor lugar para decir palabras fuertes que describan las tormentas que lleva dentro. A veces, venir al trono de la gracia confiadamente implica pronunciar oraciones poco elegantes, aunque saturadas de verdad.1 

Quizás te sorprenda saber que Jesús recoge del cesto de basura esas frases que descartaste porque no te atreves a decirlas en voz alta. Es muy posible que esas líneas sean las que te acerquen más a tu Padre, que te conoce y ama con un amor perfecto.


1 Heb 4:6
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando