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El momento crucial de la historia mundial: La resurrección según Hechos

Más de Brandon D. Crowe

La gente a menudo lee el Libro de los Hechos para aprender sobre la iglesia primitiva, pero si solo nos enfocamos en eso, perderemos el énfasis más importante de Lucas: Jesús mismo. Aunque en los versos iniciales lo vemos ascender al cielo, esto no significa que está ausente. Hechos presenta a Jesús como el resucitado, ascendido, y glorioso Rey de Reyes que está guiando a su iglesia, derramando su Espíritu, y otorgando perdón. Jesús es el centro de la predicación apostólica a través de Hechos.

Como mensajeros de la misión, los apóstoles debían ser testigos oculares de la resurrección de Jesús (Hch. 1:21-22). Los apóstoles cubren muchos aspectos de la obra de Cristo, pero si tuviéramos que identificar el eje principal sobre el cual dependen sus argumentos, sería la resurrección.

Lucas también pone de manifiesto las implicaciones de la resurrección. Por un lado, todo cambia cuando Cristo resucita de los muertos. Al mismo tiempo, las Escrituras son cumplidas, significando que la resurrección no es fundamentalmente nueva, sino un objetivo anticipado por miles de años.

Veamos ahora cinco implicaciones de la resurrección en Hechos.

1. La resurrección y la era del Espíritu

Hechos nos muestra cómo la resurrección es el momento clave en la historia de la redención. El teólogo bíblico Geerhardus Vos dijo hace más de 100 años que la era de la resurrección es la era del Espíritu; las dos van de la mano. Esto significa que la era de la resurrección, que comienza con la propia resurrección de Cristo, corresponde a la era del derramamiento del Espíritu. Hechos narra esta transición hacia la era del Espíritu más completamente que cualquier otro libro bíblico. Aunque esperamos su cumplimiento final, la era de la resurrección hizo su entrada en la historia en Cristo mismo, el primero en levantarse de entre los muertos.

Hechos nos muestra cómo la resurrección es el momento clave en la historia de la redención

Al mismo tiempo, aunque ahora vivimos en la era del derramamiento del Espíritu, el Espíritu estuvo activo antes de que Jesús resucitara. El Espíritu estuvo activo entre el pueblo de Dios antes de que Jesús naciera (por ejemplo, en María, Isabel, Zacarías, Simeón), en los días de los profetas (véase Hch. 7:51), en los días de Moisés (Nm. 11:17, 25; cf. Dt. 32:11), e incluso desde el principio del mundo (Gn. 1:2). Pero algo diferente vino con la resurrección: el Espíritu ahora se derrama más completamente, y ahora todos los pueblos lo experimentan más plenamente.

2. La resurrección y un movimiento mundial

La era de la resurrección es también la era en que las naciones fueron hechas parte del pueblo de Dios. Cristo es el Señor resucitado y ascendido de todos los pueblos (Hch. 10:36).

Las bendiciones del pacto de Dios no son solo para el pueblo judío, sino para todos los que creen en Cristo. En Hechos, esto es evidente por primera vez con el centurión romano Cornelio (Hch. 10-11; cf. Gá. 3.13-14), aunque la entrada de los gentiles al pueblo de Dios planteó muchas preguntas para la primera generación de cristianos.

Por ejemplo, ¿qué se debía hacer con respecto a la circuncisión que durante miles de años había sido una marca que caracterizaba al pueblo del pacto de Dios? Esto se aborda en el Concilio de Jerusalén en Hechos 15. Aquí la iglesia primitiva lucha con la forma en que los creyentes judíos y gentiles deben coexistir y crecer en la misma comunidad. ¿Deben ser circuncidados los gentiles? ¿Deben seguir las leyes alimenticias tradicionales?

La clave para el Concilio de Jerusalén fue el darse cuenta de que Cristo derramó su Espíritu sobre judíos y gentiles por igual; no hay distinción al respecto (Hch. 15:8-9). Por lo tanto, la circuncisión ya no es necesaria: ¡la carta apostólica que procedió del Concilio de Jerusalén ni siquiera menciona la circuncisión! Existe cierto debate sobre la mejor manera de entender las prohibiciones contra ciertos alimentos, pero cualquier ambigüedad es esclarecida en las cartas de Pablo, que dejan bien claro que no hay distinción en los alimentos o en las personas que comen ciertos alimentos. Esta fue también la conclusión de Pedro (Hch. 10:34-35; 15:9-11).

Dicho esto, no es que todo cambia cuando los gentiles se involucran en la comunidad primitiva. Los apóstoles confirman que la ley del Antiguo Testamento sigue siendo vinculante con respecto a la inmoralidad sexual, y sigue siendo inaceptable para cualquier persona dentro del pueblo de Dios. Los apóstoles no rechazan por completo la ley del Antiguo Testamento, pero nos ayudan a comprender cómo se aplica la ley del Antiguo Testamento a la luz de la obra de Cristo, especialmente a la luz de su resurrección.

3. La resurrección y la justificación

Aunque la resurrección de Cristo es a menudo la clave lógica de los discursos apostólicos, ellos generalmente terminan con un llamado al arrepentimiento. Estos llamados no están ahí por casualidad; están estrechamente vinculados a la resurrección. Todas las personas deberían arrepentirse porque Jesús de Nazaret, quien fue crucificado, ahora vive como el que resucitó, y fue nombrado juez sobre todas las personas (cf. 2: 36–39; 13: 38–41; 17: 30–31).

La justificación es ofrecida porque Cristo ha resucitado

En Hechos, la resurrección está estrechamente relacionada con la justificación y el perdón de los pecados. Jesús es el justo que ha vencido el pecado y la muerte (cf. 3:14-15, 20-23, 26; 5:30-31; 13:38-39). La justificación es ofrecida porque Cristo ha resucitado.

Sin embargo, al igual como sucede con los demás temas, la justificación no es completamente nueva; la justificación y el perdón de los pecados ya eran realidades en el Antiguo Testamento. Es por eso que Pablo puede usar a David y a Abraham como modelos de justificación por la fe (Ro. 4). Aun así, la justificación de todos los creyentes, ya sean de los tiempos del Antiguo Testamento o el Nuevo Testamento, se basa en la obra de Cristo.

4. La resurrección y las Escrituras

Uno de los pasajes más interesantes de la Biblia es el camino a Emaús, donde el Cristo resucitado abre las Escrituras a sus discípulos. Comenzando con Moisés y todos los profetas, Jesús explica cómo las Escrituras en su totalidad lo señalan a Él (Lc. 24:25-27). Más tarde explica que era necesario que el Cristo sufriera, muriera, resucitara, y que el mensaje fuera predicado en su nombre (Lc. 24:44-47). ¿Quién no hubiera querido escuchar estas exposiciones? A menudo lamentamos que simplemente no sabemos lo que Jesús conversó con sus discípulos. Lucas parece dejarnos con la expectativa.

Pero, ¿y si Lucas no nos deja con tal expectativa? ¿Qué si completa los detalles en su segundo volumen (es decir, Hechos), de estas Escrituras que debían cumplirse? De hecho, esto es lo que encontramos. Los primeros sermones apostólicos nos muestran con más detalle algunas de las formas en que Jesús cumple el Antiguo Testamento, especialmente con respecto a su resurrección. Aunque los relatos de la predicación apostólica en Hechos no son exhaustivos, son suficientes para mostrar cómo las Escrituras señalan a Jesús y su resurrección.

Para entender Hechos, debemos comprender la centralidad de Cristo, específicamente su resurrección

Hay algo más que considerar aquí: he argumentado que una de las razones de Lucas para escribir Hechos es proporcionar una defensa no solo de los primeros cristianos, o de Pablo, sino específicamente una defensa de las Escrituras. Cuando Pablo está siendo juzgado, constantemente niega haber hecho algo para contravenir sus tradiciones ancestrales o las Escrituras (24:14; 26: 6). Incluso le dice al rey Agripa que si su majestad creía en las Escrituras, debía creer en la resurrección de los muertos (26:22,27).

En Hechos, los apóstoles apelan constantemente a la resurrección para demostrar que las Escrituras son verdaderas. Creer en las referencias bíblicas de la resurrección es interpretar la Biblia correctamente.

5. La resurrección y la teología cristiana primitiva

La teología cristiana primitiva se caracterizó por su creencia en la resurrección corporal de Jesús. Jesús no fue una aparición, ni tampoco fingió sufrir. Él realmente sufrió en la carne, y de igual manera fue resucitado en la carne.

Las implicaciones prácticas de la resurrección también fueron cruciales para la iglesia primitiva. El padre de la iglesia, Cirilo de Jerusalén, dijo que la resurrección es la raíz de toda buena obra. A la luz de la resurrección, lo que hacemos en y con nuestros cuerpos realmente importa.

El cristianismo es un mensaje público sobre una persona pública: Jesús de Nazaret, quien estaba muerto y ahora vive

La resurrección también subraya la naturaleza pública del cristianismo. La resurrección fue un evento público, no una revelación privada dada a unas pocas personas. El cristianismo no es ante todo un conjunto de ideas filosóficas que uno puede mantener en privado a través del conocimiento especializado. Es un mensaje público sobre una persona pública: Jesús de Nazaret, quien estaba muerto y ahora vive.

Si la resurrección es central en Hechos, y si es central en la predicación apostólica en Hechos, entonces la resurrección también debería ser central cuando articulamos el mensaje cristiano.

Mensaje distintivo

La centralidad de la resurrección de Cristo fue impregnada en mí hace años cuando un extraño nos desafió a un amigo y a mí sobre lo que, en última instancia, hace que el cristianismo sea distinto de todas las demás religiones. ¿Su respuesta? La resurrección de Cristo. Podemos llegar a esta conclusión a partir de una lectura atenta de Hechos.

En Hechos, la resurrección no es simplemente un mensaje sobre el pasado; está cargado de relevancia para hoy. No es un mensaje inesperado; es el cumplimiento de las Escrituras con relevancia para todas las personas, en todas partes.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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