¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Facebook es la plataforma común en nuestra generación. Algunas estadísticas indican que 1.79 billones de personas son usuarios activos de Facebook de manera mensual. El tiempo estimado que las personas pasan en Facebook es aproximadamente de 20 minutos por visita. Cada 60 segundos, 510 comentarios son posteados, 293,000 estatus son actualizados, y 136,000 fotos son publicadas.

Sin importar la edad, ahí estamos: posteando lo que hacemos, compartiendo nuestro estatus sentimental, felicitando a nuestros amigos en su cumpleaños, y compartiendo aquello que estamos pensando. Facebook nos ha dado un micrófono para que de alguna manera nuestra voz sea escuchada. El problema es que en ocasiones no se usa este micrófono de una manera sabia.

De manera errónea, hemos entendido que el estar detrás de una pantalla nos da el permiso de decir todo lo que se nos venga a la mente, sin ningún sentido de responsabilidad. Decimos cosas que no nos atreveríamos a decir en persona, e incluso usamos esta plataforma para quejarnos de situaciones que tienen que ver con otras personas que conocemos y a las que en muchas ocasiones tenemos acceso.

Tenemos algo contra alguien, entendemos que alguien ha actuado mal contra nosotros o contra alguien más, y en vez de buscar la manera de acercarnos a la persona, publicamos un mensaje en nuestro perfil con la esperanza de que esta persona entienda que nos estamos refiriendo a ella. ¿Es este el ejemplo de la Escritura?

Un llamado más alto

Mateo 18:15 nos enseña lo siguiente: “Si tu hermano peca, ve y repréndelo a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano”. Si bien es cierto que este pasaje es dado en el contexto de la disciplina de la iglesia, no es menos cierto que hay algunos principios del mismo que podemos aplicar al momento de confrontar, y que son congruentes con el resto de las Escrituras. Quiero compartir contigo algunos de ellos.

1. Recuerda que ese que ha pecado es tu hermano.

Lo primero que vemos en el pasaje de Mateo es que aquel del que se dice que ha pecado es mi hermano, por quien también Cristo pagó y que es parte de mi familia celestial. Si tu hermano de sangre, ese con quien creciste, actúa de una manera incorrecta, ¿tu manera de confrontarlo sería a través de tu Facebook o en tu Twitter? ¿Cómo serían tus palabras hacia él? A veces podemos encontrarnos posteando cosas en nuestro perfil “por la causa de Cristo” y terminamos embarrando esa misma causa por la manera en la que tratamos a nuestro hermano.

Ese otro creyente que entiendes que ha pecado es también hijo de tu Padre celestial, con el sello de Cristo y su imagen en él.

“Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno para su edificación”, Romanos 15:2.

2. Su pecado no es principalmente contra ti.

Necesitamos recordar que el pecado no se trata de nosotros o de que nos hayan ofendido. Si mi hermano ha pecado, el principal problema no es lo que me ha hecho a mí o a otro (aunque sin lugar a dudas nadie peca solo, mi pecado siempre va a afectar a alguien más) sino que ha pecado principalmente contra el Señor.

El problema principal del pecado no es que me ofende o me hace daño, es que ofende el Nombre de un Dios que es santo, santo, santo. Por lo tanto, mi búsqueda no debe ser la restauración de mi nombre o el nombre de otro, sino buscar que mi hermano pueda honrar al Señor en esa área determinada.

“Contra Ti, contra Ti sólo he pecado, Y he hecho lo malo delante de Tus ojos”, Salmo 51:4

3. Ve y repréndelo a solas.

Si esa situación en particular puede ser tratada sin la presencia de otros, esto puede evitar los chismes, malos entendidos y que las cosas vayan más allá de lo que idealmente deberían.

Cuando buscamos confrontar a otros a través de nuestra biografía de Facebook o Twitter estamos dando lugar a comentarios, chismes y malos entendidos de personas que probablemente ni siquiera tengan la información completa. Cuida a tu hermano y procura evitar que situaciones de chisme se generen.

“Discute tu caso con tu prójimo Y no descubras el secreto de otro”, Proverbios 25:9.

4. Si te escucha, has ganado a tu hermano.

Cuando tengo la certeza de que alguien ha pecado y lo que hago es poner un mensaje “indirecto” para esta persona, no estoy procurando la restauración de quien está obrando de manera pecaminosa, y esto también revela en nosotros falta de amor y de sabiduría. De esta manera hacemos el problema aún más grande y damos lugar a comentarios y malas interpretaciones de otros que ven lo que hemos escrito.

El principio principal que encontramos en este pasaje es la restauración del hermano que ha pecado. Mi motivación como creyente debe ser el procurar mostrarle amor a mi hermano al confrontarlo, de una manera llena de gracia, en aquella área en la que está actuando de forma pecaminosa, ofendiendo a nuestro Señor.

“Hermanos míos, si alguno de entre vosotros se extravía de la verdad y alguno le hace volver, sepa que el que hace volver a un pecador del error de su camino salvará su alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados”, Santiago 5:19-20

Tardos para la condenación

Dios no nos ha encomendado la tarea de ser policías celestiales que andan continuamente buscando las faltas de los demás y atentos al más mínimo asomo de pecado en el otro. Mi llamado es ver y examinar primero mi propia vida antes de andar examinando y cuestionando la vida de los demás (Mateo 7:5).

No seamos prontos para condenar y querer confrontar a otros. Si entiendes que tu hermano necesita ser confrontado, no vayas de inmediato a actuar de manera impulsiva. Mucho menos, no vayas de inmediato al micrófono de Facebook. Toma tiempo para orar y buscar la sabiduría de Dios en medio de este proceso. Piensa si eres tú la persona idónea para hacerlo, y si Dios te ha confirmado que es así, pídele a Él que te llene de su gracia y amor al momento de hacerlo. Acércate entonces en privado a tu hermano o hermana. Recuerda que la obra de Cristo que tomó tus pecados y trajo perdón a tu vida, es la misma que le ha traído perdón y la oportunidad de restauración a tu hermano.

“Y este mandamiento tenemos de El: que el que ama a Dios, ame también a su hermano”, 1 Juan 4:21.

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando