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“¿Podemos por favor dejar de fingir que nuestros matrimonios son perfectos?”.

Ese fue el llamado de mi pastor desde el púlpito. Fue recibido con algunas risitas ahogadas y miradas por el rabillo del ojo. Parecía un chiste. Todos sabemos que ningún matrimonio es perfecto… ¿no? Sí, en teoría lo sabemos. Pero en la práctica vivimos otra cosa.

Nuestras redes sociales presentan selfie tras selfie de parejas con grandes sonrisas, disfrutando de viajes exóticos, casas hermosas, o hijos bien portados. Nuestras salidas con amigos parecen más concursos de “quién es más bendecido” que reuniones de pecadores en gran necesidad. Mientras tanto, muchas mujeres frustradas se pintan una sonrisa cada domingo para asistir a la iglesia. Y también muchos hombres, agotados, solo responden “Bien, ¿y tú?” cada vez que alguien les pregunta cómo están.

“En un mundo donde vemos a la gente aparentando vidas perfectas en las redes sociales, la realidad es que una gran mayoría experimentamos retos en sus relaciones matrimoniales” (pos. 101).

Por alguna razón hemos llegado a creer que los cristianos deben tener matrimonios libres de conflicto y dificultad. Sin embargo, los cristianos somos los que más conscientes deberíamos estar de nuestro pecado. Y si dos pecadores unen sus vidas y conviven muy de cerca todos los días, el conflicto y la dificultad son inevitables.

“Mientras el propósito del matrimonio sea la satisfacción personal de cada individuo, el mismo puede parecer perfecto en las redes sociales, pero no está cumpliendo la función primordial del diseño de Dios, que es glorificarlo a Él” (pos. 184).

Con todo, en medio de cualquier dificultad, nuestros matrimonios pueden ser para la gloria de Dios. Cristo lo ha hecho posible.

En El matrimonio que agrada a Dios, el pastor Joselo Mercado nos muestra la importancia del evangelio en cada aspecto de nuestra vida conyugal. El libro está diseñado para ser leído en cuatro semanas, un capítulo cada día. Los capítulos son breves —los puedes leer en menos de 10 minutos— y abordan asuntos como “la prioridad es crecer en santidad” (semana 1, día 5) y “el disfrute del sexo” (semana 4, día 4).

Desde el primer capítulo el autor nos recuerda que nuestro objetivo en la vida es glorificar a Dios en todo. Incluyendo el matrimonio. ¿Y cómo glorificamos a Dios? Al reconocer quiénes somos (pecadores) y quién es Él (un Dios que salva y transforma pecadores).

Muchos de los conflictos en el matrimonio surgen porque somos muy rápidos para ponernos como víctimas y muy lentos para admitir nuestro pecado. Pero el evangelio cambia por completo nuestra perspectiva. El mensaje de quién es Jesús y lo que Él ha hecho nos llama a reconocer nuestra culpa y buscar el perdón de Dios. El evangelio nos llama a extender a otros, incluyendo a nuestro cónyuge, la misma misericordia que Dios nos extendió a nosotros.

“Hasta que no lidiemos con nuestro pecado, no estamos en la condición de santidad necesaria como para apuntar el pecado del otro” (pos. 310).

Jesús restaura matrimonios

Como escribe el pastor Joselo: “Cada ídolo puede ser eliminado cuando miramos fijamente a la cruz” (pos. 818). Fijemos nuestros ojos en Jesús mientras caminamos buscando amar con todo lo que somos a Dios y a nuestro prójimo. En medio de cualquier dificultad, podemos descansar en que el Señor es capaz de transformar el corazón más duro, empezando por el nuestro.


Imagen: Unsplash
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