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Nota del editor: 

El pastor John Piper recibe preguntas de algunos oyentes de su programa Ask Pastor John. A continuación está la respuesta a una de esas preguntas.

¿Son legítimos a los ojos de Dios los matrimonios no cristianos? Es la pregunta de hoy de un oyente llamado Steve. «Pastor John, muchas gracias por tu ministerio. Este podcast y varios de sus libros han tenido un gran impacto en mi vida espiritual. Esta es mi pregunta: Un compañero de trabajo me preguntó si pensaba que Dios honraba los matrimonios seculares. Mi reacción instintiva fue que sí. Mi compañero de trabajo dijo que no. Él cree que si las dos partes no creen en Dios, entonces Dios no está en ese matrimonio y, por lo tanto, Dios no reconoce el matrimonio. Fue más allá al afirmar que Dios ni siquiera escucha las oraciones de los no cristianos. Seré sincero, no supe cómo responder o defender mi oposición a su postura. ¿Existe un respaldo bíblico para la legitimidad de los matrimonios seculares?».

Este es uno de esos casos típicos en los que el desacuerdo precede a las definiciones, o en los que el conflicto precede a la aclaración. Así que es una oportunidad para subirme al podio y rogar a todos los cristianos que no nos involucremos en conflictos o en debates en los que los términos del conflicto y las definiciones en el debate no están claros.

Definir de antemano

Discutir sobre palabras o frases que no están definidas es similar a un perro guardián que ladra a las sombras. Puede ahuyentar a un ladrón, pero también puede asustar al bombero que viene a salvar tu casa de un incendio. Una discusión sin definiciones claras es como jugar al tenis con la red caída y todas las líneas en la cancha borradas. Puedes discutir hasta el día del juicio final: «¡El saque fue dentro!», «¡No, no lo fue!». ¿De qué sirve eso? Es una locura.

Este es mi ruego: insiste en la definición y la aclaración antes de discrepar. Por ejemplo, ¿qué quiere decir esta persona al afirmar que «Dios no está en el matrimonio»? ¿Qué es lo que quiere decir «en»? ¿Qué quiere decir cuando dice que Dios no reconoce —o no honra— el matrimonio? ¿Qué significa reconocer? ¿Qué significa honrar?

Lo que a menudo sucede cuando insistimos en definiciones claras es que los problemas empiezan a resolverse solos. Lo he visto una y otra vez. A menudo, las definiciones responden por sí mismas a las preguntas que se debatían. Así que animo a todos los cristianos a que no pierdan su tiempo jugando al tenis sin líneas en la cancha.

Matrimonios que se quedan cortos

Permíteme entonces imaginar la forma en que la mente de esta persona podría haber estado funcionando, quien hizo esta pregunta sobre la validez de los matrimonios entre no creyentes. Mi suposición es que pensó algo así: «Todo lo que no procede de fe, es pecado» (Ro 14:23). Eso es bastante radical. Así, si las personas que no tienen fe se casan, están pecando. Como Dios desaprueba el pecado, entonces desaprueba este matrimonio. Luego se da el salto: por lo tanto, no es un matrimonio. Bueno, tal vez. Pero primero hay que argumentar un poco.

Tanto si esa es la línea de pensamiento como si hay otra que desconozco, permíteme dar varias razones bíblicas por las que creo que los matrimonios entre un hombre y una mujer que hacen una promesa de fidelidad de por vida el uno al otro como marido y mujer están, de hecho, casados. Son matrimonios reales, aunque no sean ideales. No están creyendo, no están arraigados conscientemente en los propósitos de Dios para el matrimonio y por eso son desobedientes, niegan a Cristo y se quedan cortos. Creo que esa es la forma en que debemos hablar de estos matrimonios, no decir que no son matrimonios.

De modo que no digo que no estén casados —lo cual, por cierto, sí digo de los llamados «matrimonios» entre dos hombres o dos mujeres o una persona y un animal—. Eso no es matrimonio. No es un matrimonio. No existe el matrimonio entre dos personas del mismo sexo. Lo que sea que el mundo llame a esas relaciones, no son matrimonios. Pero los matrimonios entre un hombre incrédulo y una mujer incrédula son verdaderos matrimonios que se quedan cortos ante el propósito más alto de Dios para el matrimonio.

Los matrimonios entre un hombre incrédulo y una mujer incrédula son verdaderos matrimonios

Ahora bien, ¿por qué digo esto?

1. Un matrimonio pecaminoso no equivale a un matrimonio inválido.

Primero, volviendo a Romanos 14:23, el cual es un texto muy radical: «Todo lo que no procede de fe, es pecado». No se deduce que si algo es pecado, no es real y no debería ocurrir. Por ejemplo, en el contexto de Romanos 14 el punto es que comer ciertas cosas, incluso cosas inocentes, serán pecaminosas si no se hacen con fe.

Así que, si un incrédulo come el buen regalo de Dios que es la carne o bebe el buen regalo de Dios que es el vino o el zumo de naranja, ese acto, no realizado con fe, es un acto de pecado. Dios quiso que la comida se comiera y la bebida se bebiera con gratitud y fe en Él. Todos los demás usos de sus dones son pecaminosos. Son fracasos en vivir de acuerdo con el diseño de Dios para la comida y la bebida.

Ahora, la pregunta es: ¿Debemos concluir que los incrédulos, como consecuencia, no deben comer, ya que la forma en que comen es pecado? ¿O debemos concluir que los incrédulos deben tener fe cuando comen? La respuesta es la siguiente: Dios no exige a los incrédulos que dejen de comer; exige que confíen en Él y le den las gracias al comer. Si no lo hacen, tendrán un gran problema. Lo mismo ocurre con el matrimonio, ya que casarse sin confiar en Jesús y sin darle las gracias es pecado. ¿Qué requiere Dios? ¿Exige que los incrédulos no se casen? ¿O exige que los incrédulos crean y confíen en Él y le den gracias por el don del matrimonio?

2. Las instituciones incrédulas continúan cumpliendo los propósitos de Dios.

Dios ordenó que hubiera instituciones humanas tales como el gobierno. Lo explica en Romanos 13:1-7 y en 1 Pedro 2:13-17, y enseña que los gobiernos son reales. Son gobiernos reales y logran muchos de sus buenos propósitos, incluso cuando el emperador y los gobernadores son incrédulos. Así que todo lo que estos gobernantes y emperadores hacen es pecado en su incredulidad, porque no lo hacen desde la fe. Sin embargo, eso no impide que Dios reconozca a los gobiernos como instituciones reales, ordenadas por Dios, que cumplen Sus propósitos.

De la misma manera, Dios ordenó la institución del matrimonio, la cual también cumple muchos de los propósitos de Dios, incluso cuando el esposo y la esposa son incrédulos, como proporcionar el repoblamiento de la tierra, alguna medida de estabilidad contra el caos, alguna semejanza del amor de pacto que Dios quiso que el matrimonio retrate.

Dios ordenó la institución del matrimonio, la cual también cumple muchos de los propósitos de Dios, incluso cuando el esposo y la esposa son incrédulos

Permítanme resaltar este último punto. El propósito supremo del matrimonio, según Génesis 2:24 y Efesios 5:32, es representar el amor de pacto entre Cristo y Su iglesia. Esto se hace más claramente en un matrimonio cristiano obediente y fiel. Pero se hace de forma tenue incluso en un matrimonio incrédulo para toda la vida, que cumple las promesas y evita el adulterio. Así que los matrimonios cumplen algunos de los propósitos de Dios de manera imperfecta, incluso cuando los cónyuges son incrédulos.

3. Los cónyuges convertidos deben permanecer casados.

En 1 Corintios 7:12-16, Pablo se dirige a los cónyuges cristianos que se convierten mientras están en un matrimonio incrédulo, de modo que uno de los cónyuges es ahora creyente y el otro no. Les dice que no se divorcien, para que no piensen: «Oh, tengo que divorciarme de mi cónyuge porque ahora este es un matrimonio destrozado porque uno de nosotros es incrédulo». Él no les dice que ahora están en un «medio» matrimonio o en un matrimonio ilegítimo, ni les dice que necesitan tener una nueva ceremonia de boda porque estaban en un no-matrimonio. No lo estaban. Estaban en un matrimonio. Era un matrimonio y es un matrimonio, sin duda imperfecto, pero sigue siendo un matrimonio.

4. A pesar de que el matrimonio se haya contraído de forma incorrecta, sigue siendo un matrimonio.

Cuando Jesús habla del divorcio, y describe el nuevo matrimonio después del divorcio como adulterio, sigue llamando a esos matrimonios como tal, matrimonios. Por ejemplo, en Lucas 16:18 dice: «Todo el que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la que está divorciada del marido, comete adulterio». Bueno, ese es un lenguaje muy fuerte, y no se puede escapar del hecho que Jesús usa la palabra casarse para lo que no debería suceder, pero sucede. Cuando sucede, es lo que es. Si Jesús trata a los matrimonios contraídos de forma incorrecta como verdaderos matrimonios, entonces no es una exageración tratar a los matrimonios de los incrédulos como verdaderos matrimonios.

Donde hay un pacto hecho entre un hombre y una mujer para una vida de fidelidad como marido y mujer, tenemos un matrimonio

Ahora bien, se podría decir mucho más aquí, pero permíteme terminar con esto: El matrimonio está fundamentado en el diseño de Dios para la creación en el principio y es una institución válida para todas Sus criaturas humanas (Gn 2:18-25). Donde hay un pacto hecho entre un hombre y una mujer para una vida de fidelidad como marido y mujer, tenemos un matrimonio. Se convertirá en algo que honra a Dios, exalta a Cristo y se basa en la verdad cuando la pareja cree.

Lo que decimos a una pareja incrédula no es: «No te cases», sino: «Cree en el Señor Jesús y serás salvo» (Hch 16:31).


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Equipo Coalición.
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