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Hoy contamos con muchas herramientas para leer la Palabra. Entre ellas, aplicaciones en dispositivos móviles, sistemas informáticos que contienen volúmenes de información, y comentarios bíblicos. ¡Esto es una bendición de Dios!

Sin embargo, no siempre ha sido así. La Biblia ha pasado por tribulaciones significativas a lo largo de su historia, con persecuciones y cientos de enemigos. Muchos creyentes han peleado palmo a palmo contra la hostilidad a ella, llegando incluso a entregar su sangre para defenderla.

Esa es una de las razones por las que han habido debates sobre la preservación de la Biblia, y es bueno conocer qué materiales se usaron originalmente para escribirla.

Del mensaje oral al mensaje escrito

Para empezar, es clave señalar que el mensaje que tenemos en la Biblia no inició totalmente en forma escrita, sino también de forma oral. Esto sucedió tanto con el Antiguo como con el Nuevo Testamento. Dios movió a hombres por el Espíritu a plasmar por escrito lo que les fue revelado (2 P. 1:21).

Esto no le resta inspiración divina al contenido bíblico: “En tanto que las Escrituras fueron dadas por Dios como regla de vida, fe y práctica, y en el contexto de una inseparable connotación soterológica, la inspiración divina se hace extensiva tanto a las fuentes orales originales como a su forma escrita”.[1]

Los materiales utilizados

Los materiales usados en los manuscritos originales de la Biblia son diversos. Fueron los mismos que se usaban comúnmente en las épocas en que se redactaron los manuscritos, y eran copias a mano. Los siguientes eran los más empleados, tanto para la redacción del Antiguo como del Nuevo Testamento:

  • Papiro. Se producía de la planta denominada papiro. “Esta caña crecía en los lugares poco profundos de los lagos y ríos de Egipto y de Siria”.[2] Era el material para escribir más común en la antigüedad, e incluso se usó un par de siglos después de Cristo.
  • Pergamino. F. F. Bruce escribe que “la palabra ‘pergamino’ proviene del nombre de la ciudad de Pérgamo, en Asia Menor, pues la producción de este material de escritura estuvo asociada durante algún tiempo con aquel lugar”.[3] La materia prima del pergamino eran pieles curtidas de ovejas, cabras, antílopes, y otros animales. A estas pieles se les quitaba el pelo y se las trataba con cepillos para producir un material de escritura más duradero.
  • Vitela. Este material era el cuero de ternero. Era común que se tiñera de color púrpura, como vemos en algunos de los manuscritos conservados hoy.

También podemos hablar de otros materiales como la Ostraca, que era alfarería sin vidriar, también llamado tiesto o cacharro. Además, se hacían inscripciones en piedra con una pluma de hierro. Por otro lado, también se usaron tablillas de arcilla. Se escribía en ellas con un instrumento agudo, y luego se secaban para que el escrito quedara plasmado de forma permanente. Era el material más barato.

Dios sabe preservar magistralmente su propia Palabra para el beneficio de su pueblo y la gloria de su nombre.

En cuanto a los instrumentos utilizados para escribir, se tenían varias opciones, incluyendo el cincel de hierro para grabar en piedra. También se usaba una punta metálica para hacer inscripciones en arcilla y tablillas de cera. Y la pluma, que era básicamente una caña de junco, con punta. La tinta se hacía generalmente de una combinación de carbón, goma, y agua.[4]

Dios ha preservado su Palabra

A pesar de la fragilidad de los manuscritos y el pasar de los años, las evidencias que arrojan las pruebas literarias y hallazgos arqueológicos a lo largo de los siglos (como los de las cuevas de Qumrán en el Mediterráneo), muestran que la Biblia que tenemos hoy es fidedigna y representa la Palabra de Dios escrita, infalible, inerrante, y suficiente.[5]

La fascinante historia de las Escrituras, cuya preservación comenzó con instrumentos tan sencillos como los mencionados arriba, es evidencia de un Dios que sabe preservar magistralmente su propia Palabra para el beneficio de su pueblo y la gloria de su nombre.

Como Jesús dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mt. 24:35). Aunque este pasaje tiene una connotación relacionada al cumplimiento de la Palabra, nos refiere también a la preservación de la misma. ¡Bendito sea Él por eso! El poder del Dios que la sustenta y protege es sin igual.


[1] Ed. Pedro Puigvert, ¿Cómo llegó la Biblia hasta nosotros? (Clie), p 19. El autor de esta obra agrega que en 2 Reyes 17:17 y en Oseas 8:12 se habla de Dios como el escritor de la Ley. El libro de Deuteronomio se introduce a sí mismo como ley en forma escrita (17:14-20; 28:52, 61; 29:20; 30:10; 32:9-13; 19:22, 24-26…).

[2] Josh MacDowell, Evidencia que exige un veredicto (Editorial Vida), p. 29.

[3] Ibíd, p. 30.

[4] Ibíd, p. 31.

[5] Para ampliar sobre esto, véase Preguntas y Respuestas Sobre Cómo Interpretar la Biblia (Editorial Portavoz), de Robert L. Plummer, en su pregunta cinco: ¿Fueron transmitidos con exactitud los antiguos manuscritos de la Biblia? (p. 45).

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