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Pregunta: Trabajo en un ministerio cristiano donde el supervisor recurre con frecuencia a Mateo 18 y anima a los empleados a ir a su oficina a discutir sus preocupaciones. Rara vez alguien acepta su oferta porque teme por su trabajo o por un trato negativo. No hace falta decir que esta situación puede complicarse aún más si el superior es un hombre y el colaborador es una mujer. ¿Cómo se aplica Mateo 18 cuando hay una diferencia de poder entre las partes?


Hoy en día, las quejas en el lugar de trabajo son un gran negocio. Lo sé porque es mi negocio. Como abogada laboral, ayudo a las empresas a responder a las quejas de los empleados. Hay innumerables lugares donde ir para expresar esas quejas: recursos humanos, líneas telefónicas de emergencia confidenciales, delegados sindicales, agencias gubernamentales especializadas o abogados privados.

Sin embargo, hay otro lugar que es muy fácil pasar por alto: hablar directamente con la persona a cargo. Por supuesto, algunos líderes no están interesados ​​o aun pueden ser abusivos. Algunos problemas graves exigen una atención inmediata. Pero, en general, la mejor manera de resolver las disputas rutinarias en el lugar de trabajo es plantearlas a un supervisor en el área a medida que surgen. Una vez que se involucran partes externas, especialmente a abogados, los gastos y las demoras a menudo desvían lo que pudo haber sido una solución simple.

Por eso estoy agradecida de que tu supervisor esté interesado en la opinión de sus empleados. Una política de puertas abiertas es una buena práctica laboral. También estoy agradecida de que tu supervisor quiera aplicar principios bíblicos, como Mateo 18:15-20, en el lugar de trabajo. Pero tienes razón al señalar que el pasaje no aborda directamente la relación entre supervisor y subordinado. Miremos esto un poco más de cerca.

El amor cristiano en un mundo pecaminoso

Como todas las amonestaciones de las Escrituras, Mateo 18 debe aplicarse con sabiduría, de una manera apropiada a las circunstancias particulares. Ese pasaje no está dirigido específicamente a los desafíos del lugar de trabajo, sino a algo más significativo y de valor eterno: la relación entre hermanos y hermanas cristianos en medio de la comunidad de la iglesia local. No obstante, todavía puede orientarnos en el manejo de situaciones difíciles entre creyentes que trabajan juntos, especialmente en un ministerio cristiano.

La mejor manera de resolver las disputas rutinarias en el lugar de trabajo es plantearlas a un supervisor en el área a medida que surgen

Los cristianos muestran la marca de Cristo al amarse bien unos a otros, así como Jesús nos amó (Jn 13: 34–35). Pero la realidad es que todavía pecamos (1 Jn 1:10). Nos ponemos de mal humor. Hacemos cosas que son molestosas, aun egoístas. Nos enojamos y usamos palabras que hacen daño. A veces, y este es un peligro real para los cristianos en el liderazgo, tomamos decisiones necias y desagradables que dañan a las personas que dependen de nosotros. Nuestro pecado rompe la comunión con Dios y con los demás.

Afortunadamente, Dios conoce nuestras debilidades y nos dice cómo manejar el conflicto ocasionado por nuestro pecado. El primer paso es evaluar cuidadosamente si somos los que estamos en falta. Quizás hay un tronco grande y gordo que sobresale de nuestro ojo y que empaña nuestra visión (Mt 7:4-5). Si hemos hecho daño a alguien, nuestra obligación es confesarnos a Dios y a los demás de inmediato (1 Jn 2:9; Stg 5:16). También debemos mostrar nuestro arrepentimiento haciendo las cosas bien, en la medida de lo posible (Lc 19:8).

Pero ¿qué pasa si la otra persona, en este caso tu jefe, es quien realmente está en falta?

Cubrir o confrontar

En ese momento, los cristianos tienen dos opciones. La primera opción es cubrir el pecado en amor (1 P 4:8; Pr 10:12). A veces, una infracción es menor, inadvertida, excepcional. Escalar tales incidentes no beneficia a nadie. Con la ayuda del Espíritu Santo, debemos pasar por alto y olvidar esos pecados.

Sin embargo, otros delitos son más graves. El compañerismo entre cristianos, así como el compañerismo del ofensor con Cristo, puede verse amenazado. En tales casos, cubrir el pecado no sería amoroso en absoluto. Estos son los pecados que abordamos directamente, también con amor (Ef 4:15; Gá 6:1; Stg 5:19).

Ninguna de las dos opciones es fácil. Cuando cubrimos los pecados de alguien, intencionalmente dejamos a un lado la irritación, sacrificando la comodidad personal. Pero enfrentar el pecado puede ser aún más difícil. Se requiere valor para decir la verdad, con cuidado, sin garantía de cómo responderá el ofensor.

Las Escrituras son claras: estas son las únicas dos opciones para abordar el pecado de un hermano creyente. Por ejemplo, Dios no nos permite enfrascarnos en resentimiento (1 Co 13:5) o desahogar nuestra frustración en chismes (Ef 4:29, 31). La disciplina de Mateo 18, en particular, está diseñada para minimizar los chismes y las acusaciones falsas (Mt 18:16).

Mateo 18 en la oficina

Cuando cubrimos los pecados de alguien, intencionalmente dejamos a un lado la irritación, sacrificando la comodidad personal

No conozco la naturaleza del problema que te preocupa a ti y a tus colegas. Pero digamos que tu supervisor ha actuado de alguna manera que no puedes ignorar en buena conciencia.

Según Mateo 18, primero debes confrontarlo en privado. (Nuevamente, estamos sacando principios, no prescripciones, ya que este no es un contexto de iglesia). Si tu supervisor es un hombre y eres una mujer, te animo a que uses tu sentido común: reúnete durante el horario laboral, con otras personas cerca en el área general, preferiblemente en una oficina con ventanas o en el exterior. Si él no te escucha, intenta nuevamente con uno o dos cristianos más. Si todavía no escucha, habla con los ancianos de tu iglesia local. Ellos podrán orientarte sobre la posibilidad de una mayor resolución cristiana.

Como has podido observar, hablar directamente con tu supervisor es intimidante debido al desequilibrio de poder. Sin embargo, Mateo 18 no contiene excepciones para una persona pobre lastimada por una persona rica, un funcionario lastimado por un subalterno o aun un esclavo lastimado por un amo. Somos iguales en Cristo (Gá 3:28), e igualmente responsables de manejar nuestras disputas de una manera piadosa. Si el ofensor creyente responde de una manera piadosa o elige tomar represalias, esa es su responsabilidad.

Digamos que tu supervisor muestra una falta de arrepentimiento obstinada a pesar de tus exhortaciones y los esfuerzos de la iglesia. En ese momento, puedes considerar tus opciones seculares para presentar una queja. Dependiendo de la gravedad de la situación, puede ser necesario involucrar a una agencia gubernamental o encontrar un abogado. Por otro lado, también es posible que descubras nueva información a través de Mateo 18 que te ayude a comprender mejor la perspectiva de tu supervisor, permitiéndote, al fin de cuentas, cubrir la ofensa.

Más allá de cómo tu supervisor responda, el tiempo y el esfuerzo que dediques a utilizar Mateo 18 no es una pérdida. Los cristianos deben tratar de resolver las disputas como cristianos, siempre que sea posible, por el bien de nuestro testimonio (1 Co 6:1-8).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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