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Al momento, un muerto y cuatro heridos de gravedad es el resultado de un tiroteo en una escuela de Monterrey, Nuevo León, México.

Según reportes, un alumno de 15 años de edad atacó con un arma de fuego a dos compañeros y a su maestra, y luego buscó suicidarse. Los tres heridos siguen siendo atendidos, mientras que el agresor falleció por el disparo algunas horas después.

El tiroteo ocurrió en el Colegio Americano del Noreste, una escuela bilingüe ubicada en un área acomodada y de influencia al sur Monterrey. No hay información conclusiva en cuanto al origen y al tipo del arma utilizada. Aunque se desconoce el motivo del ataque, se informó que el joven agresor sufría de depresión y estaba recibiendo tratamiento.

Esta noticia es chocante no solamente por su naturaleza, sino porque, por la gracia de Dios, incidentes como estos son muy poco comunes en Latinoamérica. A diferencia de Estados Unidos, en donde se han reportado numerosos tiroteos en escuelas (solo en año 2016, 186 tiroteos), entre ellos, el famoso caso de la escuela secundaria Columbine, y más recientemente, la masacre en Virginia Tech y en una universidad local en el estado de Oregon—, los casos similares en América Latina son muy escasos. A la vez, y muy lamentablemente, el último tiroteo similar sucedió en 2014, también en México.

A los cristianos, seamos mexicanos o no, esta noticia nos llena de tristeza y nos recuerda que vivimos en un mundo caído en donde la violencia es una realidad del día a día. Nos incita a ponernos de rodillas a interceder por las familias de los afectados, los funcionarios de la escuela, y la comunidad alrededor, y a buscar maneras de ayudar. También nos hace preguntarnos si hay algo más que se puede hacer para prevenir incidentes como este.

¿Cómo es posible que un adolescente haya tenido acceso a un arma de fuego? ¿Podría la escuela haber tenido más altos mecanismos de seguridad? ¿Se podría haber hecho algo más en el tratamiento que el agresor estaba recibiendo por su depresión? ¿Puede que alguien o algo más haya impulsado al joven a cometer este crimen?

El amor de Dios demostrado en enviar a su Hijo a morir en lugar de pecadores nos recuerda que hay misericordia para todos aquellos que se arrepienten y ponen su fe en Él. Nos incentiva, asimismo, a reflejar ese mismo amor siendo misericordiosos con otros, llorando con los que lloran, y haciendo todo lo que esté de nuestra parte para que en nuestro derredor reine la paz.


Crédito de imagen: @alertasurbanas en Forbes.

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