“Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera”, Mateo 11:30.
A veces hablamos mucho del precio a pagar por ser discípulos de Jesús. Hablamos de tomar nuestra cruz diariamente y seguirlo, y de morir todos los días a nuestros deseos, preferencias, y pecado.
Todo esto es verdad. Pero para los que hemos experimentado el perdón de nuestras culpas, el nuevo nacimiento, y sus nuevos afectos, estos “sacrificios” para nada son gravosos. Son simplemente expresiones de gratitud, de amor, y de adoración a nuestro Salvador.
Sin duda, hay momentos en que la carga se hace más pesada por ser una temporada especial, o por las luchas de nuestro propio corazón que nos llevan a tomar más responsabilidades, como la dificultad para decir “no” y el afán por encontrar una justificación propia en nuestras obras.
Entonces empezamos a compararnos con otros y a criticar la falta de compromiso de los demás, hasta perder el gozo. Esta actitud provoca que nuestra relación afectiva con nuestro Padre termine siendo de todo menos afectiva. Se convierte en un intento de fría y mecánica descarga de información para las tareas del día.
Cuando esto sucede, tenemos que reconocer que hemos puesto sobre nuestros hombros cargas que no nos corresponden. Con un corazón humilde (v. 29), necesitamos venir a Jesús una vez más para rendir nuestras vidas a Él. “Vengan a mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar” (Mt. 11:28).
Ciertamente hay sacrificios por hacer en la obra del Señor, pero las buenas noticias para ti y para mí son que Jesús ya llevó la carga más pesada. Él llevó la carga de nuestras culpas y pecados, a nuestro favor y en nuestro lugar, para que tú y yo hoy podamos con alegría y ligereza de corazón no tomarnos tan en serio a nosotros mismos. Ahora podemos ser parte de Su maravillosa obra de reconciliación y restauración alrededor del mundo.
Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.
