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Números 16 – 17   y   Hechos 17 – 18

“Y se rebeló Coré, hijo de Izhar, hijo de Coat, hijo de Leví, con Datán y Abiram, hijos de Eliab, y On, hijo de Pelet, hijos de Rubén, y se alzaron contra Moisés, junto con algunos de los hijos de Israel, doscientos cincuenta jefes de la congregación, escogidos en la asamblea, hombres de renombre”, Números 16:1-2.

No hay término más apetecido en nuestro recién estrenado milenio que la palabra Líder. El estado, las universidades, los partidos políticos, las religiones, las organizaciones no gubernamentales, las empresas y todos los demás conglomerados humanos están buscando definir las características de los futuros gobernantes de nuestro pequeño planeta azul. Nadie se puede quedar atrás, las masas esperan por su líder. Pero, ¿cuál es el perfil de un verdadero líder? La historia nos ha demostrado que la fauna dirigencial puede ser tan diversa como ayer lo fueron Gandhi y Hitler y hoy en día Clinton y el Dalai Lama. En nuestra porción bíblica de hoy nos encontramos con dos estilos de liderazgo completamente distintos: el de Coré y Apolos.

Coré era descendiente de Leví y  parece que era de gran influencia entre los influyentes de Israel. Con una gran  convocatoria basada en un mensaje en contra del liderazgo de Moisés y Aarón dio inicio a su fugaz carrera dirigencial. Su estilo de liderazgo confrontacional tenía el siguiente argumento que esbozó delante de Moisés y su hermano: “Y se juntaron contra Moisés y Aarón, y les dijeron:¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y el SEÑOR está en medio de ellos. ¿Por qué, entonces, os levantáis por encima de la asamblea del SEÑOR”, Números 16:3.

Mediante un sencillo análisis podemos inferir que Coré suponía que cualquiera de los israelitas podía ejercer el liderazgo que Moisés y Aarón ejercían; y por otro lado, ponía en tela de juicio la fuente de su autoridad. No hay mejor slogan para iniciar una carrera política que: “Los viejos a la tumba… los jóvenes al poder”, Coré estaba tomando de las insatisfacciones del pueblo hebreo para proponerse a sí mismo como la esperanza de Israel. Era tan fino el trabajo de desestabilización del liderazgo de Moisés y Aarón que antes de que medie la más mínima oportunidad de clarificación, “Así reunió Coré a toda la congregación en contra de ellos a la puerta de la tienda de reunión…”, Números 16:19a. Aun más, se negaron a cualquier tipo de diálogo, cerrando las puertas para mantener la unidad y el respeto por aquellos que estaban ejerciendo el gobierno en ese momento.

Cuando Moisés hizo llamar a Datán y Abiram, ellos respondieron: “ … No iremos. ¿No es suficiente que nos hayas sacado de una tierra que mana leche y miel para que muramos en el desierto, sino que también quieras enseñorearte sobre nosotros? En verdad, tú no nos has traído a una tierra que mana leche y miel, ni nos has dado herencia de campos y viñas. ¿Les sacarías los ojos a estos hombres? ¡No iremos!”, Números 16:12,14. Cuando escribo esto parece que estuviera comentando cualquier pleito político de nuestro tiempo en cualquier país del mundo. La pregunta que surge es: ¿Es el estilo de liderazgo que el Señor está buscando? Moisés llegó responderle a Coré con algunos consejos que yo considero verdaderos principios para todo aquel que quiera considerarse un líder:

1. El tipo de liderazgo que el Señor espera de sus hijos es del tipo de servicio en que ponemos los intereses de los demás antes que los nuestros. Es un liderazgo que responde a una convocatoria de Dios para atender los asuntos que Él crea convenientes: ”¿No os es suficiente que el Dios de Israel os haya separado del resto de la congregación de Israel, para acercaros a sí, a fin de cumplir el ministerio del tabernáculo del SEÑOR, y para estar ante la congregación para ministrarles”, Números 16:9.

2. El tipo de liderazgo que el Señor espera de nosotros no tiene como objetivo el ir escalando posiciones para llegar al lugar más alto del organigrama jerárquico, es más bien, sentirse parte de un verdadero organismo en donde cada parte cumple una función vital para mantener a todo un cuerpo con vida y con salud. Muchos problemas se me presentarían si a mi riñón se le da por querer actuar como si fuese ojo, o que anhelase ocupar el lugar de mi corazón. El sentimiento corporativo es fundamental para ejercer un liderazgo cristiano. Por eso es que Moisés, intentando descubrir los oscuros intereses de Coré y sus secuaces, se atreve a preguntar: “… ¿Procuráis también el sacerdocio?”, Números 16:10b.

3. El liderazgo que el Señor espera de nosotros debe ser consciente de que el Líder por excelencia es el mismo Dios y que todos los hombres son siervos del Gran Rey. Coré y sus seguidores miraron exclusivamente a Moisés y Aarón y se olvidaron que la verdadera cabeza de Israel era Jehová. Todo liderazgo correctamente establecido debe mirar al Señor para recibir de Él las instrucciones. “Por tanto, tú y toda tu compañía os habéis juntado contra el SEÑOR; pues en cuanto a Aarón, ¿quién es él para que murmuréis contra él?”, Números 16:11.

La carrera dirigencial de Coré y los demás acabó muy pronto. El Señor demostró, mediante un acto absolutamente sobrenatural, que Él es el Líder de Israel y que nadie ejerce más autoridad que la que Él mismo delega. La tierra se abrió y “ … los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré, y a todos sus bienes”, Números 16:32. Coré hizo caer con él a más de catorce mil personas. Después de su desaparición la semilla de su rebeldía se extendió entre miles de personas que también se rebelaron contra Moisés y que Dios abatió inmediatamente. Si solo esto es ser líder, Coré lo fue. Pero, no basta con saber arengar, también es necesario reconocer la responsabilidad que el ser líder trae consigo. Más de catorce mil personas murieron en Israel por seguir a un hombre con un mensaje equivocado; millones murieron después de que Adolfo Hitler le hiciera creer a toda una nación un mensaje errado; muchos se inmolaron creyendo a los mensajes religiosos apocalípticos de un desquiciado como David Koresh; Nietszche acabó con su cordura cuando anunció a los cuatro vientos la muerte de Dios. Podemos seguir citando a muchos líderes que enterraron los ideales de millones de hombres y mujeres a lo largo de la historia cuando no entendieron y no supieron hacer un uso positivo de su capacidad dirigencial.

El liderazgo es servicio y así lo entendió Apolos en el Nuevo Testamento. Él está en el extremo opuesto a Coré y a todos lo que mencionamos anteriormente. Poco sabemos de este hombre, salvo que era de un carácter vibrante y de un profundo conocimiento de las Escrituras. Veamos en él, algunas características de un verdadero líder:

1. El líder debe ser una persona instruida en los campos en los que desea ejercer influencia. Asimismo, esta persona educada debe tener un profundo interés por compartir aquello que conoce a profundidad. “Este había sido instruido en el camino del Señor, y siendo ferviente de espíritu, hablaba y enseñaba con exactitud las cosas referentes a Jesús, aunque sólo conocía el bautismo de Juan”, Hechos 18:25.

2. El líder debe ser una persona muy dispuesta a escuchar y siempre atento a la innovación y consecuente cuando es necesario la rectificación. Apolos solo conocía el testimonio de Juan el Bautista, por lo que no sabía que Jesús ya había venido. Priscila y Aquila, matrimonio amigo de Pablo, le aclararon ciertos puntos que Apolos (que conocía bien la Biblia) no dudó en aceptar: “…Pero cuando Priscila y Aquila lo oyeron, lo llevaron aparte y le explicaron con mayor exactitud el camino de Dios”, Hechos 18:26.

3. El líder es una persona con visión que está dispuesto a arriesgarse por abrir fronteras y aceptar nuevos desafíos. Y todo desafío que se plantea no es para beneficio personal, sino para enriquecer a los demás. “Cuando él quiso pasar a Acaya, los hermanos lo animaron, y escribieron a los discípulos que lo recibieran; y cuando llegó, ayudó mucho a los que por la gracia habían creído, porque refutaba vigorosamente en público a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo”, Hechos 18:27-28.

Todos nosotros ejercemos algún tipo de liderazgo sea doméstico, escolar, laboral, político, religioso o de un equipo de fútbol de barrio. Pero, sin importar dónde estemos,  todos los cristianos debemos ejercer un liderazgo renovador y transformador en medio de un mundo caotizado y desesperanzado. Sin embargo, la promesa de Jesucristo para Pablo el líder la podemos hacer extensiva para todos los cristianos que no quieren quedarse sentados viendo como el mundo pasa delante de sus ojos: “Y por medio de una visión durante la noche, el Señor dijo a Pablo: No temas, sigue hablando y no calles; porque yo estoy contigo, y nadie te atacará para hacerte daño, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad”, Hechos 18:9-10.

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