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“Y José dijo a sus hermanos: ‘Acérquense ahora a mí.’ Y ellos se acercaron, y les dijo: ‘Yo soy su hermano José, a quien ustedes vendieron a Egipto’” (Génesis 45:4).

¡Qué increíbles son los caminos y planes que Dios tiene para sus hijos!

Podemos, y debemos, planear nuestra vida lo mejor posible para su gloria, viviendo con intencionalidad. Debemos buscar ser ciudadanos responsables y cristianos que buscan servir bien a su generación, dejando un buen legado para la siguiente.

Sin embargo, las cosas raras veces llegan a ocurrir como lo pensamos y planeamos. En realidad, nuestra historia y destino no están bajo nuestro control como muchas veces creemos, sino bajo el de Dios.

En este pasaje, vemos a José reencontrarse con sus hermanos que le habían hecho daño vendiéndolo a los egipcios, separándolo de su familia, y “robándole” parte de su juventud.

Dios había mostrado a José desde niño y en sueños, cosas que sucederían tiempo después, pero que en aquel momento él no reconocía como conectadas con luchas en su corazón. Los sueños en que se veía en una posición en que sus hermanos y hasta su mismo padre un día se arrodillarían ante él, llegaron a cumplirse. Sin embargo, Dios había obrado de tal manera en el corazón de José, que él ahora ya no estaba interesado en recordarles estos sueños.

Había otras cosas más importantes que asegurarse que ellos reconocían que él había estado en lo correcto. Y es que muchas veces (como he escrito antes), el medirnos en relación a otros es una manera de justificarnos, de asegurar que otros saben que nosotros estamos bien, y aún que somos mejores que ellos.

“Ahora pues, no fueron ustedes los que me enviaron aquí, sino Dios. Él me ha puesto por padre de Faraón y señor de toda su casa y gobernador sobre toda la tierra de Egipto” (Génesis 45:8).

Solo un corazón libre puede “dejar ir” esta oportunidad para reivindicarse. Solo un corazón que ha experimentado, como José, una obra de gracia en su vida, puede reconocer que Dios ha sido bondadoso y ha estado aún detrás de las tragedias de su vida. Solo un corazón que se sabe amado incondicionalmente, puede extender amor a otros a pesar de haber sido lastimado por ellos. Solo un corazón libre puede pensar primero en hacer todo para la gloria de Dios, siendo usado por Él para ser de bendición en la expansión de su Reino.

Las buenas noticias para ti y para mí son que, aunque esta lucha por reivindicarnos está más presente en nuestros corazones de lo que quisiéramos reconocer, nuestro Padre está comprometido a liberarnos de estas cadenas, aunque tengamos que pasar por tragedias en nuestras vidas. Podemos estar seguros de que Él estará siempre a nuestro lado, hasta que complete su obra perfecta.

Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.


Imagen: Lightstock.
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