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“Pero si ustedes se muerden y se devoran unos a otros, tengan cuidado, no sea que se consuman unos a otros” (Gálatas 5:15).

Este versículo impactante habla de la realidad de nuestra naturaleza humana caída.

Luchamos diariamente con el sentirnos afirmados y aceptados en relación a los demás. Buscamos una justificación a nuestra existencia, a nuestro paso por este mundo. Necesitamos una manera de medir que estamos bien. Vivir así es una presión constante ante las cambiantes expectativas que ponemos sobre nosotros mismos o se ponen sobre nosotros.

Esta lucha se refleja en nuestras frustraciones y se revela a través de nuestros comentarios y nuestra apreciación verbal de las cosas, personas, o situaciones que enfrentamos a diario.

La lengua, así como nuestros sentimientos, nos provee de oportunidades para examinar nuestro corazón. Lo que decimos, y cómo lo decimos, habla mucho de nuestra condición espiritual. Un corazón atado a la opinión de los demás, por ejemplo, busca a toda costa esa justificación que necesita. Al hablar, expresará su crítica hacia los demás que no son como él o ella.

Por eso, Santiago habla sobre cómo “ningún hombre puede domar la lengua. Es un mal turbulento y lleno de veneno mortal… De la misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así” (v. 3:8-10).

El estándar de santidad de Dios permanece inamovible y aunque nuestra santificación es una lucha personal, es importante reconocer que ella es un proyecto en comunidad, porque es allí donde muchas de las dinámicas de la lengua se manifiestan.

Las buenas noticias para ti y para mí son que esta obra santificadora de Dios está conectada, según el pasaje de Gálatas, con la obra de su Espíritu en nosotros y su fruto al expresarnos con humildad y gracia hacia los demás.

Reconocer esto nos debe llevar a una respuesta de arrepentimiento al correr una vez más a la cruz. Allí encontramos la provisión de Dios en la obra de su hijo en nuestro favor y recodemos en agradecimiento que Aquel que comenzó una obra en nosotros será fiel en completar (Fil. 1:6).

Piensa en esto hasta que tu corazón responda gozosamente en adoración.


Imagen: Lightstock.
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