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La cuarentena ha sido difícil para muchas de nosotras. He hablado con amigas que me cuentan lo retador que es para ellas manejar los quehaceres del hogar, cuidar a los niños y ayudarles con sus clases virtuales, trabajar de manera remota, atender a sus esposos, etc.

Dentro de este tipo de conversaciones, he escuchado el siguiente comentario o algo similar: “Debes agradecer a Dios por tu soltería, porque tú no tienes que hacer nada de esto”. La mayoría de las veces, solo sonrío y me quedo callada. Sin embargo, me he hecho la pregunta honesta: ¿Es mejor estar soltera durante esta cuarentena? 

La realidad de algunas es el sueño de otras

Quizás es irrisorio decir esto (mis amigas casadas puedan pensar: “no sabes lo que dices, ¡ten cuidado con lo que pides!”), pero estar casada y formar mi propia familia es un anhelo en mi corazón. Cuando veo a mis amigas casadas, digo: ¡qué gran privilegio! Ustedes pueden pasar tiempo con sus hijos y esposos, tener conversaciones edificantes en familia sobre lo que está sucediendo, orar y servir juntos, y especialmente ser testigos de cómo Dios va trabajando en los corazones de los suyos.

Tanto la soltería como el matrimonio vienen con sus privilegios y con sus sacrificios

Sé que criar no es fácil (sus hijos son pecadores), y sé que el matrimonio tampoco (ellas están casadas con un pecador), pero mis amigas casadas tienen una realidad preciosa y una oportunidad enorme de invertir en la vida de su familia como nunca antes. Muchas pueden recordar los días cuando decían: “quisiera tener más tiempo para estar en casa con mis hijos y mi esposo”. Hoy Dios les regala una oportunidad grandiosa para invertir en la familia y dinámica del hogar, estrechar los lazos de la unidad entre ustedes, y hacer las cosas que no tenían tiempo de hacer. ¡No desperdicien esto!

La soltería también tiene sus retos

Mi realidad como soltera es muy diferente a la realidad de las casadas (¡y ni hablar de las que por alguna circunstancia están criando solas!). Pero, aunque es una realidad distinta y quizás con menos “cosas” por hacer que impliquen un esfuerzo físico y mental extraordinario, este tiempo también ha traído varios retos para las solteras.

Por ejemplo, ahora más que nunca, puedo decir que he apreciado más mi soledad. Esta es una realidad muy especial para mí porque casi todas mis amigas están casadas, así que ellas tienen un tiempo limitado para hablar por teléfono o por Zoom. Hacer buen uso del tiempo que tenemos en nuestras manos es otro reto. Algunas de nosotras estamos trabajando, pero las que no lo están luchan con no pasar tanto tiempo en Netflix o tratando de controlar los pensamientos que les llegan sin avisar.

Ya sea que estemos casadas o solteras, el Señor nos da la gracia que necesitamos para asumir cada rol

En ese mismo tenor, el distanciamiento social aumenta la ansiedad y el temor de no poder conocer a alguien con quien casarnos, llevándose la esperanza de que nuestra soltería no iba a ser tan larga después de todo. En ocasiones nos puede llevar a maquinar cómo “solucionar el problema” sin antes orar, buscar consejo, o tener la convicción de que estamos tomando una decisión adecuada.

Hay gracia en Cristo

Entonces, ¿es mejor estar soltera o casada en esta cuarentena? Si analizamos bien, los retos siempre han estado ahí para solteras y casadas, solo que la cuarentena nos ha enfrentado con nuestra realidad porque la ha magnificado como una célula bajo un microscopio. Tanto la soltería como el matrimonio vienen con sus privilegios y con sus sacrificios. ¿Qué es mejor? Lo mejor es lo que Dios orquestó para nosotras en este tiempo, en su buena y soberana voluntad.

Ya sea que estemos casadas o solteras, el Señor nos da la gracia que necesitamos para asumir cada rol y eso es más que suficiente (2 Co. 12:9). Después de todo, nuestra identidad no está en “soltera” o “casada”, sino en que somos hijas adoptadas a través de la fe en nuestro Señor Jesucristo (Jn 1:12) . Como hijas, tenemos mejores promesas que las que un matrimonio o un estado de soltería nos puede ofrecer: una herencia reservada en los cielos (Ef. 5:11). 

Nuestra identidad no está en “soltera” o “casada”, sino en que somos hijas adoptadas a través de la fe en nuestro Señor

Así que, casadas, disfruten esta etapa con sus esposos e hijos (o con sus hijos si están criando solas). Vean este tiempo como un regalo de Dios para invertir en las personas que tienen a su alrededor. Mi oración es que el Señor les fortalezca y ponga gozo en sus corazones al servir a su familia, y que ellos puedan sentirse amados por ustedes mientras le sirven.  

Y a nosotras que estamos solteras, me digo y les digo, amemos y disfrutemos esta etapa que Dios nos regala. Tengamos cuidado de no compararnos o de envidiar las vidas de las casadas. Aprovechemos el tiempo para profundizar en nuestra relación con el Señor y procuremos que Él sea nuestra fuente suprema de gozo. Busquemos cómo servir a las personas a nuestro alrededor y cómo contribuir con nuestra iglesia local. Tengamos cuidado de no tomar decisiones apresuradas o por motivaciones incorrectas. Cuidemos nuestros ojos y corazones con lo que vemos y dejamos entrar en ellos, y aquí hablo especialmente para aquellas que disfrutan de películas o series románticas que nos hacen anhelar desesperadamente lo que Dios no nos ha dado aún en su bondad, y nos llevan a la queja o, peor aún, a tener expectativas incorrectas.

Confíemos en la bondad y fidelidad de Dios hacia nosotras y busquemos su compañía con afán: ¡en verdad no estamos solas! Acerquémonos juntas al trono de gracia, donde podremos hallar misericordia y “gracia para la ayuda oportuna” (Heb. 4:16).

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