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Nota del editor: 

El pastor John Piper recibe preguntas en su programa: Ask Pastor John. A continuación su respuesta a una de esas preguntas.

¿Cómo es que la soberanía de Dios sobre cada vida no nos convierte en robots? ¿Qué posición ocupan la voluntad y la toma de decisiones en los seres humanos? Y ¿cómo gobierna Dios sobre todo esto? Excelentes preguntas hechas por Max, quien vive en Lincoln, Nebraska.

“Pastor John, gracias por todos sus episodios a lo largo de los años. Este podcast nutre mi alma. Pero también soy cabeza dura, y muchos puntos teológicos importantes me llegan muy lentamente. ¿Puede explicar de nuevo cómo es que la soberanía de Dios sobre las decisiones y acciones humanas viene a través de su control sobre nuestros afectos, de modo que no somos robots que responden momento a momento a órdenes individuales y pautas en situaciones, sino que Él tiene el control de nuestras decisiones a medida que elegimos libremente lo que nosotros queremos? Creo que estoy a punto de entenderte a ti, a Edwards, y a la tradición reformada acerca de esto, pero ¿puedes dejarlo todo claro en diez minutos (para que Tony no te regañe de nuevo por extenderte demasiado?)”.

Bueno, no es muy probable que pueda explicar en diez minutos lo que dos mil años de historia de la Iglesia no han podido aclarar por completo a las mentes mas exigentes. Pero no hay muchas cosas que sean más importantes que la soberanía de Dios en nuestras vidas personales y en nuestra toma de decisiones.

Nuestra perspectiva en este asunto impacta cómo adoramos, servimos, y hasta cómo perseveramos como cristianos, así que intentémoslo. Voy a exponer siete puntos de lo que creo es la visión bíblica de la relación entre la voluntad humana y la soberanía de Dios. Cada uno podría tener un libro escrito al respecto, por lo que estos son simplemente los puntos principales, con pasajes bíblicos para pensar.

1.  Esclavitud demoledora

Hasta ese precioso momento en que alguien nace de nuevo por el poder del Espíritu Santo de Dios, todos los seres humanos, desde Adán, son espiritualmente ciegos (2 Co. 4:4). Tienen entenebrecido su entendimiento, y están endurecidos en sus corazones (Ef. 4:18).

El profundo mal en los corazones de todos los seres humanos no limita la plena soberanía de Dios sobre todas las cosas.

No pueden captar las verdades espirituales (1 Co. 2:14). Son rebeldes contra Dios (Ro. 8:7), están espiritualmente muertos en sus delitos y pecados (Ef. 2:1), esclavizados al pecado (Ro. 6:6), e incapaces de agradar a Dios (Ro. 8:8). Ese es el punto número uno: una esclavitud demoledora.

2.  Amor a la oscuridad

Todas las personas siguen siendo responsables en esta condición y, por lo tanto, responsables ante Dios. Están justamente sujetos a juicio porque esta oscuridad en la que se encuentran, esta esclavitud, tiene su poder sobre ellos, pero no en contra de su voluntad o en contra de sus deseos, sino precisamente por su voluntad y por sus deseos. En otras palabras, ellos aman el pecado.

Jesús dijo en Juan 3:19: “Y éste es el juicio: que la Luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la Luz, pues sus acciones eran malas”.

El problema no es que nos falte luz, sino que amamos la oscuridad. Esta no es una esclavitud en contra de la voluntad de las personas. Esto es una esclavitud de acuerdo a su voluntad.

3.  Soberanía sin obstáculos

Este profundo mal en los corazones de todos los seres humanos no limita la plena soberanía de Dios sobre todas las cosas, incluyendo la voluntad humana caída.

“Como canales de agua es el corazón del rey en la mano del Señor; Él lo dirige donde le place”, Proverbios 21:1.

“El Señor los había llenado de regocijo, y había vuelto hacia ellos el corazón del rey de Asiria para animarlos en la obra de la casa de Dios, el Dios de Israel”, Esdras 6:22.

En Génesis 20:6 Dios le dijo lo siguiente a Abimelec, el rey pagano, que no había cometido adulterio con Sara: “Fui yo quien te impidió pecar contra mí”. En otras palabras, Dios estaba gobernando aun mediante la voluntad de un rey pagano.

“Los propósitos del corazón son del hombre, pero la respuesta de la lengua es del Señor”, Proverbios 16:1.

“Porque en verdad, en esta ciudad se unieron tanto Herodes como Poncio Pilato, junto con los Gentiles y los pueblos de Israel, contra tu santo Siervo Jesús, a quien tú ungiste, para hacer cuanto tu mano y tu propósito habían predestinado que sucediera”, Hechos 4:27-28.

Dios está profunda y completamente en control de la voluntad caída del hombre.

4.  Una nueva voluntad

Mediante la obra soberana Dios, que regenera y da vida, que sana la ceguera, que reemplaza la dureza y hace brillar la luz del Espíritu Santo, Él sustituye la ceguera por la luz de la realidad. Él rompe la esclavitud engañosa del pecado y libera a la gente.

No somos controlados ni forzados en contra de nuestros deseos o en contra de nuestra voluntad, sino dirigidos mediante nuevos y poderosos deseos.

Eso es lo que significa ser salvo; eso es lo que significa convertirse o nacer de nuevo. En 2 Corintios 4:6 se lee: “Pues Dios, que dijo: ‘De las tinieblas resplandecerá la luz’, es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Cristo”. Ese es el significado de la conversión.

Romanos 6:20-22 lo dice de esta manera: “Porque cuando ustedes eran esclavos del pecado, eran libres en cuanto a la justicia. ¿Qué fruto tenían entonces en aquellas cosas de las cuales ahora se avergüenzan? Porque el fin de esas cosas es muerte. Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tienen por su fruto la santificación, y como resultado la vida eterna”.

Esta servidumbre a Dios (que está presente en el regenerado, en el nacido de nuevo) es el mismo tipo de esclavitud que teníamos en relación con el pecado, en este sentido: no es una esclavitud contraria a nuestra voluntad. Fuimos esclavizados al pecado porque el pecado nos parecía tanto bueno como deseable. Nuestra voluntad estaba entregada plenamente al pecado. Ahora somos siervos de Dios porque Dios se ve sumamente bueno y deseable para nosotros. Nuestra voluntad está plenamente entregada a Dios. Eso es lo que sucedió en el nuevo nacimiento.

5. La verdadera libertad

Esta nueva esclavitud para con Dios es la verdadera libertad por tres razones.

Al igual que la esclavitud del pecado, es completamente voluntaria. No somos controlados ni forzados en contra de nuestros deseos o en contra de nuestra voluntad, sino dirigidos mediante deseos nuevos y poderosos.

Estos nuevos deseos, a diferencia de los deseos por el pecado, están de acuerdo y en armonía con lo que es verdadero, bello, y duradero: la justicia de Dios. Se alinean con la voluntad de Dios. De acuerdo con Juan 8:32, no estamos siendo engañados. Hemos sido liberados del engaño.

Esta nueva esclavitud para con Dios es la verdadera libertad porque nuestra antigua “libertad” terminaba en muerte eterna. Nuestra nueva libertad, esta esclavitud para con Dios, termina en el gozo eterno. No eres realmente libre si, haciendo lo que quieres hacer, terminas siendo miserable por toda la eternidad. Eres libre si haces lo que quieres hacer y no te arrepientes de ello ni en un millón de años.

6. De acuerdo a un plan

Esta nueva libertad no limita la plena soberanía de Dios sobre todas las cosas, incluyendo la voluntad humana redimida. Dios está obrando en nosotros aquello que es agradable a su vista. Dios está haciendo esto por medio de Jesucristo, a quien sea la gloria (Heb. 13:21). Así es; no para nosotros, sino para su gloria por los siglos de los siglos.

Esto no significa que no podamos contristar al Espíritu de Dios (Ef. 4:30). Pero sí significa que Dios se deja afligir como parte de su gran propósito, un propósito que siempre se cumple. Dice en Efesios 1:11 que Él hace todas las cosas según el consejo de su voluntad. En esta nueva libertad, Dios todavía es soberano sobre nuestras voluntades.

7. Un misterio que permanece

La manera en que Dios gobierna a los redimidos no comprometerá nuestra responsabilidad ni anulará esa libertad, que es una verdadera libertad. ¿Cómo puede ser esto? Ese es probablemente el meollo de la pregunta: ¿cómo puede ser esto?

Dudo que comprendamos por completo eso hasta que lleguemos al cielo. Hay un indicio de cómo podría ser en 2 Corintios 3:17-18: “Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad. Pero todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria”. Luego agrega que esto es hecho “como por el Señor, el Espíritu”.

Él comienza con: “El Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad”. Ahí es donde comienza en el versículo 17. Luego termina diciendo que esto es hecho “como por el Señor, el Espíritu”. En otras palabras, esto es lo que parece estar diciendo: cuando el Espíritu de Dios nos transforma de acuerdo a la voluntad de Dios para amar la voluntad de Dios, ser conformado según la voluntad de Dios, y así reflejar la gloria de Dios, esta es la verdadera libertad.

La razón por la cual esta es la verdadera libertad es que esta transformación está sucediendo al contemplar la gloria del Señor, no por ningún tipo de coacción forzada, sino al contemplar la gloria del Señor. Somos propulsados a medida que degustamos a Cristo. Ese sabor irresistible se despierta al ver a Cristo. En el pensar de Pablo, esto está en el centro, en el corazón de lo que es la verdadera libertad.

Cuando ves a Cristo por quién es, se despierta un gusto por Cristo tan auténtico y liberador que dice: “Donde está el Espíritu del Señor, hay libertad”.

Por supuesto, hay muchas más preguntas. Para algunas de ellas dudo que tengamos respuestas hasta que veamos a Jesús cara a cara. Pero creo que estos siete puntos son bíblicos y cruciales para disfrutar de nuestra libertad en Cristo y vivir dignamente bajo la gloriosa soberanía de Dios.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Juan Manuel López Palacios.
Imagen: Lightstock.
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