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La semana pasada mi hija llegó a casa con una pregunta sobre su tarea de matemáticas. Para algunos, las preguntas de matemáticas son mucho más temidas que el tener que hablar de cosas más íntimas, pero para mí estas discusiones son, por lo general, una delicia. Después de años de ser la madre que no tiene idea de cómo hacer diseños ingeniosos para proyectos escolares de nivel primario, por fin, con esto, estoy en mi zona de confort. He estado esperando y lista para este momento.

Por desgracia, mientras abríamos su libro enorme de geometría y leer la pregunta, me di cuenta, para mi vergüenza, que no tenía ni idea de cómo resolver el problema.

Swoosh … ese era el sonido de mi emoción saliendo por la puerta.

Y luego, hice lo que he hecho durante tantos años de estudio y de enseñar matemáticas. Tomé un lápiz en la mano, volví a leer la pregunta y le dije a mi hija, “Vamos a escribir todo lo que sabemos que es verdad”.

Mientras íbamos en el proceso de listar los hechos, poco a poco de repente se nos prendió el foco acerca de cómo resolver el problema.  Verificamos su respuesta en la parte posterior del libro y nos chocamos las manos cuando nos dimos cuenta de que habíamos conseguido la respuesta correcta.

Mientras mi hija y yo charlamos, le dije: “Uno de las mejores (y peores) cosas acerca de las matemáticas es que uno se acostumbra a la sensación de no saber. No es cómodo, pero si puedes trabajar superando la incomodidad, por lo general se puede averiguar el camino a seguir. La única cosa que hay que evitar es de levantar las manos al aire y ni siquiera intentarlo porque piensas que es demasiado difícil”.

Al reflexionar sobre nuestra discusión me di cuenta de que el estudiar matemáticas probablemente me preparó para el ministerio más que cualquier otro tema. La mayor parte del tiempo veo las luchas en mi propia vida y la vida de aquellos a mi alrededor y no tengo idea de qué hacer ni qué decir. Es tentador, el simple hecho de tirar mis manos al aire y elegir el renunciar porque estoy temerosa de no saber la respuesta correcta.

Sin embargo, he encontrado que el mismo proceso que utilizo para resolver problemas de matemáticas se puede aplicar también en la vida cotidiana. Cuando no encuentro una respuesta a algo, la mejor pregunta que me puedo hacer es, “¿Qué es lo que sé que es verdad?” Mientras medito en las verdades de Dios, Él responde a mis preguntas revelándose en nuevas maneras.  Estas son algunas de las verdades que regularmente me recuerdo a mí misma:

Dios reina sobre todas las circunstancias y está familiarizado con todos mis caminos (Salmos 139:2-5).

Todos mis días estaban escritos en su libro antes de que uno de ellos llegara a ser (Salmos 139:16).

Él nunca me dejará ni me abandonará (Deuteronomio 31:8).

Su amor por mí es constante y nunca se acabara (Romanos 8:38-39).

Dios no cambia (Malaquías 3:6).

Él es misericordioso, compasivo, lento para la ira, amoroso y justo (Éxodo 34:6-7).

Dios es bueno y fiel (Salmos 100:5).

Cualquier circunstancia que Él trae a mi vida, Él lo hace para mi bien y para hacerme más como Cristo (Romanos 8:28).

Él tiene bondad guardada para sus hijos (Salmos 31:19).

Mi herencia está reservada en el cielo, guardada por Dios, totalmente protegida y segura. No se puede echar a perder, oxidar, o desvanecer (1 Pedro 1: 3-5).

Me invita a orar y utiliza mis oraciones para hacer su voluntad (Colosenses 4: 2).

Dios está reinando sobre toda la creación (Job 38:1-41).

Sé que la injusticia y pecados de los demás (y la mía) están bajo su dominio (Génesis 50: 19-20, Hechos 2:23).

Vela por cada parte de mi vida, nunca duerme, siempre me protege del mal (Salmos 121:1-8).

Si yo estoy en Cristo, mi deuda se encuentra totalmente pagada y no hay ira por mis pecados (Romanos 8:1-4).

Con el sacrificio de Cristo en mi nombre, Dios ha satisfecho mi mayor necesidad. ¿Acaso no suplirá Él mis necesidades menores? Por lo tanto puedo confiar en Él con lo que retiene (Romanos 8:31-32).

La Biblia no es un libro que nos dice lo que debemos hacer en cada situación. Es un libro que revela a Dios. Su plan. Sus caminos. Su carácter. Lo que sabemos que es verdad acerca de Dios es lo que más necesitamos en medio de nuestros problemas diarios. Por medio de su carácter, su plan y sus mandamientos, Él nos guía y nos lleva. A veces Él nos ilumina solo por unos cuantos pasos en nuestro camino. Pero es suficiente. Él es suficiente. Su presencia nos asegura que nunca nos podemos perder, porque ya hemos sido encontrados.

Así que la próxima vez que te encuentres en ese lugar de no saber, apóyate en la incomodidad. Pregúntate: “¿Qué es lo que sé que es verdad?”. Descansa en esas verdades mientras esperas con expectación que Él te guie hacia las respuestas que buscas. A medida que conocemos a Dios, conocemos su voz y le seguimos (Juan 10:1-4). Su palabra es una lámpara para nuestros pies, luz brillante para nuestro camino.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Jhon Chavez. Crédito de imagen: Lightstock.
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