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Cada octubre, muchas personas de Estados Unidos y América Latina reservan tiempo para un “festejo” anual: debatir sobre el Día de Colón.

Desde que comenzó a celebrarse este día en el siglo XIX, varios grupos se han opuesto, desde el Ku Klux Klan hasta el Movimiento Indígena Americano y el Consejo Nacional de Iglesias. En las últimas décadas, sin embargo, el navegante italiano ha provocado fuertes reacciones en todo el hemisferio occidental, iniciando una nueva tradición en la que discutimos si era un explorador audaz y valiente o un colono cruel y genocida (o, a mi modo de ver, una mezcla de ambos).

Por eso, todos los años hablamos de los mitos de Colón (no, él no creía que el mundo fuera plano), o del horrible ser humano que era (se hizo de esclavos en su primer día en el Nuevo Mundo). Si bien esos son temas valiosos, rara vez consideramos el ángulo religioso, específicamente: cómo los puntos de vista escatológicos de Colón han cambiado nuestro planeta.

Colón pensaba que él era el nuevo Juan el Bautista

La mayoría de la gente sabe que Colón emprendió sus cuatro viajes a través del Atlántico en busca de una ruta occidental hacia el Oriente. Menos conocida es la motivación de sus viajes: Colón quería recaudar fondos para financiar una nueva Cruzada para recuperar las Tierras Santas.

La última Cruzada había terminado en 1192; 300 años antes de que Colón llegara al Nuevo Mundo. Él pensaba que era hora de comenzar de nuevo. Colón escribió en su diario que esperaba encontrar oro y especias “en tal cantidad que los soberanos… se prepararán para ir a conquistar el Santo Sepulcro; porque así insté a Sus Altezas, a que gastaran todos los beneficios de esta empresa mía en la conquista de Jerusalén”.

Sin embargo, el marinero no solo buscaba comenzar una guerra. Creía que él tenía un papel providencial qué cumplir en el comienzo de los “últimos días”. Así lo explica Reginald Stackhouse:

Al igual que otros, Colón creía que el mundo llegaría a su término 7,000 años después de la creación. Se pensaba que el mundo tenía 5,343 años con 318 días cuando nació Jesús. Desde entonces, habían pasado otros 1,501 años, quedando solo 155. Según ese cálculo, el fin sería en el año 1656. Claramente no había tiempo para que los creyentes desperdiciaran. Jesús había prometido que todas las profecías se cumplirían antes del final, y sus seguidores deberían dedicarse a cumplir su parte en ese cumplimiento.

Colón creía que la conversión de todos los pueblos al cristianismo y la reconquista de Jerusalén eran condiciones previas necesarias para la segunda venida de Jesús. También creía que estaba jugando un papel protagonista en el drama escatológico. Una vez escribió en su diario: “Dios me hizo el mensajero del nuevo cielo y la nueva tierra”.

¿El gran intercambio?

Si bien es tentador burlarse de sus delirios de grandeza milenialista, puede que no se haya equivocado por completo. Tal vez Dios lo estaba usando directamente, porque Colón desempeñó un papel fundamental en un evento que ha cambiado para siempre el curso de la creación: el “intercambio de Colón”.

El término fue acuñado en 1972 cuando el historiador Alfred W. Crosby publicó su libro The Columbian Exchange. El intercambio se refiere a las ramificaciones culturales y ecológicas que tuvo el desembarco de Colón en 1492 tanto en el hemisferio oriental como en el occidental.

Es posible que Colón no haya sido un “mensajero del nuevo cielo y la nueva tierra”, pero fue quien unificó el “viejo mundo y el nuevo mundo”. Como dice Crosby en su libro:

Los dos mundos, que Dios había separado, se reunieron, y los dos mundos, que eran muy diferentes, empezaron a parecerse desde ese día. Esa tendencia hacia la homogeneidad biológica es uno de los aspectos más importantes de la historia de la vida en el planeta desde que se retiraron los glaciares continentales.

Debido a que vivimos en este lado de la división histórica, es difícil para las personas modernas imaginar el mundo (o mundos) que existía antes del intercambio de Colón. Pero la transferencia generalizada de animales, culturas, ideas, plantas, poblaciones, y tecnología entre las dos áreas ha cambiado para siempre el planeta. Incluso tuvo una profunda influencia en la teología. Como señala Crosby:

La singularidad del Nuevo Mundo puso en tela de juicio toda la cosmogonía cristiana. Si Dios había creado todas las formas de vida en una semana en un lugar, y luego se habían extendido por todo el mundo, ¿por qué son tan diferentes las formas de vida en los hemisferios oriental y occidental? Y si todos los animales y hombres terrestres se habían ahogado, excepto los que estaban en el arca, y todo lo que existe ahora desciende de esos pocos elegidos, entonces ¿por qué existen diferentes tipos de animales y hombres a ambos lados del Atlántico? ¿Por qué no hay perezosos en los trópicos de África y Asia, y por qué los paganos peruanos adoran a Viracocha en lugar de Baal, o algún otro demonio que fuera familiar a los antiguos judíos? El esfuerzo por mantener la versión hebraica del origen de la vida y el hombre “puso a muchos cristianos eruditos bajo intensa presión”.

El problema tentó a algunos europeos a jugar con el concepto de creaciones múltiples, pero la masa de la gente se aferró al monogeneticismo. Tenían qué; era básico para el cristianismo.

Patatas y maíz y enfermedades infecciosas

Sin embargo, la controversia teológica desatada por Colón fue una mera onda en comparación con el efecto tsunami del intercambio de flora y fauna. Considere, por ejemplo, solo dos de los cientos de plantas que participaron en el intercambio: papas y maíz.

La papa no llegó a Europa hasta 1570. Pero dondequiera que se introdujo la papa, particularmente en Europa, Estados Unidos, y el Imperio Británico, la población creció rápidamente. Como señala Jeff Chapman, antes de la adopción generalizada de la papa, Francia lograba producir apenas el grano suficiente para alimentarse cada año. La papa hizo posible que los países de Europa aumentaran su seguridad alimentaria. La población irlandesa, por ejemplo, se duplicó a 8 millones entre 1780 y 1841, momento en el que casi la mitad de Irlanda se había vuelto totalmente dependiente de la cosecha. Un estudio encontró que la papa “tuvo un impacto positivo significativo en el crecimiento de la población, y explica el 12 por ciento del aumento en la población promedio después de la adopción de la papa”.

El maíz también tuvo un efecto similar en Europa, África, y Asia, lo que llevó a un rápido crecimiento de la población. “Si de repente los cultivos indios americanos no crecieran en todo el mundo, sería una tragedia ecológica”, escribió Crosby. “Representaría la masacre de una gran parte de la raza humana”.

Mientras el Nuevo Mundo proporcionaba plantas que aumentarían las poblaciones, el Viejo Mundo enviaba enfermedades infecciosas que devastarían a pueblos enteros. Algunas de las enfermedades que se introdujeron incluyen peste bubónica, varicela, cólera, difteria, influenza, lepra, malaria, sarampión, escarlatina, viruela, fiebre tifoidea, tifus, y fiebre amarilla.

El intercambio de Colón quizá llevó a una explosión demográfica en el Viejo Mundo, pero para muchos pueblos indígenas en el Nuevo Mundo, la llegada de Colón realmente marcó el comienzo del “fin de los tiempos”.

Si estás leyendo esto, es porque Dios usó a Colón

Los profundos efectos del intercambio de Colón, tanto positivos como negativos, son casi incalculables, y necesariamente complican nuestra reacción a la influencia de Colón. Podemos y debemos, por ejemplo, lamentar la extraordinaria pérdida de vidas que resultó del intercambio, y también estar agradecidos por las vidas que ayudó a crear (incluyendo, probablemente, tanto la suya como la mía). Entonces, ¿cómo juzgamos la influencia del navegante más polémico del mundo?

Quizá lo mejor que podemos hacer es maravillarnos con las acciones profundas y misteriosas de la providencia, y dejar que el ejemplo de Colón sirva como un recordatorio de que “muchos son los planes en el corazón del hombre, mas el consejo del SEÑOR permanecerá” (Pr. 19:21).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Imagen: Lightstock.
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