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Recuerdo que en una ocasión, cuando estaba oficializando la boda de una pareja, el novio se salió del libreto durante la ceremonia.

Parece que se emocionó y le dijo a la novia, delante de una iglesia llena de gente, “Desde este día en adelante, tú serás segunda en mi vida”. Y se armó un lío. Se escuchó el murmullo de la gente, y entonces él añadió: “Es que Dios siempre será primero”.

No sé si el novio lo explicó bien en ese momento, pero tenía razón.

En el matrimonio, cada cónyuge debe buscar su crecimiento espiritual a solas con Dios. Cuando están enfocados en eso, se encuentran listos para el próximo nivel de intimidad en la relación, un nivel al que he llamado intimidad espiritual.

Una definición de intimidad espiritual

La intimidad espiritual es el sentimiento de cercanía que se percibe entre los cónyuges cuando comparten su crecimiento espiritual; cuando comparten lo que Dios ha hecho y hace en sus vidas.

En Cristo, como cónyuges, tenemos que entender que somos socios en el matrimonio. Así como en los negocios los socios deben aportar algo para formar una sociedad, en el matrimonio cada cónyuge debe aportar lo que está aprendiendo en su caminar con el Señor para que la relación pueda ser refrescada continuamente.

No podemos dar lo que no tenemos. Antes de tener intimidad espiritual en el matrimonio, debemos experimentar personalmente el crecimiento espiritual. No se trata de tener el mismo nivel de crecimiento espiritual que nuestra esposa o esposo, sino de tener algo para compartir de lo que Dios nos ha enseñado.

La paciencia, humildad, actitud, y servicio —que refleja a Cristo y evidencia crecimiento espiritual— serán necesarias para que la relación matrimonial pueda crecer. Si reflejamos a Cristo de manera individual, vamos a experimentar bien la intimidad espiritual en el matrimonio.

Características de la intimidad espiritual

Hay mucho que pudiéramos decir al respecto, pero me enfocaré en solo tres características de la intimidad que surge en el matrimonio cuando compartimos nuestro crecimiento espiritual:

1.  Es una unidad que genera fortaleza y estímulo.

En la unión hay fortaleza, y eso ocurre en el matrimonio. Como dice Eclesiastés 4:9-12:

“Más valen dos que uno solo,
Pues tienen mejor pago por su trabajo.
Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero;
Pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante!
Además, si dos se acuestan juntos se mantienen calientes,
Pero uno solo ¿cómo se calentará?
Y si alguien puede prevalecer contra el que está solo,
Dos lo resistirán.
Un cordel de tres hilos no se rompe fácilmente”.

En el matrimonio, cada cónyuge necesita sumar y no restar. Tenemos suficientes problemas en el mundo como para también tener problemas adentro, en casa. Por eso necesitamos caminar hacia la misma dirección.

Necesitamos ser un brazo de apoyo en el matrimonio, y cumplimos eso cuando compartimos lo que Dios nos enseña.

2. Es una unidad que promueve un interés genuino en el otro.

Esto tiene que ver con dedicación. Como dice Filipenses 2:3-4:

“No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás”.

Debemos traer al matrimonio la actitud humilde que Dios está moldeando en nosotros, y así considerar a nuestro cónyuge como más importante.

Dios nos ha llamado a amar a nuestros cónyuges desarrollando una actitud de consideración y disfrute matrimonial.

3. Es una unidad que promueve un disfrute especial como amigos y amantes.

La intimidad espiritual se trata de una relación que alcanza satisfacción.

Aquí aplican las palabras de Romanos 12:10: “Sean afectuosos unos con otros con amor fraternal; con honra, dándose preferencia unos a otros”.

En el matrimonio, el mayor disfrute se alcanza no por lo que recibimos, sino por lo que damos. La intimidad espiritual se trata de disfrutar el ayudar, el entender al otro, el caminar juntos.

Así podemos hablar como Cantares 4:9: “Has cautivado mi corazón, hermana mía, esposa mía; Has cautivado mi corazón con una sola mirada de tus ojos, Con una sola hebra de tu collar”.

Llegando a la intimidad

Entonces, ¿qué puede hacer que nuestra relación llegue a este nivel de intimidad?

Ese nivel no se alcanza por los viajes que realicemos, ni por las posesiones que tengamos. Todo comienza cuando se colabora, se dedica, y cuando se celebra en el matrimonio, compartiendo los frutos de nuestro crecimiento espiritual.

Para esto dependemos por completo de Dios. Él nos ha llamado a una unión que Él hizo y creó. ¿Estamos buscando su rostro? Nuestro problema no es que pedimos mucho a Dios, sino que pedimos poco. Muchos matrimonios se han conformado con lo que tienen hasta ahora, pero Dios quiere algo mejor para nosotros.


Imagen: Lightstock.
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