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“Es mi convicción como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas”, escribió el presidente Biden, “que la identidad de género no debería de ser un impedimento al servicio militar”.

Hace unos días, el presidente Biden emitió una orden ejecutiva (en inglés) revocando el memorando presidencial anterior del presidente Trump que excluía a algunas personas transgénero de servir abiertamente en el ejército de los Estados Unidos. La orden establece que la política de los Estados Unidos “garantiza que todos las personas transgéneros que deseen servir en las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos y cumplan los estándares apropiados puedan hacerlo abiertamente y sin discriminación”.

En el 2018, el presidente Trump emitió una orden solicitando que todas las personas que se identifican como transgénero sirvan bajo su sexo biológico. Si no estaban dispuestos o no podían hacerlo, podrían ser descargados del servicio militar. El presidente Biden parece pensar que su nueva política es un mero restablecimiento del estatus quo del 2016 cuando el presidente Obama permitió a las personas transgénero servir bajo ciertas condiciones restrictivas. Lo que el actual presidente falla en entender es que el tema del transgenerismo ha evolucionado considerablemente en los últimos cinco años. Biden ha adoptado una política que no solo es radicalmente incoherente, sino que tendrá efectos profundos en el ejército y en el pueblo norteamericano.

¿Qué ha cambiado desde el 2016?

El presidente Biden parece pensar que su nueva política es un mero restablecimiento del estatus quo del 2016

La primera pista de que Biden cree que él está simplemente volviendo atrás en el tiempo es que basa su decisión en un estudio limitado que se llevó a cabo en el 2016. En la orden emitida, Biden dice que “una investigación meticulosa y amplia solicitada por el Departamento de Defensa encontró que permitir que las personas transgénero sirvan abiertamente en el ejército de los Estados Unidos solamente tendría un impacto mínimo en la capacidad militar y en los costos de atención médica”.

Biden se refirió a una investigación conducida por Rand Corporation en el 2016 para responder preguntas sobre la decisión de permitir que las personas transgénero se enlisten abiertamente. “Los cambios potenciales a esta política plantearon preguntas sobre el acceso a la atención médica relacionada a la transición de género, la gama de los tratamientos relacionados a esta transición que el Departamento de Defensa necesitará brindar, los costos potenciales asociados con estos tratamientos y el impacto de estas necesidades de atención médica en la preparación de la fuerza y la capacidad de despliegue de los miembros transgénero en servicio”, dice la investigación de 112 páginas.

Las conclusiones del reporte Rand, que se sospechaban en el 2016, han sido sobrepasadas por un número de realidades que son imposibles de ignorar en el 2021.

Por ejemplo, Rand calcula un estimado promedio de 2450 personas transgénero aproximadamente en el componente activo de las fuerzas armadas, sobre la base de un aproximado de 1.3 millones de miembros activos en servicio. Basado en esta estimación, solo un 0.1 por ciento de las fuerzas armadas se identificaron a sí mismos como transgénero, un poco menos del estimado de 0.6 por ciento de los adultos norteamericanos que se identifican como tales.

El reporte no toma en cuenta la reciente explosión en la identificación transgénero. Cálculos recientes estiman que casi el tres por ciento de los adolescentes ahora se identifican como transgénero o disidentes de su género (en inglés). Esto quiere decir que hay tantos adolescentes transgénero como hay hombres y mujeres adultos que se identifican a sí mismos como homosexuales o lesbianas. Basándonos en esta tendencia, podríamos esperar que la población transgénero estimada incrementará de 2450 a más de 39 000.

(Aunque no creo que el tres por ciento de la población adolescente es verdaderamente transgénero, ya que cerca de un 99 por ciento abandonará esta indentidad cuando entre a la adultez, muchos activistas LGBT sí creen que los números son precisos y por ende deben defender las implicaciones de que ese estimado sea correcto). 

Esto quiere decir que habría tantas personas transgénero en servicio activo como hay hombres y mujeres en la Reserva del Cuerpo de Marines de los EE. UU. Las conclusiones del informe cambian drásticamente si utilizamos estimaciones basadas en las tendencias actuales en la identificación de personas transgénero.

Rand también basa sus conclusiones sobre la preparación de la fuerza militar en solo cuatro países (Australia, Canadá, Israel y el Reino Unido) que tienen políticas que permiten a las personas transgénero servir abiertamente. Estos cuatro países tienen un personal combinado de menos de medio millón, y un estimado de población transgénero dentro de las cuatro fuerzas armadas de menos de 1000 personas.

Las conclusiones de Rand de que permitir personal transgénero tendría un efecto mínimo en la preparación es basada considerablemente en la idea de que el transgenerismo es una situación muy extraña que está definida por una transición médica. A través de la investigación de Rand se asume que los estándares militares se basarán en la transición post-médica.

La transición transgénero se refiere a dos formas generales de expresar la identidad de género: social y médica. La transición puede variar de persona a persona, pero la transición social se refiere a cambios tales como el uso de pronombres diferentes, cambio legal del nombre o vestirse de una manera acorde con la identidad de género preferida. La transición médica también puede significar hacer cambios en su propio cuerpo, tales como la terapia hormonal, la mamoplastia, histerectomía y la orquiectomía (extirpación de los testículos).

El transgenerismo no se trata de una transición médica

La misma suposición sobre la transición médica también sirvió de base para la política del presidente Obama. En el 2016, el Departamento de Defensa emitió una nueva política (en inglés) que permitiría a las personas identificadas como transgénero servir bajo ciertas condiciones. Antes del 2016, cualquiera que se identificara como transgénero era generalmente descalificado del servicio militar. La política del 2016 permitió a las personas transgénero enlistarse, siempre y cuando no tuvieran un diagnóstico o historial de disforia de género, después de completar la transición médica confirmada por un médico militar. 

En el 2016, los activistas LGBT permanecieron en silencio sobre su oposición para que Obama pudiera llevar a cabo un cambio radical en la política militar. Aún en ese entonces era conocido que no todas las personas transgénero deseaban o tenían la intención de llevar a cabo la transición médica. De acuerdo a German López, la Encuesta nacional de discriminación transgénero de los Estados Unidos del 2011 (en inglés) reportó que solo el 61 por ciento de los encuestados trans y disidentes de género afirmaron haber transicionado médicamente y que el 33 por ciento dijo haber transicionado a través de cirugía. Aproximadamente el 14 por ciento de las mujeres trans y el 72 por ciento de los hombres trans, casi 3 de 4, dijeron no querer una cirugía de reconstrucción de sus genitales.

Una política que requiera a las personas transgénero llevar a cabo el proceso de transición médica antes de ser considerado “transgénero” sería una violación a la política del presidente Biden sobre la “inclusión LGBTQ”. Por ejemplo, él prometió que la equidad sería una de sus principales prioridades al asumir la presidencia. La ley de Igualdad modificaría algunas leyes de derecho civil, tales como la Ley de Derecho Civil del 1964 y la Ley de Vivienda Justa de 1968, para prohibir la discriminación basada en la orientación sexual e identidad de género. La Ley de Igualdad no requiere que la transición médica ocurra antes de que una persona pueda aprovechar los “derechos transgénero”. De hecho, esa idea sería considerada aberrante por muchos activistas transgénero.

La limitación del transgenerismo a aquellos que han transicionado médicamente con toda probabilidad sería inconsistente con la decisión de la Suprema Corte en Bostock v. Clayton County, Georgia (2020). El juez Gorsuch escribió en esa sentencia:

“Se produce una infracción legal si un empleador intencionalmente depende parcialmente en el sexo de un empleado individual al decidir despedir al empleado. Debido a que la discriminación basada en la homosexualidad o en el transgenerismo requiere que un empleador intencionalmente trate de manera diferente a empleados individuales debido a su sexo, un empleador que intencionalmente penalice a un empleado por ser homosexual o transgénero infinge el Título VII. No hay forma de escapar del papel que juega la intención: de la misma forma en que el sexo es una causa determinante cuando un empleador discrimina a un empleado homosexual o transgénero, un empleador que discrimina basado en estos motivos tiene la intención ineludible de depender del sexo en su toma de decisiones”.

Que los militares digan que las mujeres transgénero (hombres biológicos) deban cumplir con los mismos estándares y requisitos de otros hombres biológicos significaría que las mujeres transgénero no son realmente mujeres. Si bien esto se corresponde con la realidad, se opone a la administración de Biden y la posición del partido demócrata sobre la “inclusión transgénero”.

Pero si el ejército permitiera a las mujeres transgénero (hombres biológicos) usar el mismo estándar que las mujeres biológicas, discriminaría a los hombres biológicos que se identifican con su sexo biológico. Esto también sería una violación de la ley, ya que es discriminación basada en el “sexo”.

La política de Biden también parecería discriminar a los miembros del servicio militar que se identifican como “no binarios”. Como señala la Campaña de Derechos Humanos (HRC por sus siglas en inglés), no binario es un “adjetivo que describe a una persona que no se identifica exclusivamente como hombre o mujer. Las personas no binarias pueden identificarse como hombres y mujeres, en algún punto intermedio o como completamente fuera de estas categorías”. No binario es una forma de identidad de género y, por lo tanto, según la lógica del juez Gorsuch, sería ilegal discriminar a una persona que a veces se identifica como hombre y otras como mujer.

Estándares reducidos y otros daños

No hace falta decir que la política de Biden tendrá un efecto innegable en la preparación militar. No hay forma de que puedas tener diferentes estándares para hombres y mujeres que estén arraigados y basados ​​en la biología y aún tengas una política en la que la identidad de género sea lo que una persona decida ser. Como mínimo, todos los estándares físicos deberán reducirse al mínimo común denominador.

Muchos de los mismos factores descalificadores que ponen en peligro la preparación militar son razones por las que los cristianos deben mostrar una compasión adicional por las personas transgénero

¿Qué sucede en una base de operaciones avanzada si los suministros médicos se retrasan? ¿O si un soldado está aislado de la base por un período de tiempo? ¿Qué sucede con el funcionamiento mental y emocional de ese soldado sin las inyecciones hormonales necesarias? Si el malestar con el sexo biológico es tan grande que existe la disposición de recibir inyecciones de hormonas para mejorarlo, podemos asumir que no recibir las inyecciones sería perjudicial para el bienestar de esa persona y, por ende, arriesgaría su efectividad.

Otro factor descalificante es el suicidio. Cualquiera que haya intentado suicidarse se considera médicamente descalificado y no apto para el servicio. Dado que el 41 por ciento de las personas que se identifican como transgénero (en inglés) han intentado suicidarse (en comparación con el 4,6 por ciento de la población general de los EE. UU. que informa un suicidio relacionado a su vida), casi la mitad sería descalificada solo por esta razón. Como señala Ryan Anderson, las personas que se identifican como transgénero también sufren una serie de problemas sociales y de salud mental, que incluyen ansiedad, depresión y abuso de sustancias, en tasas más altas que la población general.

Muchos de estos mismos factores descalificadores que ponen en peligro la preparación militar son razones por las que los cristianos deben mostrar una compasión adicional por las personas transgénero. (Para obtener más información sobre cómo podemos aplicar el evangelio a este tema, consulta el artículo de Andrew T. Walker, “La respuesta cristiana a la disforia de género” y “Lo que solo el cristianismo ofrece a las personas transgénero” de Sam Allberry, ambos en inglés).

Sin embargo, el daño causado por esta política tanto a las personas transgénero como al ejército, palidece en comparación con el daño que tendrá sobre las mujeres.

Por ejemplo, adoptar la identidad de género como “sexo” elimina todos y cada uno de los estándares basados ​​en la biología entre hombres y mujeres en el campo laboral. Cuando los hombres puedan identificarse como mujeres (y los empleadores no pueden preguntarles si lo son o asumir que no se identifican como mujeres), entonces el estándar para probar la discriminación contra las mujeres biológicas reales se eleva increíblemente.

Es posible que este problema no surja de inmediato. Pueden pasar años o incluso una década antes de que la lógica inexorable del movimiento de “identidad de género” se filtre en la conciencia cultural y surta efecto. La gente puede negarlo hoy, al igual que muchas personas negaron en 1964 que el término “sexo” en el Título VII (en lugar de sexo biológico) se usaría para proteger a los hombres que se “identifican” como mujeres. Pero eventualmente, como hemos visto repetidamente en los últimos años, lo que parecen imposibilidades rápidamente se convierten en hechos inevitables.

La política debe basarse en el diseño de Dios

Las Escrituras dicen que “varón y hembra los creó” (Gn 5:2). Es esta la verdad simple y obvia contra la cual la cultura se está rebelando y que debemos defender continuamente.

“Las diferencias entre hombres y mujeres tienen su origen en el diseño divino”, dice Kevin DeYoung. “Esto queda claro en 1 Timoteo 2 y Génesis 1-2. El complementarianismo no se trata de que Pablo se haya acomodado a la cultura patriarcal del primer siglo, y mucho menos de que nos acomodemos a las expectativas de nuestras culturas dentro o fuera de la iglesia. Dios tiene algo que decir sobre la masculinidad y la feminidad. Lo que Dios tiene que decir está arraigado en lo que diseñó”.

Por eso, el complementarianismo no se trata meramente de “sumisión” dentro de la familia. También se trata de proteger a las mujeres de una cultura que adora el poder masculino y desprecia la feminidad, y que no tiene reparos en utilizar el movimiento LGBTQ para codificar en la ley las ventajas para los hombres biológicos. El presidente Biden parece pensar que está haciendo un cambio que afectará a menos del 1 por ciento de la población. Pero la implicación lógica de decir que el género no exista, excepto dentro del corazón y la cabeza, dañará al 51 por ciento de la población que es biológicamente femenina.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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