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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro Sobre la roca: Un modelo para iglesias que plantan iglesias. Justin Burkholder. B&H Español.

Cuando plantamos una iglesia, no solo debemos tener en cuenta lo que es ser familia de Dios, sino también cómo debe lucir esa familia de acuerdo a las Escrituras. Al hablar de familia, es posible que muchos de nosotros tengamos una imagen que tal vez no sea tan buena. Por eso es que necesitamos que la Palabra de Dios, y no nuestra cultura o experiencia, gobierne nuestra definición de familia y de amor.

Cuando Jesús está a punto de ir a la cruz, reúne a sus doce discípulos y les da un mandamiento. Ese es el que debe gobernar la familia de Dios. Él dice en Juan 13:34-35: “Un mandamiento nuevo les doy: ‘que se amen los unos a los otros; que como Yo los he amado, así también se amen los unos a los otros. En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros’”. Lo que Jesús quiso decir es que parte del testimonio que da la iglesia al mundo que está a su alrededor depende de la forma en que se aman.

Esto también lo recalca Juan en su primera carta, cuando dice: “A Dios nunca Lo ha visto nadie. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y Su amor se perfecciona en nosotros” (4:12). Por cierto, en gran parte de la primera carta de Juan, vemos la conexión entre el amor que tenemos por Dios y el amor que tenemos los unos por los otros. Los mandamientos del pueblo de Dios que antes eran negativos (no tendrás, no tomarás, no cometerás) ahora Cristo los ha dado vuelta y son positivos. No se trata simplemente de no hacer ciertas cosas, sino que ahora el pueblo de Dios debe velar proactivamente por el bien de los demás.

Este amor entre los hijos de Dios se refleja de muchas diferentes maneras. Por ejemplo, según 1 Juan, lo reflejamos al servir a nuestro prójimo con los recursos que tenemos (1 Jn. 3:17). Pero no creo que nuestro amor se manifieste exclusivamente en la atención de las necesidades materiales. Esto es necesario, pero creo que existen otras manifestaciones de amor superiores. Lo que vemos en gran parte del Nuevo Testamento es un amor que sirve en lo espiritual. Me encanta cómo define C.S. Lewis el amor en su libro Dios en el Banquillo: «El amor no es un sentimiento de cariño, sino un deseo constante por el bien supremo del ser amado, hasta donde este pueda alcanzarse».

La mayor representación del amor que puedo expresar para los que también son parte de la familia de Dios es apoyarlos para que sean conformados más y más a la imagen de Cristo.

Lewis define el amor como un deseo firme del bien supremo. ¿Cuál será el mayor bien que pueda procurar un hermano por el otro? Aquí resuenan las palabras que nos da Pablo en Colosenses 1:28: “A Él nosotros proclamamos (anunciamos), amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo” (Énfasis añadido). Este versículo resume precisamente cuál es la voluntad de Dios para toda persona que está en Cristo (Rom. 8:28-29). El bien por el cual Dios hace que todas las cosas cooperen (Rom. 8:28) es el ser conformados a la imagen de Cristo (Rom. 8:29).

Yo podría concluir afirmando que el mayor bien que podemos buscar para nuestros hermanos y hermanas, miembros de nuestra iglesia local, es que sean mejores discípulos de Cristo. La mayor representación del amor que puedo expresar para los que también son parte de la familia de Dios es apoyarlos para que sean conformados más y más a la imagen de Cristo. Esto está por encima de servirlos bien, de ser generoso, de sacrificarnos por su bienestar, etc.

Si plantamos una iglesia que no contiene esta clase de relaciones, será una iglesia deficiente porque no estará haciendo todo lo que se debe hacer en la familia de Dios. Jesús nos enseñó que su familia se reconoce por su amor.


Imagen: Lightstock.
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