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La ciencia, la Biblia, y la tierra prometida

Nota del editor: 

Dentro de la Coalición por el Evangelio tenemos diversas posturas acerca del creacionismo y la edad de la tierra. Si quieres un resumen de lo que consideramos como no negociable, puedes leer este escrito de parte de nuestro fundador.

 

Este artículo fue publicado gracias al apoyo de una beca de la Fundación John Templeton. Las opiniones expresadas en esta publicación son de los autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de la Fundación John Templeton.

Génesis 1-3 contiene cierta genialidad que con frecuencia es opacada por las interpretaciones modernas del texto. La genialidad de estos capítulos está en la profunda importancia que le dan al destino de los redimidos al establecer una unidad entre la obra creativa de Dios y su plan de redención. Muchas interpretaciones modernas de Génesis, desafortunadamente, opacan esta genialidad asumiendo que los seis días de Génesis 1 tratan acerca de la creación de todo el universo. Adicionalmente, esta suposición coloca a Génesis en oposición directa con los que parecen ser descubrimientos sólidos de la ciencia moderna sobre la edad y creación del universo.

“Debido a este error”, escribe el Dr. John Sailhamer en su provocativo libro Genesis Unbound [Génesis sin ataduras], “muchos cristianos se han sentido divididos entre la lealtad a la Biblia y el reconocimiento de los descubrimientos de la ciencia moderna… una separación que no es ni necesaria ni útil” (p. 13). El propósito de Genesis Unbound es mostrar que esta separación no es necesaria porque “cuando Génesis 1 y 2 son entendidos como… Moisés quiso que fueran entendidos, casi todas las dificultades que dejan perplejos a los lectores modernos desaparecen instantáneamente” (pp. 13-14). 

El convincente análisis de Génesis de Sailhamer no solo resuelve el aparente conflicto entre la ciencia y la Biblia, sino que también (y, yo diría, aún más importante) nos abre a las profundidades del plan de Dios para bendecir a su pueblo. Genesis Unbound devela la genialidad de Génesis 1-3 que es opacada por muchas interpretaciones modernas y en consecuencia hará que te maravilles en la obra creativa y redentora de Dios, y te dará una comprensión más fuerte de la profunda unidad de la Biblia.

Mi objetivo en este análisis de Genesis Unbound es presentar el entendimiento de Génesis 1-3 que Sailhamer defiende (llamado “creacionismo histórico”), por qué creo que es correcto, y desarrollar más completamente las asombrosas implicaciones de la perspectiva que él presenta. Por ello, esta no es una reseña estricta del libro, sino más bien un análisis “expansivo” del mismo. Mi motivación y oración para esta obra es igual al objetivo de Sailhamer al escribir Genesis Unbound, es decir que “obtengas una nueva apreciación por y entendimiento de la genialidad de esos dos primeros capítulos de la Biblia. ¡Deberías estar asombrado y agradecido de que Dios eligió darnos este maravilloso vistazo a sus poderosas obras al inicio del tiempo!” (p. 16)

Resumen

Genesis Unbound se divide en cuatro partes. La primera parte explica por qué el asunto de la ciencia y la Biblia es importante. La segunda parte presenta la evidencia para el creacionismo histórico y por qué resuelve el aparente conflicto de la ciencia y la Biblia. Es por ello “el corazón del libro” (p. 15). La parte tres busca clarificar el panorama al llevar al lector a través de una breve exposición de Génesis 1:1-2:4a. Como tal, construye “sobre los fundamentos colocados previamente en el libro” en la parte dos (p. 16). Finalmente, la parte cuatro fue escrita para darnos “un mejor sentido de los asuntos históricos, filosóficos e interpretativos que nos llevaron hasta donde estamos hoy” (p. 16). Esto muestra que la perspectiva de Sailhamer no es nueva, sino que fue sostenida mucho antes del surgimiento de la ciencia moderna. Y nos muestra de dónde vinieron las interpretaciones erróneas de Génesis.

En este análisis no seguiré estrictamente el formato de Sailhamer. En lugar de presentar la evidencia y luego clarificar el panorama, como lo hace Sailhamer, buscaré clarificar mientras presento la evidencia. Después buscaré mostrar la gloria que se revela por la genialidad de Génesis 1-3 al dar un paso atrás a mirar cómo la imagen completa se relaciona con el resto de la Biblia.

Cómo presentar tu caso

Hay dos maneras principales en las que puedes establecer tu caso para algo. La primera manera es construir tu caso conforme repasas los argumentos para el mismo y luego descubrirlo completamente hasta el final. En este método los argumentos funcionan casi como piezas de un rompecabezas que no se unen a plenitud hasta el final. El beneficio de este método es que preserva el misterio y quizá un mayor “momento eureka” cuando el rompecabezas completo finalmente se descubre. Pero la dificultad es que es difícil hacer esto de manera coherente que no “pierda” al lector debido a la falta de un sistema en el cual colocar los argumentos conforme lee.

La segunda manera de defender tu caso es declarar tu postura al principio y luego argumentarla. Con frecuencia esto le da mayor coherencia a tu caso cuando construyes tus argumentos porque el lector tendrá una estructura general en la cual colocarlos. En otras palabras, no se extraviará porque le has dado un mapa que le muestra a dónde se dirige. Por tanto, el lector puede ver más directamente cómo cada argumento sucesivo encaja en el gran esquema de las cosas, cómo se conectan unos con otros, y cómo se conectan con tu objetivo general al escribir. El resultado es que tu caso generalmente será más fácil de seguir y probablemente estimulará más conexiones entre tus argumentos en la mente del lector.

Este es el abordaje de Sailhamer. Él revela su postura completa primero y luego retrocede para construir su caso. Esto es, me parece, una gran fortaleza del libro, porque le da al lector un marco en el cual integrar los argumentos y hace que sea más fácil evaluarlos. Pero, por supuesto, revela que Sailhamer no es “ni un genio de las cartas ni un novelista exitoso”, porque como él mismo señala, “desde el principio quiero mostrarte mi mano y revelar algunos de mis mejores giros de la trama” (p. 13).

El creacionismo histórico y el “desatamiento” de Génesis

Para apreciar lo único que es Genesis Unbound, debemos reconocer que hay tres posturas principales en el aparente conflicto entre la ciencia y la Biblia. El creacionismo, primero que nada, enseña que, de acuerdo a Génesis, Dios hizo el universo en seis días de 24 horas y que por lo tanto la tierra es muy joven (desde los humanos, que fueron creados en el sexto día, solo ha habido quizá 10 o 20 mil años). Esta perspectiva declara que la ciencia moderna está equivocada en creer que la tierra es vieja y generalmente busca proveer su propia evidencia científica para contrarrestar la evidencia de una tierra vieja.

Segundo, el creacionismo progresivo enseña que los días de Génesis no son periodos de 24 horas, sino periodos de tiempo sin especificar (eras) en los que Dios creó el universo. Esta perspectiva, a diferencia del creacionismo, está de acuerdo con la evidencia científica de una tierra vieja, pero, como el creacionismo, no acepta la evolución. La evolución teísta, por otro lado, enseña que la tierra es vieja y que Dios utilizó la evolución para crear el universo.

La perspectiva de Sailhamer, llamada creacionismo histórico, afirma la inerrancia de la Biblia, sostiene la historicidad de Génesis, y rechaza la evolución, tal como lo hacen el creacionismo y el creacionismo progresivo. Como escribe Sailhamer, el autor de Génesis “no espera ser comprendido como escribiendo mitología o poesía. Su registro, como él lo entiende, es un registro histórico de la creación” (p. 45).[1] La diferencia principal es que el creacionismo histórico niega las tres suposiciones centrales que están detrás de las otras tres perspectivas. Estas tres suposiciones son, primero, “que el propósito principal de los capítulos es meramente describir cómo Dios creó el mundo. Otra es que el mundo era una masa sin forma, a la que Dios moldeó hasta formar el mundo que conocemos hoy. La tercera es que ‘la tierra’ que Dios hizo durante los seis días es ‘la Tierra’ completa, como la conocemos hoy” (p. 11).

Los primeros capítulos de Génesis están “atados” por varias malas traducciones de la Biblia en inglés porque “esas suposiciones incorrectas están detrás de las traducciones en inglés de Génesis 1 y 2 que utilizamos hoy. Nos guste o no, Génesis en la Biblia en inglés está ‘atado’ por esas suposiciones. Gran parte de mi tarea en este libro es soltar esas ataduras y liberar a los capítulos para que hablen por sí mismos. Por eso el título” (p. 11). ¿Cuál es, entonces, el significado de esos primeros capítulos de Génesis que han sido “atados” frecuentemente por esas suposiciones? Ahora nos volveremos a esa pregunta.

El significado de Génesis 1 y 2

Sailhamer argumenta que Génesis 1 y 2 registran “dos grandes actos de Dios” (p. 14). El primer gran acto es la creación del universo entero: nuestro planeta, el sol, la luna, las estrellas, etcétera. Esto se registra en 1:1, que declara que “En el principio Dios creó los cielos y la tierra”. La palabra hebrea traducida como “principio” no significa un instante de tiempo, sino un “periodo de tiempo indefinido”. Entonces, como Dios creó el universo entero en un periodo de tiempo sin especificar, “no podemos decir con certeza cuándo fue que Dios creó el mundo o cuánto se tardó en hacerlo” (p. 14). Por esta razón, la evidencia científica para el universo viejo no contradice a Génesis 1. Y este es el caso incluso si interpretamos los “días” como periodos de 24 horas y no como eras de tiempo.

El segundo gran acto de Dios se registra en 1:2-2:24 y “trata con un periodo y escala de tiempo mucho más limitado. Empezando en Génesis 1:2, la narrativa bíblica registra cómo Dios preparó una tierra para el hombre y la mujer que estaba a punto de crear. Esa “tierra” era la misma tierra que después le prometió a Abraham y sus descendientes… de acuerdo a Génesis 1, Dios preparó la tierra en un periodo de una semana de seis días de trabajo. En el sexto día de esa semana, Dios creó a los seres humanos. Luego Dios descansó al séptimo día” (p. 14). Una de las verdades asombrosas que esto trae a la luz es que “cuando se le prometió a Israel una tierra en la que vivir las bendiciones de Dios (Gn. 15:8), esa no era la primera vez en la que Dios había preparado un lugar para ellos. Desde el principio, Dios había preparado ese lugar para su pueblo elegido” (p. 92). Cuando entendemos esto, vemos que la tierra es un tema unificador central en los actos de Dios de creación y redención.

En resumen, Sailhamer argumenta que Génesis 1:1 se refiere a la creación del universo entero y que Dios lo hizo en un periodo no especificado de tiempo que pudo haber sido un año o quince mil millones de años. El texto simplemente no lo dice. Por tanto, Génesis 1:2 y lo que sigue, en donde se registran los actos de Dios durante seis días, no se refieren a la creación del universo. Hablan de un tiempo después de la creación del universo en el que Dios preparó una tierra (que es la misma tierra que después se le prometió a Israel) para Adán y Eva, a quienes crearía en el sexto día. Y la razón que Dios tuvo para preparar el Jardín para Adán y Eva era, entre otras cosas, porque “la tierra [prometida] estaba sin orden y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo” (v. 2).

Esta perspectiva es muy poco común para nosotros hoy, así que requerirá mucho defenderla. El resto de este análisis, entonces, consistirá principalmente del desarrollo de los argumentos principales para el creacionismo histórico. En otras palabras, ahora que la “imagen completa” del creacionismo histórico ha sido develada, retrocederé y argumentaré a favor de la misma. Sin embargo, me reservaré para el final el desarrollo de algunas de las mayores implicaciones de la perspectiva de Sailhamer.

¿Es nuevo el creacionismo histórico?

Antes de explicar y argumentar a favor del creacionismo histórico, creo que una de las principales piedras de tropiezo debe ser removida: que esta perspectiva parece algo nuevo y por lo tanto no es verdadera. Porque si algo realmente está en la Biblia, sería difícil argumentar que a la iglesia se le ha pasado por completo durante 2000 años.

La elección de Sailhamer de llamar a esta postura creacionismo histórico está parcialmente motivada por su deseo de traer atención al hecho de que esta postura no es nueva. Más bien, muchos teólogos del pasado sostuvieron los elementos centrales de la perspectiva de Sailhamer. Él escribe que “el término ‘histórico’ apunta al hecho de que esta perspectiva del registro de la creación en Génesis puede ser trazada a una manera de leer Génesis 1 y 2 que floreció antes del surgimiento de la ciencia y su uso en la interpretación bíblica. Antes de que los avances en la navegación y el transporte hicieran posible la exploración global de nuestro planeta, los eruditos bíblicos y la gente ordinaria leía Génesis con un alcance geográfico bastante limitado… como consecuencia, mi perspectiva usualmente se encuentra en obras más tempranas” (p. 45).

Evidencia a favor de esto es que muchos teólogos judíos en la edad media creían que 1:2ff. (“ff.” significa “y los siguientes versos”) se referían a la tierra prometida, no a todo el planeta (p. 214). Todavía más:

“estos comentaristas judíos medievales eran seguidos por algunos eruditos cristianos notables. De acuerdo con John Lightfoote —un exégeta bíblico, teólogo, y erudito cristiano de talla considerable y ampliamente leído— el registro de Génesis de la creación describe la preparación de Dios de un área específica de tierra que identificó como el Jardín del Edén. Lightfoote sostuvo que Génesis 1:1 declara que Dios creó el universo, pero a partir del 1:2 y hasta el final del capítulo, el pasaje se enfoca en la preparación de Dios de la tierra que sería el Jardín del Edén. La perspectiva de Lightfoote continuó siendo desarrollada por académicos cristianos posteriores” (p. 216).

Muchos académicos anteriores han sostenido que el Jardín del Edén estaba dentro de la tierra prometida. Johann Heidegger, del siglo XVII, es otro ejemplo. Otro ejemplo son los rabinos judíos tempranos, que pensaban que Adán había sido creado de la tierra sobre la que se construyó el templo (p. 22).

La creación de todo el universo: Génesis 1:1

El significado de “En el principio…”

Sailhamer argumenta que

“La palabra hebrea reshit, la cual es el término para ‘principio’ que se usa en [Génesis 1:1], tiene un sentido muy específico en la Escritura. En la Biblia el término siempre se refiere a un periodo de tiempo extendido y sin embargo indefinido, no a un momento específico. Es un bloque de tiempo que precede una serie extendida de periodos de tiempo. Es un ‘tiempo antes del tiempo’. El término no se refiere a un punto en el tiempo sino a un periodo o duración de tiempo que está antes de una serie de eventos” (p. 38).

Como evidencia se refiere a Job 8:7, en donde se usa la palabra para referirse no a un momento específico de la vida de Job, sino a la “parte temprana de la vida de Job, antes de que sus desgracias lo alcanzaran” (p. 38). Aunque no habla de manera temporal, Génesis 10:10 utiliza la palabra reshit (principio) para referirse a “la primera parte del reino de Nimrod”, no a un punto en específico del reino (p. 38). La evidencia particularmente sólida sobre esto se encuentra en la manera en que Israel hablaba del reinado de sus reyes. Él escribe:

“En el Israel antiguo era común comenzar a contar los años del reinado de un rey desde el primero del año, esto es, el primer día del mes de Nisán. Si el rey asumía su mandato antes de ese día, lo que sucedía con frecuencia, el tiempo que precedía el primero del año no se reconocía como parte de su reino. Ese tiempo se llamaba ‘el principio’ (reshit). En unos pocos casos bíblicos ‘el principio’ del reinado de un rey duraba varios años. De acuerdo con Jeremías 28:1, por ejemplo, el ‘principio’ del reinado del Rey Sedequías incluyó eventos que sucedieron cuatro años antes de que él asumiera el trono. En este caso, la NVI traduce la palabra ‘principio’ simplemente como ‘al comienzo del reinado de Sedequías’” (p. 39).

Por último, “es importante darnos cuenta de que otras palabras hebreas estaban disponibles para que el autor transmitiera el concepto temporal de un ‘principio’. De hecho, a través del Pentateuco el autor utiliza otras palabras hebreas para expresar ese concepto” (p. 40).

Por tanto “el principio” en Génesis 1:1 habla de un periodo de tiempo sin especificar, no un instante único de tiempo. ¿Y qué hizo Dios en este “principio”? El texto dice que Él “creó los cielos y la tierra”. Antes de que podamos ver con más claridad las implicaciones de esto, debemos entender lo que Moisés quiso decir con la frase “los cielos y la tierra”. Y para entender el significado de la frase “los cielos y la tierra” también debemos entender el significado de las palabras “tierra” y “cielo”. Luego regresaremos y pondremos juntas todas las piezas.

El significado de “tierra”

Debemos ser cuidadosos de no llenar las palabras antiguas de significados modernos. Cuando escuchamos la palabra “tierra” en nuestra era científica, generalmente pensamos en la gran joya sobre la que estamos, que orbita alrededor del sol. Pero el término generalmente no sugería ese significado para aquellos que vivían antes de la era espacial, cuando fue escrito Génesis, porque ellos generalmente no conocían acerca de las dimensiones “globales” del planeta. Por tanto, el término “tierra” (eretz en hebreo) en Génesis usualmente no se refiere al planeta entero, sino a una sección de tierra específica. A veces eretz sí se refiere a todo el mundo. Pero con mayor frecuencia no lo hace. La mayoría del tiempo eretz (“tierra”) se refiere a un segmento localizado del planeta, como la “tierra de Egipto” (Génesis 45:8), la “tierra seca” (Génesis 1:10), o la tierra prometida a Abraham (Génesis 15:18). En estos casos, eretz se traduce mejor como “tierra” [land en inglés], no como “Tierra” [earth en inglés], como lo hacen muchas traducciones.

El significado de “cielos”

La palabra traducida como “cielos” (shamayim), como la palabra para “tierra” (eretz), usualmente se refiere a un área localizada. En los escritos previos a la era espacial, usualmente no se refiere al “espacio exterior” como lo conocemos ahora, sino a una sección localizada del área del firmamento sobre la “tierra”. En Génesis 1:20, por ejemplo, es el lugar en el que las aves vuelan. En estos casos, es mejor decir “firmamento” [sky en inglés] y no “cielos” [heavens en inglés].

El significado de “los cielos y la tierra”

Es importante tener este entendimiento general del uso de los términos “firmamento” y “tierra” para entender si “tierra” tiene el mismo significado en el versículo uno (“…Dios creó los cielos y la tierra”) que en el versículo dos (“La tierra estaba sin orden y vacía”). Sailhamer argumenta que no. En el verso dos, “tierra” se refiere a una sección de terreno localizada. Pero en el verso uno, el hecho de que está conectada con la palabra “cielos” nos muestra que se utiliza de manera distinta. Esto es porque “cuando estos dos términos [firmamento y tierra] se utilizan juntos como figura de lenguaje, adquieren un significado distinto. Juntos, significan mucho más que la suma de los significados de las palabras individuales” (p. 55). Muchas combinaciones de palabras son así. Por ejemplo, la palabra “baloncesto” significa mucho más que lo que la combinación de las palabras “balón” y “cesto” sugieren. El baloncesto no significa simplemente un balón en un cesto. Es un deporte en el que uno arroja cierta clase de balones en cierta clase de cestos de una manera determinada. Y el cesto no es igual al cesto donde echamos la ropa sucia, pero seguimos llamándolo “baloncesto” porque “las dos palabras juntas significan algo muy diferente de lo que cada una significa por separado” (p. 55). [2]

Es lo mismo con la frase “los cielos y la tierra” (o sea, “el firmamento y la tierra”). Cuando se usan juntos, “forman una figura de lenguaje llamada ‘merismo’. Un merismo combina dos palabras para expresar una sola idea. Un merismo expresa ‘totalidad’ al combinar dos contrastes o dos extremos” (p. 56). Vemos esto, por ejemplo, en Salmos 139:2, donde David dice que Dios conoce su sentarse y su levantarse. David está apuntando al conocimiento de Dios de estos dos extremos —sentarse y levantarse— para mostrar que Dios conoce todo acerca de él. Ya que Dios conoce el sentarse y levantarse de David, Dios también debe conocer todo lo que hay en medio. Entonces, “el concepto de ‘todo’ se expresa al combinar los dos opuestos ‘mi sentarme’ y ‘mi levantarme’” (p. 56).

De la misma manera, el “firmamento” y la “tierra” representan dos extremos. Por tanto, “al enlazar estos dos extremos en una sola expresión —‘el firmamento y la tierra’ o ‘los cielos y la tierra’— el lenguaje hebreo expresa la totalidad de lo que existe. A diferencia del inglés, el hebreo no tiene una sola palabra para expresar el concepto de ‘el universo’; debe hacerlo a través de un merismo. La expresión ‘el firmamento y la tierra”, entonces, expresa la ‘totalidad del universo’” (p. 56).

Vemos “cielo y tierra” usados de esta manera, por ejemplo, en Isaías 44:24: “Yo, el Señor, creador de todo, que extiendo los cielos Yo solo y afirmo la tierra sin ayuda”. Dios ilustra el hecho de que creó todas las cosas apuntando a su creación de los dos extremos: el firmamento y la tierra.

Cómo “el principio” se relaciona con “los cielos y la tierra”

Cuando unimos el significado de las frases “en el principio” y “los cielos y la tierra” podemos ver la idea central de la perspectiva de Sailhamer. Cuando Génesis 1:1 dice, “En el principio Dios creó los cielos y la tierra”, está declarando que Dios creó el universo entero en un lapso de tiempo no especificado. Al utilizar el merismo “los cielos y la tierra”, Génesis 1:1 está declarando que Dios creó todo. Y al usar la frase “en el principio”, está declarando que Dios no lo hizo en un instante de tiempo, sino en un periodo de tiempo. Por tanto, Génesis 1:1 está declarando que Dios creó todo lo que existe en un periodo de tiempo que se deja sin especificar.

La relación de Génesis 1:1 con el resto del capítulo

Esto invita la pregunta de si “el principio” incluye los siete días de los siguientes versículos (1:2 – 2:4) o si “el principio” se refiere a un periodo de tiempo que transcurrió antes de los días de la creación registrados en Génesis 1:2 – 2:4. En otras palabras, ¿es Génesis 1:1 (“En el principio Dios creó los cielos y la tierra”) un título para todo el capítulo que resume el contenido de los siguientes versículos, o es Génesis 1:1 un acto distinto que ocurre antes de los eventos de los siguientes versículos?

Si Génesis 1:1 es un título para el capítulo, entonces los versos 1 y 2 juntos están diciendo, “En el principio Dios creó los cielos y la tierra. Ahora lo que sigue en el resto del capítulo es el registro de cómo lo hizo”. Pero si Génesis 1:1 no es el título del capítulo, entonces los versos 1 y 2 están diciendo: “En el principio Dios creó los cielos y la tierra. Después de que hizo esto, él notó el hecho de que la tierra [en donde planeaba colocar al hombre, como veremos] estaba sin orden y vacía. Así que Dios comenzó a preparar esta sección de terreno para la morada del hombre. Primero, Él dijo ‘Sea la luz…’”.

Sailhamer argumenta exitosamente a favor de la segunda alternativa: que “el principio” no es un título para el capítulo sino un acto distinto de Dios que ocurrió en un periodo de tiempo que transcurrió antes de los seis días que se enumeran en 1:2ff.

Primero, dice él, Génesis 1:1 no es un título que resume el resto del capítulo porque los títulos en hebreo consisten de frases simples. Pero Génesis 1:1 es una oración completa que hace una declaración. Así no es como se forman los títulos en hebreo. Por ejemplo, Génesis 5:1, que funciona como un título para los siguientes versículos, se lee así: “Este es el libro de las generaciones de Adán”.

Segundo, Génesis 1:1 no puede ser un título para el resto del capítulo porque el siguiente versículo comienza con la conjunción “y”. Pero si 1:1 fuera un título en hebreo, “la sección que le sigue inmediatamente seguramente no comenzaría con la conjunción ‘y’” (p. 103). El hecho de que Sailhamer es considerado como un experto en hebreo bíblico hace que uno tenga confianza de que sabe de lo que está hablando.

Tercero y último, Génesis 1:1 no puede ser un título para el resto del capítulo porque hay un título resumen en la conclusión de la unidad de pensamiento que se comenzó en el capítulo uno (Génesis 2:1). Esto haría que un título al principio fuera redundante. Es muy poco probable que haya dos títulos para el mismo registro.

Por estas tres razones debemos concluir que “el resto del capítulo no es descripción detallada de Génesis 1:1; más bien es un registro de un acto de Dios diferente y subsecuente” (p. 103). Por lo tanto, mientras que el verso 1 declara que Dios creó todo, los seis días que comienzan en el verso 2 y continúan a través del resto del capítulo son un registro de algo diferente a la creación del universo.

Las implicaciones para la ciencia y la Biblia

Cuando conectamos el hecho de que “el principio” en el que Dios creó el universo ocurrió antes de los seis días de 1:2 – 2:4 con el hecho de que la palabra hebrea traducida como “principio” en 1:1 significa un periodo de tiempo sin especificar, no un instante único de tiempo, vemos que Génesis no nos dice hace cuánto tiempo Dios creó el universo o cuánto tiempo se tomó en hacerlo. Él, por tanto, pudo haberlo creado hace miles de millones de años o hace miles de años. Se pudo haber tomado una semana o se pudo haber tomado eones. El texto no lo dice. La Escritura dice que Dios creó el mundo en un periodo de tiempo llamado “el principio” pero no dice qué tan largo fue ese periodo o cuándo comenzó. Por tanto, la Biblia no tiene conflicto con la gran cantidad de evidencia científica de que la tierra tiene miles de millones de años de antigüedad. El cristiano es libre de contemplar la gloria de Dios en las verdades que la ciencia está descubriendo acerca del universo sin tener que proteger esos hechos de contradecir cierto entendimiento de Génesis.

La preparación de la tierra prometida: Génesis 1:2ff.

Pero si Génesis 1:1 se refiere a la creación de todo el universo en una duración de tiempo sin especificar, surgen varias preguntas. Primero, si Génesis 1:2ff. no trata acerca de la creación, ¿entonces de qué trata? Segundo, ¿Génesis 1:2ff. involucra al universo entero como el verso uno, o registra eventos que ocurrieron en una sección del planeta en particular? Tercero, si lo último es el caso, ¿cuál es la identidad de esta sección del planeta? Estas tres preguntas pueden ser resumidas en una: Debido a que la creación del universo concluyó antes de que empezaran los seis días de Génesis uno, entonces ¿qué está haciendo Dios durante los seis días del resto del capítulo?

La respuesta de Sailhamer es el corazón del libro: Dios está preparando la tierra prometida como morada de la raza humana que traerá a existencia en el sexto día. Habiendo afirmado que Dios es el creador de todas las cosas en el versículo uno, Moisés inmediatamente, en el versículo dos, continúa enfatizando la obra de Dios al preparar un lugar especial en su creación para sus criaturas. En los seis días de Génesis uno se registra la preparación de cierta tierra, no la creación del universo entero.

Ahora daré un paso atrás e intentaré mostrar esto en tres pasos, que corresponden a las tres preguntas que hicimos más arriba. Primero, buscaré mostrar que 1:2ff. no involucra al universo o al planeta tierra, sino a una sección localizada de tierra dentro de la Tierra. Segundo, buscaré mostrar que en los seis días de la creación Dios está preparando esta tierra para el hombre, no creándola. Tercero, buscaré demostrar que esta tierra es la Tierra Prometida.

¿Qué significa “tierra” en el versículo 2?

Hay varias razones que establecen que los seis días de Génesis se refieren no al universo entero y ni siquiera al planeta entero, sino a una sección localizada de tierra sobre la Tierra.

Génesis 1:2 limita el enfoque hacia “la tierra”

Primero, el verso dos sirve para alterar el enfoque de la narrativa de “los cielos y la tierra” (es decir, todo el universo), que era el enfoque del verso uno, a meramente “la tierra”. Esto es evidente al leer el pasaje: “En el principio Dios creó los cielos y la tierra. La tierra estaba sin orden y vacía…”. Como veremos más adelante, todo lo que Dios hace en los seis días del capítulo uno involucra transformar la tierra de su estado vacío y sin orden. En otras palabras, el enfoque cambia del universo a “la tierra” en el verso dos, y el enfoque sigue siendo “la tierra” durante el resto del capítulo. Así que el capítulo no se refiere a algo que Dios está haciendo a todo el universo, sino a algo que está haciendo en la tierra.

Que “la tierra” sea una sección localizada de terreno en el verso dos y no el planeta entero es evidente debido a lo que vimos anteriormente acerca del significado de la palabra “tierra”. Como vimos, la palabra traducida como “tierra” en Génesis 1:2 (eretz) generalmente no sugería a aquellos en los días de Moisés, antes de la era espacial, la gran esfera en la que estamos orbitando el sol. Más bien, eretz usualmente significa una sección localizada de la tierra, no el planeta entero.

El contexto del registro mismo de la creación sugiere que debemos interpretar eretz en el verso dos como “tierra” y no como “planeta Tierra”. En Génesis 1:10, “tierra” [eretz] se define como la tierra seca en la que Adán y Eva morarían, opuesto a los océanos. Sailhamer señala que “los ‘mares’ no cubren la ‘tierra’, como sería el caso si el término significara ‘[planeta] Tierra’. Más bien, los ‘mares’ están junto a la ‘tierra’ y en medio de ella” (p. 49). Aún más, la “tierra” se define por su contraste con los mares (Génesis 1:10) y el cielo (Génesis 1:20), no en contraste con las estrellas y planetas como sería el caso si “tierra” (eretz) fuera usada para significar “planeta Tierra”. Por tanto, hay un buen precedente en el texto para entender eretz en un sentido limitado en el verso dos. En consecuencia, ya que el verso dos se refiere a cierta parte de terreno y no a todo el planeta, el resto del capítulo, que describe la obra de Dios en esa tierra para hacerla habitada, no es sobre el planeta entero sino sobre una sección de terreno en el planeta.

Génesis 2 muestra que el enfoque de Génesis 1 es “la tierra” 

Segundo, que la ubicación de la actividad de Dios en los seis días sea una sección localizada de terreno es apoyada por la cercana relación entre Génesis 1 y Génesis 2. Era una estrategia literaria común para los hebreos ofrecer una descripción general de un evento seguida por un registro más específico de ese mismo evento. Por ejemplo, Génesis 10 ofrece una descripción general de las varias naciones de acuerdo a sus lenguajes y países, y luego el capítulo 11 regresa para explicar el origen de los varios lenguajes y países. De manera similar, Génesis 1 ofrece una perspectiva general de la obra de Dios y Génesis 2 ofrece un vistazo más específico a esa misma obra. Eso parece evidente incluso a partir de una lectura rápida de los capítulos.

Así que parece que ambos capítulos tratan los mismos eventos desde diferentes perspectivas. Ya que el escenario del capítulo dos es claramente una sección de terreno localizada, y no el planeta entero, se desprende que los seis días del capítulo uno tratan de un segmento de terreno localizado y no del planeta entero o el universo.

Lo que Dios está haciendo en 1:2ff.

Eso nos lleva a la segunda pregunta: ¿Qué está haciendo Dios con esta tierra en 1:2ff., si no la está creando? La respuesta es que, aunque la tierra ya estaba creada “en el principio” —ya que en ese momento es cuando Dios creó todo (“los cielos y la tierra”)—, la tierra todavía no era un lugar adecuado para la morada de los humanos que Dios iba a crear en el sexto día. Estaba “sin orden y vacía” (v. 2). Así que los seis días son el registro de cómo Dios preparó la tierra para la morada del hombre. Hay varias razones que muestran esto.

El flujo de pensamiento

Primero, se muestra por el flujo de pensamiento. Conforme la narrativa inicia en el verso dos, la tierra no es inexistente, sino deshabitada, cubierta por agua y tinieblas (v. 2). Luego, en los versículos 1:3 – 2:1, “Dios trae luz y tierra seca y la llena de árboles de frutas y animales”… lo que saca a la tierra no de la inexistencia, sino de la mala condición del verso 2. Entonces, “para el sexto día, ‘la tierra’ es un lugar adecuado para que el hombre y la mujer moraran” (p. 30). La tierra pasa de desorden al orden en 1:2ff., no de la inexistencia a la existencia. Esto se hará más evidente más adelante.

El significado de “sin orden y vacía”

La segunda razón para creer que 1:2ff. es el registro de Dios preparando la tierra es el significado de la frase hebrea tohu wabohu en el verso dos, que en la mayoría de las versiones se traduce como “sin orden y vacía”. Sailhamer señala que los primeros traductores de la Biblia al inglés estuvieron grandemente influenciados por la perspectiva griega de la creación de sus días, y pensaban que esta frase significaba que “Dios no creó el mundo originalmente en la versión en que lo vemos hoy. Más bien, Él creó el universo como una masa de material sin forma, y después formó el mundo que conocemos ahora… de esta forma, el registro bíblico de la creación podría demostrarse como ‘verdadero’ porque se conformaba a las cosmologías griegas generalmente aceptadas” (p. 62). Por tanto, ellos tradujeron tohu wabohu como “sin orden y vacía”.

Muchas traducciones griegas-judías de la edad media estaban en desacuerdo con esta traducción. De manera similar, los intérpretes judíos de entre 300-200 a. C. interpretaban tohu wabohu no como “sin orden y vacía” sino como “desolada sin seres humanos o bestias, y vacía del cultivo de plantas y árboles” (p. 64). Esta perspectiva temprana, argumenta Sailhamer, es esencialmente correcta. Tohu wabohu transmite la idea de “desierto inhabitable” y no de “un caos vacío y sin orden”. Por tanto, que Génesis 1:2 diga que la tierra era “tohu wabohu” simplemente quiere decir que era un desierto inhabitable, y por tanto todavía no era adecuado para la morada de la humanidad. Esto, por supuesto, presupone su existencia y enfoca la atención de los lectores en lo que Dios hará para hacer la tierra adecuada para los hombres.

“Desierto inhabitable” es el significado que tohu wabohu tiene a lo largo de las Escrituras. Por ejemplo, es esta frase la que describe el desierto en el que Israel vagó durante cuarenta años antes de entrar a la Tierra Prometida (Dt. 32:10). Irónicamente, en Jeremías 4:23-26 se utiliza tohu wabohu para describir la Tierra Prometida después de que Israel ha sido exiliado de ella por su desobediencia. El verso 23 dice: “Miré a la tierra, y estaba sin orden y vacía (tohu wabohu); y a los cielos, y no tenían luz (cf. Gn. 1:2)”. Los siguientes versos de Jeremías describen la tierra como un desierto (v. 26: “la tierra fértil era un desierto”) desprovisto de humanos y aves (v. 25: “no había hombre alguno, y todas las aves del cielo habían huido”). Por tanto, la tierra que se dice estaba “sin orden y vacía” es descrita como un desierto deshabitado. Lo que significa que la tierra se dice “sin orden y vacía” porque es un desierto deshabitado.

En consecuencia, “sin orden y vacía” en Jeremías 4:23 significa “desierto deshabitado” no “masa sin forma”. Así como la tierra en Génesis 1 era un desierto antes de que fuera hecha adecuada para el hombre, también Israel vagó por un desierto para llegar a la tierra que Dios les había prometido, una tierra que después se convirtió en un desierto como consecuencia de la desobediencia de Israel. Como veremos, este paralelo apunta al hecho de que la “tierra” en Génesis 1 es la Tierra Prometida específicamente. Es difícil escapar de la conclusión de que, al llamar a la Tierra Prometida “sin orden y vacía” después del exilio de Israel, Jeremías está aludiendo a Génesis 1:2 para mostrar que este juicio sobre Israel regresó a la tierra al estado en el que estaba antes de que la humanidad existiera.

En resumen, la traducción correcta de tohu wabohu no es “sin orden y vacía”, como si la Tierra fuera una masa sin forma que la obra creativa de Dios trajo a su forma presente, sino un “desierto deshabitado”, una frase que presupone la existencia de la tierra y prepara el escenario para lo que Dios hará para hacer esa tierra habitable. Por tanto, los seis días de Génesis 1 son el registro de cómo Dios transformó la tierra en un lugar fructífero para que el hombre habitara, no el registro de cómo Él moldeó el mundo a partir de una masa sin forma.

De “desierta” a “buena”

Tercero, hay un juego de palabras interesante en el hebreo que sugiere todavía más que lo que Dios está haciendo en 1:2ff. no es crear, sino transformar la tierra de un desierto a una morada fructífera para los humanos. Sailhamer escribe, “Incluso una lectura rápida del texto hebreo revela un juego de palabras obvio entre los términos tohu (‘desierto’) y tob (‘bueno’). Antes de que Dios comenzara su obra, la tierra era un ‘desierto’ (tohu); luego Dios la hizo algo ‘bueno’ (tob)”, es decir, lo opuesto de un desierto y por tanto adecuada para el hombre (p. 64). La tierra, por tanto, pasó de desierta a habitada, no de no-creada a creada.

Debido a esta y otras razones que hemos visto, creo que es correcto concluir con Sailhamer que “Dios no crea ‘la tierra’ en Génesis 1:2-2:4a; Él ya ha creado la tierra y el resto del universo ‘en el principio’ en Génesis 1:1. En el resto del capítulo, Dios está obrando en preparar la tierra para que los humanos la habiten” (p. 30). Esta verdad es quizá hecha más clara al mirar brevemente los detalles de cómo Dios preparó la tierra. Esto probablemente también responderá muchas de las preguntas que esto ocasiona.

Una exposición de Génesis 1:2-1:31

La necesidad de que la tierra sea preparada

Para entender la estructura de lo que Dios hace para preparar la tierra para el hombre en los seis días de Génesis uno, debemos entender la razón por la que la tierra originalmente no era adecuada para que el hombre la habitara. Como vimos arriba, el versículo dos nos da la respuesta: “Y la tierra era un desierto deshabitado [no ‘sin orden y vacía’, como ya hemos visto], las tinieblas cubrían la superficie del abismo”. Esto es, la tierra era (1) un desierto (2) deshabitado. No había vida en ella (era deshabitado) porque no era adecuada para la vida (era un desierto), lo que probablemente era debido a que estaba oscura y cubierta con agua.

El método de Dios para suplir esta necesidad

Los siguientes seis días explican cómo Dios transformó la tierra de este estado a un estado adecuado para que los humanos habitaran. Esos seis días pueden ser divididos en seis partes. En el primer grupo de tres días, Dios trajo la luz, preparó el cielo con nubes, juntó los mares, secó la tierra, y trajo vegetación; todo esto para que la tierra ya no fuera un desierto desordenado. En la segunda serie de tres días, Dios declaró su propósito para las lumbreras del cielo, llenó el cielo con aves y los mares con peces, y llenó la tierra seca con animales; todo esto para que la tierra ya no estuviera deshabitada.[3]

Es importante reconocer que en los primeros tres días, cuando Dios saca a la tierra de su estado como desierto, se enfoca primero en el cielo (el primer y segundo día), luego en los mares (el segundo día), y luego en la tierra (el segundo y tercer día). De manera similar, en el segundo grupo de tres días, cuando Dios llena la tierra, Él se enfoca primero en el cielo (cuarto y quinto día), luego en los mares (quinto día), y luego en la tierra (sexto día).

Los primeros tres días: transformando el desierto

Día uno. El mandato de Dios en el primer día, “sea la luz”, fue un decreto para que el sol se levantara. Sailhamer escribe que, “La frase ‘sea la luz’ no tiene que significar ‘que la luz exista’. La misma frase se utiliza para describir la salida del sol en otros lugares de la Biblia (mira Éx. 10:23; Neh. 8:3; Gn. 44:3)” (p. 113). Que el mandato de Dios en el día uno no tenía que ver con la creación de la luz es evidente en el hecho de que la creación de la luz, el sol, la luna, y las estrellas estarían todas incluídas en la creación de “los cielos y la tierra” en el verso uno. Ya que, como vimos antes, la frase “los cielos y la tierra” se refiere a todo lo que existe. Una confirmación de esto es que, en muchos lugares en el Antiguo Testamento, la frase “los cielos y la tierra”, parece mostrar específicamente que incluye el sol, la luna, y las estrellas (mira Joel 3: 15-16).

Aunque Dios, por supuesto, decreta todas las salidas del sol, esta salida del sol se enfatiza para hacer el punto de que la nueva obra de Dios está comenzando. En el primer día, Dios llamó a la luz del sol, como lo hace todos los días, para “revelar Su obra” (p. 113). Al mencionar las implicaciones de esto, Sailhamer muestra lo bien que este entendimiento del primer día encaja con los propósitos de Dios en la creación (Gn. 1 y 2) y redención (Gn. 3 – Ap. 22).

La descripción de la tierra en Génesis 1:2 encaja bien con la visión profética del futuro. Después de que Dios creó el universo, la tierra estaba vacía, oscura, y estéril. Estaba esperando el llamado de Dios para luz y vida. Justo como la luz irrumpió la oscuridad primitiva, anunciando el amanecer de la primera bendición de Dios (1:3), también los profetas y los apóstoles marcan el principio de una nueva era de salvación del reino con la luz que irrumpe en las tinieblas (Is. 8:22-9:2; Mt. 4:13-17; Jn. 1:5, 8-9). En esa era, el pueblo de Dios disfrutará de nuevo la bendición de vivir en la tierra prometida (Dt. 30:1-5).

Los pasajes bíblicos posteriores dejan claro que esta visión ya estaba funcionando en la composición de los primeros capítulos de Génesis. La salvación mesiánica futura estaría marcada por el florecimiento del ‘desierto’ (Is. 35:1-2). De la misma manera, en Génesis 1 Dios convirtió el ‘desierto’ en el Jardín del Edén.

Así que los actos finales de salvación de Dios son prefigurados en sus actos iniciales de creación. El desierto espera por su restauración. Por tanto, el llamado para prepararse para el día de salvación venidero al esperar en el desierto se convertiría en el sello distintivo de la visión del futuro de los profetas (Is. 40:3; Mr. 1:4ff.; Ap. 12:6) (p. 110).

Día dos. En el segundo día, Dios “preparó el cielo con nubes para proveer lluvia a la tierra. La lluvia prepararía la tierra para que esta produjera vegetación al día siguiente” (p. 122). Al formar nubes a partir de la densa niebla sobre la tierra, Dios hizo un gran espacio abierto entre las aguas de abajo y las nubes de arriba. Esto es lo que Dios decretó que sucediera cuando dijo: “Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas” (1:6). Dios ocasionó que las nubes se formaran a partir de las profundas aguas que cubrían la tierra, y entre las nubes de arriba y las aguas de abajo se hizo un gran espacio abierto para distinguir unas de otras: el cielo.

Día tres. Esto preparó el camino para el acto de Dios en el tercer día: hacer que surgiera la tierra seca. Él lo hizo diciendo: “Júntense en un lugar las aguas que están debajo de los cielos, y que aparezca lo seco” (1:9). Habiendo quitado el obstáculo que el agua suponía para que los hombres habitaran la tierra, Dios ordenó que la tierra fuera llena de plantas y árboles frutales. Como resultado del decreto de Dios, “produjo la tierra vegetación: hierbas que dan semilla según su especie, y árboles que dan su fruto con semilla…” (1:12). Aquí no fue cuando Dios creó la vegetación originalmente. Ya la había creado “en el principio” (v. 1). Más bien, en este día Dios provocó que la tierra, que antes estaba desprovista de vegetación, trajera vegetación para que ya no fuera un desierto. Después de que este día terminó, la tierra ya no era un desierto.

El segundo periodo de tres días: llenando la tierra que antes no estaba habitada

Día cuatro. En el cuarto día, Dios no creó el sol, la luna, y las estrellas (ya habían sido creadas en el principio, como hemos visto), sino que declaró el propósito por el cuál las había creado. Esto es hecho evidente especialmente al comparar el versículo 6, que habla de Dios trayendo a existencia la expansión que no había estado ahí antes, y el verso 14, que habla del mandato de Dios acerca de los cuerpos celestes que habían estado ahí desde el principio. Aunque el texto en el versículo seis dice claramente que Dios trajo una expansión que no había estado ahí antes, en el verso 14 la sintaxis es diferente: lo que sugiere que Dios está haciendo algo distinto a traer algo que no había estado ahí antes.

Sailhamer escribe que “la construcción verbal en hebreo del verso 14 es significativamente distinta que el versículo 6”, aunque

“nuestras traducciones al inglés no siempre reflejan la diferencia. En el texto hebreo del verso 14, Dios no dice: ‘Sean las lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche…’ como si no hubiera lumbreras ante del mandato y luego llegaron a ser [lo cual fue así en el caso de la expansión en el verso 6]. Más bien, de acuerdo con el texto hebreo, Dios dijo: ‘Que las lumbreras en la expansión de los cielos sean para separar el día de la noche…’. El mandato de Dios, en otras palabras, asume que las lumbreras ya existen en la expansión. Es cierto que no se han mencionado estas ‘lumbreras’ anteriormente en Génesis 1, pero su existencia se asume en la expresión ‘los cielos y la tierra’ en Génesis 1:1” (pp. 131-132).

Por tanto, en el cuarto día Dios no estaba creando el sol y las estrellas, sino declarando el propósito por el cual Él ya las había creado “en el principio”: para proveer luz en la tierra para el hombre, y para ser las medidas del tiempo. ¡Es sorprendente que Dios tenía su propósito para el hombre en mente muchos eones atrás, cuando Él creó estos cuerpos celestes!

¿Pero no estaban los cuerpos celestes proveyendo luz antes del cuarto día y no eran ya capaces de marcar el tiempo antes de eso? Si es así, ¿no es un poco superfluo que Dios declara su propósito para haberlos creado en el cuarto día? Sailhamer explica:

“Ciertamente es verdad que el sol, la luna, y las estrellas ya estaban marcando el día y la noche. Al menos potencialmente ya eran adecuados para marcar las temporadas, los días, y los años. Pero así como la importancia del arcoiris es entregada mucho después de que este hubiera sido creado (Gn. 9:13), así Dios también anunció su propósito para crear el sol, la luna, y las estrellas en el cuarto día, mucho después de que Él los hubiera creado…

El hecho de que Dios anunció el propósito para las lumbreras en el cuarto día no significa que no estuvieran cumpliendo su propósito desde ‘el principio’. El punto de la narrativa es mostrar que Dios esperó hasta el cuarto día para explicar su propósito para la creación del sol, la luna, y las estrellas en ‘el principio’” (pp. 134, 135).

¿Pero por qué, pregunta Sailhamer, esperó Dios hasta el cuarto día para declarar su propósito para el cual creó los cuerpos celestes? Hay dos razones. Primero, Moisés “busca mostrar que el mundo entero depende de la palabra de Dios. El mundo no solo le debe su existencia a la palabra de Dios, sino también su orden y propósito” (p. 134). La segunda razón “descansa en la estructura general del registro de la creación” (p. 135). Como vimos anteriormente, hay una “relación paralela entre los eventos de los primeros tres días y los últimos tres días” (p. 135). En el primer grupo de tres días, Dios se enfoca en el cielo (días uno y dos), luego en los mares (día tres), y luego en la tierra seca (días tres y cuatro). En el segundo grupo de tres días, Dios de nuevo se enfoca en el cielo (días cuatro y cinco), luego en los mares (día cinco), y luego en la tierra seca (día seis). Por tanto, Sailhamer escribe que

“Habiendo preparado, en orden consecutivo, los cielos, los mares, y la tierra en los primeros tres días, Dios, en los últimos tres días, proclamó el propósito de aquellas cosas que iban a crear los cielos, los mares, y la tierra. Dios esperó, por tanto, hasta el cuarto día para hacer conocido su plan para las señales que llenarían los cielos” (p. 135).

Después de declarar su propósito para los cuerpos celestes en los versículos 14 y 15, Moisés continúa diciendo: “Dios hizo las dos grandes lumbreras… Hizo también las estrellas” (v. 16). Sailhamer escribe que este verso “mira hacia atrás, cuando Dios creó ‘el universo’ en Génesis 1:1. El verso 16 pudiera ser traducido, ‘Dios (y ningún otro) hizo las lumbreras y las puso en el cielo’. Esto no dice cuándo Dios creó ‘las lumbreras’, pero dado el significado general de Génesis 1:1, se asume naturalmente que estas fueron creadas ‘en el principio’” (p. 134).

Día cinco. En el quinto día Dios pobló con aves y criaturas marinas el cielo y los mares que había preparado en el día dos. Igual que los cuerpos celestes, estas criaturas ya habían sido creadas “en el principio”. Pero ya que la tierra había sido un desierto deshabitado hasta este punto, Dios tuvo que traer estas criaturas para que poblaran la tierra. La expresión hebrea traducida como “Llénense las aguas de multitudes de seres vivientes” en Génesis 1:20 también se encuentra en Éxodo 8:3 describiendo el Nilo llenándose de ranas cuando Moisés extendió su vara. Claramente, la expresión en Éxodo 8:3 no significa que Dios creó las ranas por primera vez en ese momento. Más bien, significa que llenó el Nilo con ellas. De la misma manera, la expresión en Génesis 1:20 no necesariamente significa que Dios creó las criaturas marinas por primera vez en el quinto día. A la luz de Génesis 1:1, debemos entender que significó que Dios estaba poblando “la tierra prometida con las diversas criaturas que fueron creadas ‘en el principio’” (p. 141).

Día seis. Finalmente, en el sexto día Dios pobló con seres vivientes la tierra que había secado en el tercer día. Y es importante recordar que el propósito del mandato de Dios para que los seres vivientes llenen el cielo, la tierra, y el mar “no es la creación de diversos animales por toda la tierra, sino la tarea específica de poblar la tierra que Él está preparando para la humanidad” (p. 139).

Pero esto hace que surja un problema cuando hablamos de la creación de los seres humanos. Ya que Génesis 1:1 enseña que Dios creó “en el principio” el universo y todo lo que contiene (como las especies de animales que poblaron la tierra en el sexto día), parecería que los humanos también fueron creados en ese tiempo y por tanto existieron antes de que Dios creara a Adán y Eva en el sexto día. Sailhamer, sin embargo, señala correctamente que Génesis deja claro que los humanos son la excepción de lo que Dios creó “en el principio”. Esto es porque, entre otras razones, ninguna de las genealogías en Génesis van más allá de Adán, sino que presuponen que él fue el primer hombre. Además, Eva es descrita como “la madre de todos los vivientes”, lo que sugiere que todos los humanos descienden de ella.

¿Qué tan largos fueron los días?

Para este punto uno se podría preguntar si Sailhamer cree que los días de Génesis fueron periodos de 24 horas o “eras”. Aunque no trata con la pregunta con mucho detalle, él cree que los seis días fueron periodos de 24 horas. Hay buena evidencia para esa perspectiva, especialmente debido a que los días son señalados por la tarde y la mañana.

Sin embargo, también hay buenas razones para creer que Moisés tenía la intención de que los seis días fueran entendidos como eras de duración sin especificar. Desde esta perspectiva “la tarde y la mañana” se entiende de manera metafórica. En mi artículo, “¿Enseña la Biblia sobre una tierra joven?”, expongo la evidencia para esta perspectiva. Aunque en mi opinión la evidencia es persuasiva hasta ahora, estoy abierto al entendimiento de que los días fueron periodos de 24 horas.

Debe ser señalado, sin embargo, que la postura que uno aborde sobre la duración de los días no afecta en el hecho de si la postura de Sailhamer es correcta o no. Si los días son periodos de 24 horas, entonces Dios preparó la Tierra Prometida en seis días solares. Si los días son en realidad eras, entonces no habría problema en afirmar que Dios preparó la Tierra Prometida en un periodo de seis eras de tiempo sin especificar. Cualquiera de las posturas respecto a los días funciona con el creacionismo histórico.

La tierra de Génesis 1-2 es la Tierra Prometida

Ahora que hemos visto que Génesis 1:2ff. trata de la preparación de una tierra en particular para que el hombre la habitara, y no de la creación del universo o el planeta entero, estamos listos para preguntar: “¿cuál es la identidad de la tierra?”.

Como vimos anteriormente, Génesis 2 es un registro de los mismos eventos de Génesis 1, desde una perspectiva más específica.[4] Por tanto, ya que Génesis 2 habla acerca de la tierra que contenía el Jardín del Edén, la tierra de Génesis 1 es la tierra en la que Dios colocó el Jardín del Edén. Pero la respuesta va aún más allá. Sailhamer presenta un buen argumento de que la tierra en Génesis 1 es específicamente la Tierra Prometida. El Jardín del Edén estaba ubicado en la misma tierra que Dios prometió entregar a los descendientes de Abraham, y es la preparación de esta tierra la que se relata en Génesis 1. Para establecer esto, expondré muchos de los argumentos que Sailhamer ofrece, junto con algunos de los que yo he descubierto en mi estudio de las Escrituras.

Las fronteras son las mismas

Primero, las fronteras de la tierra que se preparó para Adán y Eva (Gn. 2:10-14) son las mismas que las fronteras de la Tierra Prometida (Gn. 15:18). Esto significa que la Tierra Prometida es la tierra que había sido preparada originalmente para Adán y Eva. Sailhamer lo resume bien:

“El Jardín del Edén se extendió desde el río ‘que rodea la tierra de Cus [Gihón]’ hasta el río ‘Éufrates’. Ya que en Génesis la tierra de Cush está ligada a Egipto (Gn. 10:6), el segundo río, es Gihón (Gn. 2:13), aparentemente fue entendido por el autor como ‘el río de Egipto’…

Cuando avanzamos a Génesis 15, descubrimos que la tierra prometida a Abraham —la Tierra Prometida— está marcada por los mismos dos ríos: el Éufrates y el Río de Egipto (Gn. 15:18)… Cuando se comparan los límites generales, se hace claro que el escritor del Pentateuco quiere que identifiquemos las dos ubicaciones la una con la otra. La promesa de Dios de la tierra a los patriarcas está entonces textualmente ligada a su ‘bendición’ original de toda la humanidad en el Jardín del Edén” (p. 72).

Todavía más sorprendente es que, ya que la tierra originalmente preparada para Adán y Eva fue la tierra que después fue prometida a Abraham, “los eventos de [Génesis 1-3] prefiguran los eventos del resto del Pentateuco” y el Antiguo Testamento (p. 15). En Génesis 1-3, Dios preparó una tierra para su pueblo —Adán y Eva— y se las entregó con la condición de que le obedecieran. Ellos desobedecen y por lo tanto son expulsados del Jardín. Más adelante, Dios promete una tierra a los descendientes de Abraham, y se las entrega con la condición de que le obedezcan. Pero, como predice el Pentateuco, ellos eventualmente desobedecen y, como Adán y Eva, son desterrados. No es hasta que Dios traiga el Nuevo Pacto que el pueblo de Dios será finalmente restaurado en la tierra, permanecerá fiel a Dios, y por lo tanto permanecerá seguro en la tierra por siempre.

Las ubicaciones respecto al “este” son las mismas

El hecho de que el juicio es representado como ir al este tanto del Jardín del Edén como de la Tierra Prometida indica que son la misma tierra. En la mente del autor, el Jardín y la Tierra prometida parecen representar la bendición de un hogar porque son preparados como lugares en donde el pueblo de Dios moraría en bendición y paz. De manera similar, el este del Jardín y de la Tierra Prometida parecen representar el juicio del exilio del hogar porque es hacia el este que Dios exilió tanto a Adán como a Israel por su desobediencia (Gn. 3:24; Jer. 52:12-16). Por tanto, parece que el paralelo que el autor del Pentateuco está haciendo busca mostrarnos que el Jardín y la Tierra Prometida son la misma tierra, ya que ambas fueron preparadas como hogares para el pueblo de Dios, y el exilio de ambas tiene lugar en el este.

Esto puede ser hecho aún más evidente. La ciudad de Babilonia, que está al este de la tierra prometida y es el lugar a donde Israel fue exiliado, tiene una reputación bíblica de perversidad y juicio. Obtuvo esta reputación en Génesis 11, porque fue construida por el deseo orgulloso de la humanidad de crear un nombre para sí mismos (Gn. 11:4). Retuvo esta reputación hasta el final (Ap. 17). De la misma manera, la Tierra Prometida tiene una reputación bíblica de pureza y bendición. Obtuvo esta reputación porque es el lugar en donde Dios desea plantar su pueblo fiel y hacerlos prosperar si obedecen y se mantienen puros (Dt. 30:16). Las reputaciones contrastantes de Babilonia y la Tierra Prometida nos ayudan a ver por qué Dios bendice a su pueblo manteniéndolo en la tierra cuando se mantienen puros a través de la obediencia, y juzga a su pueblo sacándolos de la tierra cuando se vuelven impuros por su desobediencia.

Lo importante aquí es que, como la Tierra Prometida, la tierra que Dios preparó para Adán y Eva era una tierra para su bendición si permanecían puros. Y justo como Babilonia es la ciudad específica al este de la tierra Prometida, también Babilonia se construyó cuando la humanidad se movió al este de la tierra que es el enfoque de Génesis 1-11. En Génesis 11:1 leemos que “toda la tierra hablaba la misma lengua y las mismas palabras”. Aquí, “toda la tierra” no se refiere al planeta entero, porque el verso dos habla de que están viajando al este. Sería extraño que este versículo se leyera como “Según [todo el planeta iba] hacia el oriente, [todo el planeta halló] una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí”.

¿Pero de qué tierra está hablando el autor? Parece que es la tierra que había sido preparada para el hombre en Génesis 1 y 2 porque parece que Génesis 11 está diseñado como un paralelo a la expulsión de Adán y Eva del Edén. Así como ellos pecaron y fueron expulsados hacia el este, así también el pueblo de la tierra viajó al este para manifestar su pecado al hacer un nombre para sí mismos. Por tanto, parece que aquí el autor entiende que Babilonia está al este de la tierra que Dios había preparado originalmente para Adán y Eva. Ya que Babilonia también es la ciudad que está al este de la Tierra prometida, parece que la Tierra Prometida es la tierra que había sido preparada originalmente para Adán y Eva.

Tanto las entradas del Jardín como de la Tierra Prometida están vigiladas por un ángel

Además, es significativo que la entrada de tanto el Jardín del Edén como de la Tierra prometida están vigiladas por un ángel. Cuando Adán y Eva fueron expulsados, Dios colocó al este del Edén “querubines… para guardar el camino del árbol de la vida” (3:24). De manera similar, cuando Jacob regresó a la Tierra Prometida del este, fue encontrado por ángeles de Dios (Gn. 32:1-2), y finalmente tuvo que luchar con un ángel para poder volver a entrar a la tierra (32:22-32). Finalmente, Josué también se encontró con ángeles al entrar a la Tierra Prometida (Jos. 5:13-15). Es difícil escapar la noción de que el autor marcó la salida del Jardín del Edén y la entrada a la Tierra Prometida con un ángel para mostrar que entrar a la Tierra Prometida es “regresar al Edén”. Por lo tanto, Dios, al entregar la Tierra Prometida a Israel, busca restaurar a la humanidad a Sus propósitos originales para nosotros.

Jeremías 4:23-26 mira la Tierra Prometida en Génesis 1

Jeremías 4:23-26 se refiere al estado de la Tierra Prometida después del juicio de Dios sobre Israel por sus pecados, que involucró la destrucción de la tierra y la expulsión de Israel hacia el exilio. El que este verso está hablando de la Tierra Prometida es evidente a partir del contexto, que se refiere a la destrucción que Dios está trayendo sobre la tierra en la que Israel mora, no todo el planeta. Por tanto, debido al contexto, “tierra” en este pasaje debe significar “Tierra Prometida”.

Lo asombroso aquí es que la descripción de la Tierra Prometida en Jeremías 4:23-26 después de que había sido destruida por causa del hombre es un paralelo de la descripción de “la tierra” en Génesis 1:2 antes de que hubiera sido preparada para el hombre:

“Miré a la tierra, y estaba sin orden y vacía;
Y a los cielos, y no tenían luz”, Jeremías 4:23.

“La tierra estaba sin orden y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas. Entonces dijo Dios: ‘Sea la luz’. Y hubo luz”, Génesis 1:2-3.

La frase traducida como “sin orden y vacía” en Jeremías 4:23 es la misma frase traducida como “sin orden y vacía” en Génesis 1:2. Es un paralelo impresionante, especialmente cuando reconocemos que en ambos pasajes la frase se utiliza para describir a “la tierra”. Aún más, como la Tierra Prometida en Jeremías 4:23, la tierra en Génesis 1:2 también se describe como oscura. La diferencia es que cuando Dios preparó la tierra para Adán y Eva, esta fue de oscuridad a luz, pero cuando Él exilió a Israel de “la tierra”, esta fue de luz a oscuridad. El exilio de Israel de la tierra fue un revés de la preparación de la tierra para Adán y Eva.

Aún más, Jeremías 4:25 anuncia que después del juicio de Dios sobre Israel, la Tierra Prometida estaba deshabitada: “Miré, y no había hombre alguno, y todas las aves del cielo habían huido”. De la misma manera, antes de que la tierra de Génesis 1:2 hubiera sido preparada para el hombre, estaba deshabitada. Cuando Dios busca bendecir al hombre en la tierra, la tierra es hecha fructífera (cf. Is. 35:1-10; 51:3; Ez. 36:35; Gn. 1:2-2:1). Pero cuando el hombre peca y trae la maldición de Dios, es exiliado de la tierra y la tierra se vuelve un desierto como lo fue antes de que hubiera sido preparada para el hombre: “Miré, y la tierra fértil era un desierto” (v. 26; cf. Gn. 3:17-19, 24).

Por tanto, ya que la tierra en Jeremías 4:23-26 es la Tierra Prometida, es probable que, debido a los paralelos con Génesis 1:2, la tierra en Génesis 1:2 también sea la Tierra Prometida. Parece que, al aludir a Génesis 1:2, Jeremías está intentando resaltar la tragedia del pecado de Israel al señalar que el juicio de Dios sobre Israel por sus pecados hace que la Tierra Prometida regrese al estado en el que estuvo antes de que siquiera hubiera sido preparada para el hombre. El pecado de Israel es una gran tragedia porque resultó en que su hogar estuviera como si no hubieran humanos a los cuales bendecir, así como no había humanos para bendecir todavía en Génesis 1:2. La expulsión de Israel de la Tierra Prometida es un revés de la preparación de la tierra para Adán y Eva.

También es significativo notar que justo como antes de que Adán y Eva habitaran el Jardín, este fue un “desierto” (Gn. 1:2), el tiempo en el que Israel esperó para entrar a la tierra prometida es descrito como vagar en el “desierto” (Dt. 32:10). Como Sailhamer explica: “El pueblo de Dios debe atravesar el desierto para alcanzar la Tierra Prometida. De manera similar, cuando Israel desobedece y es expulsado de la tierra, esta se vuelve ‘inhabitable’ (tohu) una vez más (Jer. 4:23-26)” (p. 65).

Jeremías 27:5 mira la Tierra Prometida en Génesis 1

Jeremías 27:5 también entiende Génesis 1 como un registro de la preparación de la Tierra Prometida. En este verso, que los académicos generalmente reconocen como una referencia al registro de Génesis 1, Dios dice: “Yo hice la tierra, los hombres y los animales que están sobre la superficie de la tierra con Mi gran poder y con Mi brazo extendido, y la doy a quien me place”.

Primero, es evidente a partir de la declaración “yo hice la tierra” que este verso es una referencia a los eventos de Génesis 1 y 2, pues ese es el registro de cuando Dios hizo la tierra. Segundo, sabemos que este pasaje “se refiere a Génesis 1:2-2a y no a Génesis 1:1” porque “Jeremías usó el término hebreo ‘hacer’ (asah) y no el término ‘crear’ (bara)” (p. 54). Por tanto, este pasaje no es una referencia a la creación (bara) de los cielos y la tierra (Gn. 1:1), sino a la preparación (asah) de “la tierra” (Gn. 1:2ff.).

Tercero, “la tierra” aquí no es una referencia al planeta entero, sino a la Tierra Prometida. Esto es evidente por el contexto. En los versos 3-4, Dios le dice a Jeremías que envíe un mensaje a los reyes de Edom, Moab, Amón, Tiro, y Sidón. El contenido de este mensaje, que comienza en el verso 5 y continúa hasta el 14, es básicamente que sus tierras serán entregadas a Nabucodonosor y que deberán someterse a él. Debido a los falsos profetas que están diciendo que no tendrán que servir al rey de Babilonia (vv. 9-10), Dios establece al principio del mensaje la razón por la que Él tiene la autoridad para entregar sus tierras a Nabucodonosor (v. 5). La razón que Él da es que Él “hizo la tierra” y por tanto se la dará a quien le plazca. Por tanto, parece que ya que el verso 5 establece la razón por la que Dios tiene la autoridad para entregar a Nabucodonosor la tierra de los reyes mencionados en el verso tres, la “tierra” mencionada en el verso tres es la tierra en donde residen los reyes listados en el verso tres. Y un breve vistazo a un mapa de la Biblia revela que esa tierra es la Tierra Prometida.

Este caso se fortalece con el verso 6, donde Dios identifica la tierra de la que habló en el verso 5 con la tierra que Él entregaría a Nabucodonosor. Mientras que el verso 5 establece el derecho de Dios de entregar “la tierra” a quien a Él le plazca, el verso 6 dice que Dios entregará “la tierra” a Nabucodonosor. Por tanto, la tierra de la que se habla en el verso 6 parece ser la misma tierra que Dios dice que hizo en el verso 5. Y la tierra de la que se habla en el verso 6, que está a punto de entregar a Nabucodonosor, era “las tierras” de Moab, Amón, Tiro, y Sidón. Todas estas “tierras”, como mencionamos anteriormente, son en realidad “tierras” dentro de la Tierra Prometida. Por tanto, la tierra del verso 6, que Dios entregará a Nabucodonosor (y por tanto la tierra del verso 5, que es la tierra que Dios preparó en Génesis 1) es la tierra de Amón, Tiro, Sidón, Edom, y Moab, que es la Tierra Prometida. Aún más, sabemos a partir de la historia bíblica posterior (como Jeremías 52:12-16) que la tierra que Dios entregó a Nabucodonosor fue específicamente la Tierra Prometida, porque él fue la vara del juicio de Dios utilizada para sacar a Israel de la tierra por su desobediencia. Por tanto, cuando Jeremías 27:5 mira hacia los eventos de Génesis 1, los ve como un registro de la preparación de la Tierra Prometida.

Éxodo 20:11 mira la Tierra Prometida en Génesis 1

Se está haciendo aparente que “la interpretación bíblica posterior claramente vio la Tierra Prometida como el enfoque del registro de la creación” (p. 53). Éxodo 20:11 es todavía otro versículo que entiende los seis días de Génesis 1 como referencia a la preparación de la Tierra Prometida: “Porque en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay, y reposó en el séptimo día…”.

A primera vista podría parecer que lo opuesto es el caso: ¿Qué no vimos antes que “los cielos y la tierra” se refieren a todo el universo? ¿Y no dice este versículo que Dios creó “los cielos y la tierra” en seis días, no en un periodo de tiempo sin especificar? Si este es el caso, claramente significa que los seis días de Génesis 1 son el registro de la creación de Dios de todo el universo y no de la preparación de la tierra prometida como sostengo.

Éxodo 20:11 no enseña que el universo entero es el alcance de la obra de Dios en los seis días de Génesis 1. Sailhamer resuelve muy bien la aparente dificultad que se levanta por la referencia a “los cielos y la tierra” en Éxodo 20:11. Él escribe:

“… este pasaje en Éxodo no utiliza el merismo ‘los cielos y la tierra’ para describir la obra de Dios en seis días. Más bien, nos da una lista de las distintas obras de Dios durante los seis días… esa lista se refiere a la obra de Dios en Génesis 1:1-2:4, no a su creación del universo en Génesis 1:1. Éxodo 20:11 no dice que Dios creó ‘los cielos y la tierra’ en seis días; dice que Dios hizo tres cosas en seis días —los cielos, la tierra, y el mar— y luego los llenó durante ese mismo periodo” (p. 106).

Por tanto, Éxodo 20:11 no dice que los seis días tratan sobre todo el universo, sino de “el cielo, la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay”. Es interesante que la lista de cuatro cosas en Éxodo 20:11 corresponde exactamente con lo que Dios hizo en Génesis 1:2ff. Primero, Él preparó el cielo. Luego, Él preparó los mares. Y luego Él preparó la tierra. Esto fue en los primeros tres días. Esto corresponde a la declaración de que “en seis días hizo el Señor [no los cielos y la tierra, sino] los cielos y la tierra, el mar…”. En los tres días faltantes, Él llenó estas tres cosas. Eso corresponde con la declaración de que, después de preparar el cielo, la tierra, y el mar, Dios hizo “todo lo que en ellos hay”.

Éxodo 20:11 no mira los seis días de Génesis 1 como creación, sino como preparación. Entonces vemos que Éxodo 20:11 no está diciendo que la creación de Dios de todo el universo ocurrió en un periodo de seis días, sino que su obra en el cielo, la tierra, y el mar ocurrió en un periodo de seis días. Que esto es una referencia a la preparación del cielo, la tierra, y el mar para el hombre y no a su creación es evidente por el uso de la palabra “hizo” y no “creó”. La palabra “creó” se utiliza en Génesis 1:1. Pero la palabra “hizo”, que se utiliza aquí,

“significa lo mismo que la expresión en español ‘hacer’ la cama. En otros lugares de la Biblia la misma palabra hebrea se utiliza para describir el que alguien se corte las uñas (Dt. 21:12), se lave los pies (2 S. 19:24), y se corte la barba (2 S. 19:24)… la palabra significa poner algo en orden, ponerlo en su lugar. Por tanto, Éxodo 20 en realidad parece afirmar la idea de que Génesis 1:2ff. se refiere a la preparación, no creación, de la tierra”.

Éxodo 20:11 mira el alcance de la obra de Dios en los seis días de Génesis 1 como la Tierra Prometida. Habiendo visto, entonces, que Éxodo 20:11 no mira los seis días de Génesis 1 como la creación del universo sino como la preparación del cielo, el mar, y la tierra, la pregunta es si el texto identifica específicamente la ubicación de la obra de Dios durante estos seis días como la Tierra Prometida. Que lo hace es evidente al comprarlo con Jeremías 27:5 (veremos que esto también fortalece nuestro caso de que Jeremías 27:5 hace referencia a la Tierra Prometida).

Después de ordenar a Israel a guardar el día de reposo en Éxodo 20:8-10, Dios explica la razón en el verso 11: “Porque en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay, y reposó en el séptimo día…”. El siguiente mandamiento, dado en el verso 12, es honrar a tu padre y a tu madre. Y la razón de este mandato es “que tus días sean prolongados en la tierra que el Señor tu Dios te da”. La “tierra que el Señor tu Dios te da” es por definición la Tierra Prometida.

Así que vemos que el mandato para guardar el día de reposo está basado en el hecho de que Dios es quien hizo el cielo, la tierra, y el mar. Y también vemos que obedecer el mandato de honrar a tu padre y a tu padre debe ser motivado por el hecho de que Dios es el que da la Tierra Prometida a quien Él quiere. Entonces, ¿cuál tierra está en el fundamento del mandamiento para guardar el día de reposo? Lo más probable es que sea la tierra que está en el fundamento del siguiente mandamiento de honrar a tu padre y a tu madre, es decir, “la tierra que el Señor tu Dios te da”, que es la Tierra Prometida. En otras palabras, el cielo, los mares, y la tierra del verso 11 son los de la Tierra Prometida de la que se habla en el verso 12.

La correlación en Jeremías 27:5 entre Dios preparando la tierra y Dios entregando la tierra es significativa: “Yo hice la tierra… y la doy a quien me place”. Esta parece ser la misma correlación que encontramos en Éxodo 20:11-12. Dios preparó la tierra (v. 11) y Dios entrega la tierra (v. 12). Como Jeremías 27:5, Éxodo 20:11-12 resalta que Dios hizo la tierra y Dios entrega la tierra. Por tanto, si uno de esos pasajes se está refiriendo a la Tierra Prometida, parece que el otro debería hacerlo también.

El tema del Pentateuco revela que la tierra es el enfoque en Génesis 1:2ff.

La palabra traducida como “tierra” en 1:2 (eretz) no solo significa “tierra” normalmente, no “planeta Tierra” (como ya hemos visto), sino que “usualmente se refiere específicamente a la tierra prometida a Abraham (Gn. 15:18)” (p. 50). Parece que un lector familiarizado con el tema del Pentateuco naturalmente entendería la “tierra” en ese sentido en Génesis 1:2 porque “el tema central del Pentateuco es el Pacto del Sinaí y el regalo de Dios de la tierra” (p. 52).

Y si la “tierra” en el versículo dos es la Tierra Prometida, entonces se desprende que los seis días de la creación son el registro de la actividad de Dios en esa misma tierra, porque, como vimos anteriormente, el versículo dos “prepara el escenario para el registro de las acciones de Dios en el resto del capítulo. Vuelve la atención del lector del universo como un todo hacia la Tierra Prometida, que es el escenario central del resto del Pentateuco” (p. 109). “Desafortunadamente”, escribe anteriormente, “al no traducir eretz en Génesis 1:1-2 como ‘tierra’ [land, en inglés], nuestras traducciones al inglés han nublado la conexión de esos primeros versos de Génesis con el tema central de la tierra en el Pentateuco” (p. 52).

Para hacer más firme este argumento, dos cosas deben ser hechas más evidentes. Primero, debemos mostrar por qué, si el tema central del Pentateuco es la entrega de la Tierra Prometida, esto nos llevaría a concluir que esta es la misma tierra de la que se habla en el verso dos. Segundo, debemos establecer que la entrega de la tierra es el tema central del Pentateuco en realidad.

Cómo el tema del Pentateuco descubre el significado de Génesis 1:2. Primero, la razón por la que un lector familiarizado con el tema central del Pentateuco como la entrega de la Tierra Prometida vería la “tierra” mencionada en Génesis 1:2 como la Tierra Prometida, es porque Génesis 1-3 “presentan una descripción general del mundo en el que los eventos históricos subsecuentes tendrán lugar. Ellos preparan el escenario” para los eventos del resto del Pentateuco (p. 81).

Estos capítulos preparan el escenario porque, al final del sexto día, Adán y Eva han sido provistos de una patria. Esto es obvio, ya sea que uno entienda los capítulos uno y dos como una referencia a la Tierra Prometida o no lo haga. Pero el concepto de una patria para el Pueblo de Dios está al centro de tanto el Pacto con Abraham (Gn. 15:18) y el Pacto en el Sinaí (Dt. 5:32-33). Así que el concepto de una “patria” es una preocupación central de los tres eventos más grandes del Pentateuco: la creación, el Pacto con Abraham, y y el Éxodo y el Pacto del Sinaí. Ya que la misma patria está a la vista en los dos últimos eventos —el Pacto con Abraham y el Pacto del Sinaí— naturalmente fluye que la misma patria también está a la vista en el registro de la creación.

En otras palabras, fluye de manera natural que el registro de la creación está preparando el contexto en el cual entendemos los otros dos grandes eventos respecto a la “patria”… especialmente debido a que si el hombre no hubiera perdido su patria para empezar, no necesitaría que le fuera provista una a través del pacto con Abraham y el pacto en el Sinaí. Por tanto, Sailhamer expone la relación entre los eventos de la creación y el tema del pacto de Sinaí como la entrega de una tierra para el pueblo de Dios con la condición de que obedezcan:

“Cada uno de estos temas centrales en el Pacto de Sinaí encuentra su declaración inicial en los primeros capítulos de Génesis. El Pacto está anclado en los eventos de la Creación. El autor de Génesis 1 quiere mostrar que el trecho de tierra que Dios prometió entregar a Israel en el Pacto de Sinaí —la tierra en la que Abraham y su familia residieron, la tierra de Cannán— era la misma tierra que Dios había preparado para ellos en el tiempo de la creación. Fue en esa tierra que Dios bendijo a la humanidad por primera vez y llamó a los hombres y a las mujeres a obedecerle. Fue en esa tierra que creció el Árbol de la Vida y donde Dios proveyó al hombre de bien y lo guardó del mal. Entonces, en la narrativa de Génesis 1, se nos da un registro de los propósitos originales de Dios para la humanidad” (p. 83)

Segundo, un lector familiarizado con el tema del Pentateuco entendería que “la tierra” en el versículo dos es la Tierra Prometida porque el mismo proceso que lleva a este entendimiento de “la tierra” en el verso dos debe llevar al correcto entendimiento de “Dios” en el verso uno.

Como “la tierra” en el verso dos, “Dios” en el verso uno se deja sin definir. Entendemos lo que el autor quiere decir con la palabra Dios en el verso uno en gran parte por nuestro entendimiento de lo que se nos dice acerca de Dios en el resto de la Biblia. Así como el lector debe llenar la palabra “Dios” en el 1:1 con el significado que se le da a la palabra a lo largo de Pentateuco, así que también parece que el autor pretende que entendamos la “tierra” en el verso a la luz del tema central del Pentateuco. La mención de Dios en el verso uno haría que surja la pregunta: “¿Quién es Él?”. La respuesta es claramente: “Aquel que es el enfoque central del resto del libro de Génesis y el resto del Pentateuco”. Esto llevaría a entender que Dios no es solo el Dios de Abraham, Isaac, y Jacob, sino también el Dios de toda la creación. De manera similar, la mención de “la tierra” en el verso dos haría que surja la pregunta: “¿Qué tierra?”. Y la respuesta, de manera similar, parecería ser: “La que es el enfoque central del resto del libro de Génesis y el resto del Pentateuco”. Esto, entonces, llevaría a entender que cuando Dios prometió una tierra a Abraham y a sus descendientes, no fue la primera vez que Dios había buscado bendecir a la humanidad en una tierra. Más bien, Dios estaba tomando acción para establecer uno de sus objetivos originales en la creación.

La entrega de la Tierra Prometida es un tema central del Pentateuco. Por estas dos razones es evidente por qué, si el tema del Pentateuco es la entrega de la tierra, un lector familiarizado con esto, por diseño del autor, entendería “la tierra” de Génesis 1:2ff. como la Tierra Prometida. El hecho de que la Tierra Prometida es el tema central del Pentateuco es evidente por el hecho de que los dos pactos principales en los que se enfoca la historia del Pentateuco —el pacto con Abraham y el pacto del Sinaí— tienen la entrega de la Tierra Prometida en el centro. Por tanto, parece que el autor tiene la intención de que un lector familiarizado con el tema del Pentateuco mire la “tierra” en Génesis 1:2 como la Tierra Prometida.

La gloriosa función unificadora de la tierra

Por todas estas razones, parece sólido concluir que el creacionismo histórico está en lo correcto. Génesis 1:1 declara que Dios creó el universo entero en un periodo de tiempo que se deja sin especificar. Génesis 1:2 cambia en enfoque del universo como un todo a la Tierra Prometida en algún momento después de que Dios había terminado de crear el universo. Los seis días de Génesis 1, por tanto, son el registro de Dios preparando la Tierra Prometida para la humanidad.

Esto revela que uno de los principales objetivos del autor en Génesis 1 y 2 es establecer que el Dios del pacto es el Dios de la creación. El Dios que preparó la tierra prometida en el pacto (1:2ff.) es el mismo Dios que creó el universo (1:1). Por tanto, los miembros del pacto tienen un Dios poderoso que está por encima de todos los dioses.

Al hacer la conexión entre la creación y los pactos a través de la tierra, Génesis 1-2 no solo está llamando la atención a la grandeza de Dios, sino que también prepara el escenario para lo que el resto de la Biblia tiene que decir acerca de la grandeza de Dios. Debido a que la tierra no es solo un tema unificador entre los pactos, sino que también unifica los pactos con la creación (porque tienen que ver con la misma tierra), hay una unidad más profunda entre los propósitos de Dios en la creación y la redención. Cuando vemos esto, un glorioso tapiz de las obras poderosas de Dios se despliega delante de nuestros ojos.

En un intento por contemplar esta gloria, repasaré los eventos principales que Dios utilizó para llevar a Israel a la Tierra Prometida. Hacerlo no solo resaltará las gloriosas implicaciones de la centralidad de la tierra tanto en la creación como en la redención, sino que también servirá para confirmar nuestra conclusión de que la entrega de la tierra es un tema central del Pentateuco.

El ^acto con Abraham y la Tierra Prometida en el mismo es central para la historia del Pentateuco

Esto es evidente a partir de un conocimiento general de la historia de la salvación. Dios llama a Abraham fuera de su tierra de idolatría (Gn. 12:1) para bendecirlo y para que sea bendición (v. 2), y como un medio para esto promete hacer de él una gran nación (Gn. 12:2). Esta promesa se cumple inicialmente en la creación de la nación terrenal de Israel a partir de los descendientes de Abraham, quienes sirven como personajes principales en el Pentateuco a partir de Génesis 12 en adelante. Además de esto, la promesa de la tierra fue un elemento clave del pacto (Gn. 12:1, 7), lo que es evidente del hecho de que desde Génesis 12 hasta Deuteronomio 32 la historia principal trata acerca de cómo Dios llevó a Israel a esta tierra.

Los medios que Dios utilizó para llevar a Israel a la tierra que les prometió es una historia intrincada que revela la sabiduría de Dios y cuál es Su objetivo definitivo en el Pacto con Abraham. Cuando Dios hizo el pacto con Abraham, la informó que antes de que sus descendientes terrenales fueran benditos de Dios en la Tierra Prometida, ellos primero serían “extranjeros en una tierra que no es suya, donde serán esclavizados y oprimidos durante 400 años” (Gn. 15:13).

Esta profecía no fue una mera predicción de lo que sucedería, sino una declaración de lo que Dios haría. Esto es evidente por los eventos que siguieron. Cuando el nieto de Abraham, Jacob, a través de quien vendría la nación de Israel, tuvo alrededor de 70 descendientes, Dios trajo una hambruna severa en la tierra para posicionar a Israel en Egipto. Ya habiendo enviado a José a Egipto mucho antes como medio para mantener una gran reserva de comida y que muchas vidas pudieran ser preservadas (Gn. 50:20), Dios utilizó la hambruna para traer a los otros descendientes de Jacob a unirse a José en Egipto, porque Egipto era donde estaba la comida que Dios había provisto para mantenerlos con vida. Es impactante darse cuenta de que Dios hizo esto, e incluso les dijo que fueran (Gn. 46:3), aunque ya había dicho que se convertirían en esclavos en la tierra (Gn. 15:13; Ex. 1:11). La implicación es que la esclavitud de Israel en Egipto fue orquestada por Dios para poner a Israel en un lugar en el que pudiera ver las poderosas obras de Dios a su favor.

El Pacto del Sinaí buscó traer a Israel a la Tierra Prometida en el Pacto con Abraham

Por tanto, Dios no olvidó su promesa de traer a la nación de Israel a la Tierra Prometida. Él todavía recordaba su pacto con Abraham, Isaac, y Jacob después de 400 años (Ex. 2:24) y levantó a Moisés para liberar a Israel de la esclavitud en Egipto y traerlos a la Tierra Prometida (Ex. 3:8). Después de sacar a Israel de Egipto, Él hizo un pacto con ellos que se centró en el libro de la ley (Ex. 22:7-8) y en el que, como escribe Sailhamer, Él “prometió entregarles la ‘tierra’ que había prometido a sus antepasados. Él prometió bendecirlos en esa tierra, darles descanso y paz, y finalmente morar con ellos en esa tierra”.

Por tanto, la entrega de la tierra fue una promesa central del Pacto de Sinaí (o Antiguo Pacto) (Dt. 1:5-8). El hecho de que la tierra es central para el Pacto del Sinaí también se muestra en el hecho de que la obediencia de Israel a la ley entregada en el pacto fue “la única condición que Dios colocó para su disfrute de la tierra. Si desobedecía, Israel sería sacado de la tierra al exilio (Dt. 4:25-26)”. Pero si obedecían, ellos vivirían largamente en la tierra (Dt. 30:16-20). El problema con el Antiguo Pacto fue que Israel no tenía un nuevo corazón que deseara obedecer a Dios (Dt. 29:4). Por tanto, eventualmente Israel fue persistentemente desobediente y así expulsado de la tierra. Esta es la misma razón por la que Adán y Eva fueron expulsados del Jardín (Gn. 3).

El Nuevo Pacto estableció el objetivo del Pacto con Abraham y nos asegura en la tierra

El Antiguo Pacto no fue suficiente para mantener a Israel en la tierra porque no era posible cumplirlo por la dureza del corazón humano. Sin embargo, esto no anuló el propósito de Dios de dar la tierra a los descendientes de Abraham. En lugar de eso, reveló lo que siempre fue el propósito de Dios en el Pacto del Sinaí: mostrar nuestra pecaminosidad para que viéramos la necesidad del Nuevo Pacto.

Que el Pacto del Sinaí no era el pacto que Dios quería usar para traer cumplimiento final a la promesa de bendición y una tierra para los descendientes de Abraham es evidente en Gálatas 3, que enseña que la bendición de Abraham es salvación a través de Cristo, y que es a través del Pacto con Abraham, no el Pacto del Sinaí, que esta bendición viene a nosotros (Gá. 3:8, 17-18). El Pacto del Sinaí fue un siervo del Pacto con Abraham porque fue nuestro “tutor” para mostrarnos nuestra pecaminosidad y así llevarnos a la justificación por fe en Cristo, quien fue la semilla de Abraham (3:24). Como tal, este pacto siempre fue destinado para ser temporal y un medio para demostrar la supremacía del Pacto con Abraham que había sido hecho anteriormente (3:15-19).

El Pacto Abrahámico, entonces, no es cumplido por el Antiguo Pacto. Más bien, el Antiguo Pacto fue diseñado para apuntar a otro pacto: un pacto en el cual el Pacto Abrahámico sería cumplido.

Este Nuevo Pacto no se menciona explícitamente en el Pentateuco, pero es prefigurado en el hecho de que se predice que el Pacto del Sinaí fallará en mantener a Israel en la Tierra (Dt. 31:14-22). Después de que este fracaso sucedió, el Nuevo Pacto se promete en los libros de Ezequiel, Jeremías, e Isaías.

Mirando el fracaso del Antiguo Pacto —el cual fue hecho con el Israel étnico— y el éxito del Nuevo Pacto —el cual fue hecho no con el Israel étnico sino con aquellos que creen en Cristo y busca cumplir la promesa hecha a Abraham—, se ilumina mucho de lo que Dios estaba prometiendo exactamente en el Pacto con Abraham. Primero, vemos que los verdaderos descendientes de Abraham no son aquellos que descienden físicamente de él, sino aquellos que creen en Cristo (Gá. 3:7). Por tanto, la promesa de Dios en el Pacto Abrahámico no fue entregar la tierra a todos los descendientes físicos de Abraham, sino entregar la tierra a todos aquellos quienes, como Abraham, creen en Cristo. Esta es una razón por la que el fracaso del Antiguo Pacto en mantener al Israel étnico en la tierra no anuló el propósito de Dios en el Pacto Abrahámico.

Segundo, vemos que la tierra que Dios busca entregar a los descendientes espirituales de Abraham no es meramente una morada terrenal, sino una celestial. La tierra prometida a Abraham no es meramente una sección de tierra de esta creación; es una sección de tierra que poseeremos en la nueva creación, esto es, ¡una vez que los cielos y la tierra sean renovados! La Tierra Prometida es la tierra que Dios preparó originalmente para Adán y Eva. Pero es esa tierra como lo será una vez que Dios renueve la creación de los efectos de la caída, y una el cielo y la tierra (Ap. 21-22).

Para ver esto, nota los paralelos entre los elementos del Pacto de Dios con Abraham en Génesis 17, y los elementos del Nuevo Pacto declarados en Jeremías 32. El Nuevo Pacto contiene las mismas promesas que el Pacto Abrahámico porque es el verdadero cumplimiento del Pacto Abrahámico. Pero al ver cómo la promesa a Abraham respecto a la tierra se interpreta en las promesas del Nuevo Pacto, se ilumina en gran manera la tierra que Dios en realidad prometió en el Pacto Abrahámico.

El Pacto con Abraham. “Estableceré Mi pacto contigo y con tu descendencia después de ti, por todas sus generaciones, por pacto eterno, de ser Dios tuyo y de toda tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra de tus peregrinaciones, toda la tierra de Canaán como posesión perpetua. Y Yo seré su Dios”, Génesis 17:7-8.

El Nuevo Pacto. “Ellos serán Mi pueblo, y Yo seré su Dios; y les daré un solo corazón y un solo camino, para que me teman siempre, para bien de ellos y de sus hijos después de ellos. Haré con ellos un pacto eterno, de que Yo no me apartaré de ellos para hacerles bien, e infundiré Mi temor en sus corazones para que no se aparten de Mí. Me regocijaré en ellos haciéndoles bien, y ciertamente los plantaré en esta tierra, con todo Mi corazón y con toda Mi alma”, Jeremías 32: 38-41.

El primer pasaje de arriba es acerca del Pacto de Dios con Abraham: “Estableceré Mi pacto contigo y con tu descendencia después de ti”. El segundo pasaje tiene que ver con el Nuevo Pacto: “Haré con ellos un pacto eterno”. Este es el pacto del que se habla en Jeremías 31:31-32, en el que Dios dice: “Vienen días… en que haré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto, no como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto, Mi pacto que ellos rompieron”. El Nuevo Pacto, entonces, reemplaza el Antiguo Pacto (cf. Hebreos 8), pero no reemplaza el Pacto Abrahámico porque, como el Nuevo Pacto, se dice que el Pacto Abrahámico es eterno. Lo que esto quiere decir es que el Nuevo Pacto es el cumplimiento, o quizá la reafirmación, del Pacto Abrahámico. Por tanto, deberíamos esperar que incluya las mismas promesas. Esto es exactamente lo que vemos en los textos.

En ambos pactos, Dios promete que los descendientes de Abraham (que sabemos por Gálatas 3 que son los cristianos, no los judíos étnicos) serán Su pueblo y que Él será su Dios. Que el Nuevo Pacto es hecho con los descendientes de Abraham es evidente a partir de Jeremías 31, que dice que el Nuevo Pacto es hecho con “la casa de Israel y con la casa de Judá”. Nota también que estos dos pactos no solo se hacen con los descendientes de Abraham, sino que también ambos contienen la promesa de la tierra.

El Nuevo Pacto, como se expresa en Jeremías 32, explica cómo es que Dios nos mantendrá fieles a su pacto para que nunca seamos expulsados de la tierra, como le sucedió a Israel bajo el Antiguo Pacto. Dios nos mantendrá fieles porque Él pondrá el temor de Él en nuestros corazones para que no nos volvamos de Él. Y Él promete jamás volverse de nosotros. Esto es lo que le faltó al Antiguo Pacto: el poder de seguir a Dios. Pero el poder que el Antiguo Pacto no nos dio nos es dado por el Nuevo Pacto. Por tanto, el Antiguo Pacto no mantuvo al Israel étnico en la tierra, pero el Nuevo Pacto mantendrá al Israel espiritual en la tierra por siempre.

Finalmente, la expresión del Nuevo Pacto en Jeremías ilumina la identidad de la tierra que Dios había prometido a Abraham. Nota que es en la misma tierra prometida a Abraham que Dios promete plantar una vez más a sus descendientes espirituales. Pero por la revelación del Nuevo Testamento, sabemos que Dios no meramente entregará a los cristianos la tierra de Israel. Más bien, sabemos que Él renovará el universo entero, “los cielos y la tierra”, limpiándolo de toda la maldad y haciendo nuevas todas las cosas. Por tanto, la “tierra” que Dios promete entregarnos por siempre en Jeremías 32 es la Tierra Prometida como será en los cielos nuevos y la tierra nueva. Esta es la morada que Dios promete entregar a los cristianos. Y ya que el Nuevo Pacto trae cumplimiento al Pacto Abrahámico, ambos tienen la mirada en la misma tierra. Por tanto, la tierra prometida a Abraham es la tierra del Éufrates al río de Egipto, ¡como será en los cielos y tierra renovados! ¡El plan de Dios para restaurar a su pueblo en los cielos y tierra renovados a la tierra que habían perdido en la creación ya estaba revelado hace mucho tiempo en Su promesa a Abraham!

La profunda unidad de los planes de Dios

¿Qué muestra todo esto? Muestra que los propósitos de Dios permanecen de la creación pasando por la redención hasta la nueva creación. Los propósitos de Dios nunca han cambiado y serán establecidos. Y el fundamento de esta verdad se coloca en Génesis 1. “Al establecer una conexión entre la Tierra Prometida y el Jardín del Edén, las narrativas de Génesis revelan algo muy importante acerca de Dios y sus propósitos en la creación. Nos dicen que los propósitos de Dios permanecen. Lo que Él ha logrado en la creación lo volverá a hacer en sus promesas de pacto” (p. 73). El autor de Génesis logra esto al mostrar “que el Pacto del Sinaí y el llamado de Dios a Abraham tienen como su meta definitiva el establecimiento de los propósitos originales de Dios en la creación. Dios desde el principio quiso que su pueblo encontrara bendición y paz en ‘la tierra’ que Él proveyó para ellos” (p. 84).


[1] Mira su excelente defensa de esta afirmación en el Apéndice 1 (pp. 227-245).

[2] Nota del traductor: Esta sección fue adaptada para expresar la misma idea en español. El ejemplo original utilizaba la palabra inglesa “blackboard”.

[3] Entiendo que estas categorías podrían ser demasiado rígidas. Pero creo que, en general, demuestran la estructura del pasaje.

[4] Sailhamer escribe que “es probable que el autor buscara que se hiciera una conexión entre Dios equipando la tierra con árboles frutales en el capítulo 1 [versos 9-11] y su equipamiento del jardín con árboles ‘buenos para comer’ en el capítulo 2. Esta es otra pista de que los dos registros de Génesis 1 y 2 hablan acerca de la misma obra creativa y que la ‘tierra’ del capítulo 1 debería ser entendida como el ‘jardín’ del capítulo 2” (p. 127).


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por el Equipo Coalición.
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