¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

La belleza de los testimonios “aburridos”

Muchos cristianos luchan con compartir sus propios testimonios. Nuestras historias son aburridas, poco interesantes y simples, o al menos eso es lo que creemos. ¿Quién nos escucharía incluso si lo compartiéramos?

Lo que a menudo se califica como “interesante” es el tipo de cosa sobre lo que alguien escribiría (y leería) un libro: ​​ex-convictos, ex-adictos, ex-algo y cosas así. Todos somos pecadores salvados por gracia, y sin embargo, tan sucios y quebrantados como podamos estar, muchos de nosotros no hemos pasado un día en nuestras vidas sin saber acerca de Dios. A menudo describimos nuestros testimonios en términos de la remodelación o renovación de nuestra fe actual: se nos recuerda el pecado que tenemos, o somos condenados por el pecado que no vimos, y ahora podemos volver al evangelio que hemos conocido toda la vida. No es tanto un cambio de 180°, sino como un par de grados a la vez.

Siempre increíble

Somos consumidores de historias grandes y emocionantes —mira la industria del cine, por ejemplo—. Tendemos a descalificar cualquier cosa que no se ajuste a ese patrón. No nos ofrecemos voluntariamente a decirle a la gente que tenemos toda la vida en la iglesia y aceptamos a Jesús desde pequeños. ¿Quién no encontraría esa historia aburrida?

La solución no es buscar un testimonio más poderoso: no vamos a pecar para que la gracia abunde. Debemos ampliar nuestro entedimiento de lo que constituye un testimonio hermoso. Podemos describir a los que crecieron en la iglesia como salvados de los horrores de la vida criminal, pero esta historia se siente vacía. La negación no es tan poderosa como la expresión positiva: somos salvos de la condenación que nos merecemos, por la gran gracia del Hijo de Dios, Jesucristo, por medio del poder del Espíritu Santo.

Por supuesto que deseamos ser recordados, para ser vistos como ejemplos vivos de la gracia que Dios puede proporcionar. Los ejemplos pregonados sobresalen en el amplio curso de la historia, especialmente aquellos salvados a través de circunstancias terribles: la persecución de Pablo a los cristianos, los muchos pecados sexuales de Agustín, y el adolescente ateo que a los 30 y tantos años se convirtió conocido como C. S. Lewis. Vemos que grandes cristianos del pasado a menudo tienen trasfondos desastrosos.

No hay cristianos ordinarios

Este énfasis en los testimonios dramáticos puede ser perjudicial, a pesar de la intención de inspirarnos. Mientras estos testimonios nos pueden animar a mirar y ver la grandeza de Dios, tendemos a creer que la gracia de Dios solo se manifiesta en aquellos que han sido salvados de “mucho”. Si decidiéramos seguir a cristianos “ordinarios” —pastores y ancianos, nuestros padres y profesores, nuestros compañeros— tal vez seríamos más capaces de ver la gracia impresionante y explícita de Dios en nuestras vidas “ordinarias”.

No recomiendo la eliminación de los “grandes personajes” históricos de nuestros estudios, ni debemos descartar los testimonios explosivos que tan a menudo oímos. Más bien, debemos ampliar nuestra comprensión de lo que constituye una historia convincente de la gracia.

Todo cristiano tiene una historia de redención. Ya sea que hayamos sido salvados de la adicción a la cocaína o de un corazón orgulloso, o desde lo más profundo de una celda de la cárcel o de la comodidad de nuestras casas en los suburbios, tu historia está llena de gracia. Si no podemos ver la belleza de una historia de redención, el problema no es la historia: el problema está en nosotros.

Después de todo, toda historia de redención es una tan poderosa que Cristo murió para cumplirla.


Este artículo fue publicado originalmente el 15 de octubre 2013 para The Gospel Coalition. Traducido por Alicia Ferreira.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando