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Nota del editor: 

El pastor John Piper recibe preguntas de algunos de sus oyentes de su programa Ask Pastor John. A continuación está su respuesta a una de esas preguntas.

Pablo dice que “si alguno está en Cristo, nueva criatura es” (2 Co 5:17). Esa es una declaración asombrosa. En Cristo, participamos de la nueva creación ahora. Somos nuevas criaturas. Hemos sido regenerados. Hemos nacido de nuevo. Mi hombre interior ha sido resucitado de entre los muertos por el mismo Espíritu de Cristo. Mis pecados han sido perdonados. “Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí” (Gá 2:20). Hay muchas imágenes gloriosas de una vida cristiana victoriosa.

Sin embargo, a pesar de todas estas gloriosas realidades de la nueva vida, todavía pecamos. Todavía somos engañados por el mundo, el diablo y nuestra propia maldad que queda en nuestro interior. Algunas de las mismas promesas falsas que captaron nuestra atención como incrédulos continúan captando nuestra atención como creyentes. Esta es una de las grandes desilusiones de la vida cristiana: ser tan profundamente diferente y, sin embargo, caer tan fácilmente en los mismos pecados.

Ya analizamos en un programa anterior si nuestro arrepentimiento es real si seguimos confesando los mismos pecados. Este fue el episodio de APJ 1623. Hoy abordamos esta pregunta: ¿Cómo juzgamos nuestros fracasos por el pecado como cristianos redimidos? Este es el tema clave que se retoma en el siguiente extracto de un sermón de John Piper de 2001. El extracto nos lo envió una oyente llamada Lucy en Woking, Inglaterra. Aquí está el pastor John, predicando sobre Romanos 7.


“Así que ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí” (Ro 7:17). De este versículo es donde otros y yo obtenemos la frase pecado remanente. ¿Ves la frase “el pecado que habita en mí”? Es como un residente: un residente feo, rebelde, que lucha contra mi alma.

“Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí” (Ro 7:20). Ahí está de nuevo. Estos dos textos hablan de esta realidad llamada pecado remanente. Entonces, el primer frente de Pablo es defender la ley y mostrar que el problema no es que yo haya hecho que la ley sea pecado. Más bien, en el segundo frente, está defendiendo la realidad de que existe tal cosa como el pecado que mora en mí, arraigado profundamente en mi vida. Necesito matarlo. Necesito hacerle la guerra. Pero está ahí y es real.

Pablo es cristiano y quiere defender el hecho de que es cristiano. Tengo una nueva naturaleza. He nacido de nuevo. He llegado a degustar las cosas de Dios. Este es uno de varios versículos que podríamos buscar para este punto: “Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios” (Ro 7:22). En otras palabras: “Amo la ley de Dios. Me regocijo en la ley”, dice Pablo. “Pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra” (Ro 7:23). Él está diciendo: “He sido cambiado. Estoy vivo para Dios. Estoy vivo para la ley. Ahora tengo un deleite espiritual. Hay una naturaleza en mí que no es solo carnal”.

Desesperación por el pecado

Esto nos lleva al asunto más controversial que señalé en otra sesión y dije que retomaría para argumentar el punto que hice en ese momento. El punto era este: ¿Es Romanos 7:14-25 el Pablo precristiano? ¿Está describiendo su experiencia antes de ser salvo? ¿O es el Pablo cristiano describiendo su experiencia, en parte, tal como la experimenta? Esa es la gran pregunta.

Los estudiosos se alinean en ambos lados: estudiosos piadosos, estudiosos evangélicos. Mis amigos se alinean en ambos lados. Les dije de qué lado estoy y les dije que volvería para darles mis razones, y aquí estoy. El lado en el que me ubico es este: creo que Pablo está hablando de la experiencia cristiana. Quiero defender eso, pero primero déjame decirte por qué me importa, porque podrías estar sentado allí diciendo: “No puedo imaginar algo que me interese menos que eso”.

Esta es la razón por la que creo que debería ser muy interesante y crucial para ti: he visto por qué la gente no viene a Cristo en busca de su gozo eterno y prefiere elegir la destrucción y la miseria eterna. Hay varios tipos de razones. La razón que tengo en mente es una desesperanza que se instala en el alma que no dice “el evangelio es falso”, sino que simplemente dice “no hay esperanza para mí”. Eso es todo. Puedes discutir hasta el cansancio a nivel intelectual con tal objeción y terminar diciendo: “Mira, probablemente tengas razón”. Es algo aterrador, ¿no?

Una de las fuentes (no la única) de esta desesperanza es un perfeccionismo no bíblico que no proporciona a las personas categorías para comprender su propio fracaso como cristiano. Por lo tanto, cuando tropiezan y caen en un pecado o en la repetición de un pecado, no tienen forma de explicar lo que está sucediendo en sus vidas. Entonces, caen en la desesperación por considerarse no cristianos.

Lo que salvó la vida de J. I. Packer

Recordarán que hace tres semanas mencioné a J. I. Packer, quien estaba muy agradecido por el libro sobre el pecado remanente de John Owen, escrito hace trescientos cincuenta años. Packer dijo que fue salvo en la década de 1940 e inmediatamente fue introducido en un cristianismo perfeccionista que creía en la “vida superior”, una segunda experiencia del cristianismo, en donde, después de haber tenido esta experiencia, estabas por encima de la lucha, caminando en triunfo y en victoria, no más batallas. Packer dijo: “Casi me suicido. Pero luego leí a Owen y Ryle, quienes me ayudaron a obtener una comprensión bíblica más equilibrada del pecado en la vida del creyente”.

La evidencia de ser cristiano no es que no hay derrotas tácticas en la guerra, sino que sigues luchando hasta obtener la victoria prometida

El único problema con el trabajo de Owen es que tienes que estar desesperado para leerlo, porque está escrito en un inglés casi ininteligible del siglo XVII. Lo siento, pero las cosas que son buenas necesitan ser excavadas. Si rastrillas, obtienes hojas; si excavas, obtienes diamantes. Si tienes la mente que se queda en la superficie, te conformarás con las hojas. Si tienes una mente inquisitiva, obtendrás diamantes. Recomiendo a Owen como una buena mina.

Para desanimarlos aún más, aquí está el título de su libro: La naturaleza, el poder, el engaño y la prevalencia del pecado remanente en los creyentes, junto con las formas de su funcionamiento y los medios de prevención, abiertos, demostrados y aplicados con una resolución de los diversos casos de conciencia que le correspondan[1]. [Risas]. No espero que nadie busque este libro ahora.

Sin embargo, te prometo que si lees esas ciento cincuenta páginas, con toda probabilidad no querrás suicidarte por la imperfección que mora en ti. Empezarás a avanzar en el camino que salvó la vida de J. I. Packer, y creo que salvará a muchos, para saber cómo luchar contra el pecado y comprender tus fracasos.

Entonces, mi objetivo esta mañana es argumentar que este pasaje trata sobre eso: es decir, la experiencia cristiana en sus momentos de fracaso. Eso es lo que quiero discutir. Este texto trata sobre eso y te proporciona categorías para comprenderlo.

Haz la guerra

Ahora, una advertencia más antes de entrar en mis cinco argumentos: Por favor, por favor, por favor, no me malinterpretes diciendo: “Este texto enseña ‘haz las paces con el pecado’. El pastor John no dijo: ‘Todos van a pecar. Así que relájate. Haz las paces con el pecado. No es gran cosa’”. Eso no es lo que estoy diciendo.

De hecho, diría exactamente lo contrario. Este texto está enseñando: “Hazle la guerra al pecado”. Hazle la guerra al pecado. Lo que lees aquí es sobre un hombre que está en pie de guerra contra su pecado. Él ahora tiene una naturaleza espiritual que le permite identificarlo por lo que realmente es, por difícil que sea y él lo odia.

La evidencia de ser cristiano no es que no hay derrotas tácticas en la guerra, sino que sigues luchando hasta obtener la victoria prometida. Esa es la evidencia de ser cristiano.


[1] Una década después de este sermón, el libro de John Owen fue abreviado, se hizo más fácil de leer y se publicó bajo el título El Pecado Remanente: Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia.

Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Equipo Coalición.
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