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Hay personas que tienen un profundo impacto en nuestras vidas aunque hayamos tenido poca interacción con ellas. Jerry Bridges fue una de esas personas en mi vida. Él fue a morar con el Señor este domingo 6 de marzo y, para la gloria de Dios, quisiera honrar a este hermano que no solo influenció mi vida sino la de tantos creyentes.

No me puedo considerar su amigo, pero en el año 2006 compartí una semana junto a él y 17 estudiantes del Colegio de Pastores de Sovereign Grace Ministries, en donde tuvimos la oportunidad de aprender de este gran siervo de Dios. Fue muy emocionante para todos nosotros sentarnos a los pies del Señor junto a los pies de este siervo. Pero por encima de su conocimiento, lo más que aprendimos de él fue su humildad y amor por su Señor.

Humildad en lo privado

Como buen hispano, al principio de ese año académico miré el calendario de profesores y me ofrecí como voluntario para transportar al señor Bridges durante esa semana. Lo busqué al aeropuerto, lo recogía en las mañanas antes de ir al colegio, y lo regresaba al hotel en la noche. Pude compartir varios almuerzos y conversaciones con él. Siempre fui bendecido por su humildad y aplicación del evangelio. Recuerdo que en el aeropuerto de Dulles en Virginia, su maleta fue la última en llegar al área de recogido de equipaje. En varias ocasiones me expresó su preocupación porque la maleta no llegaba. Tan pronto regresamos al auto me pidió perdón por reflejar falta de confianza en Dios sobre este asunto tan trivial. Ese instante me enseñó más del evangelio que muchos libros extensos de teología que he leído.

Todos los martes cuando llegábamos cada estudiante tenía que hacer 10 lagartijas (push ups) si su equipo de fútbol americano, profesional o colegial, había perdido durante el fin de semana. Yo siempre tenía que hacer 20 porque tanto los Redskins de Washington como los Yellow Jackets de Georgia Tech tuvieron temporadas miserables. Cuando el Sr. Bridges supo de esta práctica, a la edad de 76 años, quiso participar con nosotros. Y completó sus 10 lagartijas junto a los estudiantes. Comparto esta historia por la evidente humildad de este gran siervo de Dios. Él no tenía una alta opinión de sí mismo. Era un laureado autor cristiano, pero fue capaz de participar junto a jóvenes estudiantes de una actividad tan sencilla. Como un buen maestro, él sabía que esto tendría un profundo impacto al modelar amor y humildad. Él vivía lo que predicaba.

Necesitando el evangelio diariamente

Aunque fue un autor prolífero, con muchas obras significativas, desde mi perspectiva, su mayor aportación fueron tres capítulos en particular, los capítulos 1 al 3 del libro La Disciplina de la Gracia. Estos capítulos han influenciado grandemente mi vida, mi familia, y mi ministerio. En ellos él propone que necesitamos predicarnos el evangelio diariamente. Ahí se encuentra esta famosa frase: “Sus peores días nunca son tan malos como para que usted esté fuera del alcance de la gracia de Dios. Y sus mejores días  nunca son tan buenos como para que esté más allá de la necesidad de la gracia divina”.

Este pasado sábado compartía con los líderes de la iglesia Torre Fuerte en Caguas, Puerto Rico acerca de la funcionalidad central del evangelio. Precisamente, el día antes de la muerte de Jerry Bridges, les dije que todos los años leo el capítulo 3 de La Disciplina de la Gracia para recordar que necesito predicarme el evangelio diariamente. Necesito mirar mi pecaminosidad y correr en fe a la cruz de Cristo para recibir su perdón y gracia.

Para mí esta es su contribución mayor al cuerpo de Cristo. Él nos recordó y enseñó que el evangelio es necesario para el día a día y que tenemos que aprender a aplicarlo todos los días. Esto parece sencillo, pero es más complicado de lo que creemos. Por nuestra naturaleza pecaminosa, tenemos la tendencia a querer hacer las cosas por nuestras fuerzas. Por consiguiente, necesitamos el evangelio diariamente. Es mi observación que muchos reformados entienden y conocen el evangelio, pero no lo aplican diariamente. Cuando el evangelio es aplicado diariamente, el fruto debe ser humildad, debe ser amor, debe ser no tomarnos tan seriamente.

Yo amo leer libros de teología profunda, pero necesito todos los años volver a los primeros tres capítulos de La Disciplina de la Gracia. De poco me sirve poder ver aspectos de Cristología si no tomo ese conocimiento para que mi vida sea transformada en la forma que sirvo a mi esposa, que crío a mis hijos, o que pastoreo mi iglesia. Para perdonar, necesito recordar que fui perdonado. Para amar, necesito recordar que fui amado primero. Para ser generoso, necesito recordar que Dios ha sido generoso. Todo esto lo veo en que Cristo dio su vida para salvarme. Lo veo en el evangelio. Bridges me recuerda que el evangelio es el combustible que impulsa mi obediencia. Él nos enseñó que Cristo está en toda la Biblia, y que Cristo es lo que nos predicamos y predicamos a otros.

Jerry ha terminado su parte en la búsqueda de la santidad. Ahora, por la gracia de Dios, está frente a Cristo y ya ha sido trasformado por la gracia transformadora de mirar al Creador cara a cara. Que todos podamos crecer en predicarnos el evangelio diariamente. Y que aquellos que tenemos el privilegio de servir a la iglesia no seamos simples repetidores de conceptos teológicos, sino que ayudemos a los santos a aplicar el evangelio para la gloria de Dios. Que, como este santo, estemos dispuestos no solo a predicar, sino a modelar la humildad, el amor, y el gozo que brotan de un corazón que conoce el evangelio.

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