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Los que me conocen saben que estoy lejos (muy lejos) de ser una experta en literatura. Es cierto que leo bastante, pero mi género predilecto es el ensayo. No me inclino naturalmente a la narrativa y mucho menos a la romántica. ¡Qué decir de la narrativa romántica del siglo XIX! Entonces, ¿cómo llegué hasta aquí?

Hace unos años tuve la oportunidad de entrevistar a Karen Swallow Prior —profesora de literatura y autora— sobre la importancia de las historias. En nuestro intercambio le pregunté qué novela le gustaría poner en manos de todo ser humano. ¿Su respuesta? Jane Eyre. Ella dijo que «esta novela es la historia de cómo vivir bien y con fidelidad en las condiciones modernas y en un mundo caído y difícil». Eso fue suficiente para despertar mi intriga.

¿Qué otra cosa podía hacer sino ir directamente a la librería más cercana y buscar esta novela? Adquirí con emoción una edición pasta blanda y en inglés. Honestamente pensé que no habría inconveniente, después de todo, el 85% de mis lecturas son en inglés.

El libro acumuló polvo en mis estanterías por más de tres años.

No me malentiendas, intenté leerlo varias veces pero nunca pasé del capítulo cinco. La letra era pequeña, el inglés antiguo y el lenguaje adornado. La experiencia de lectura era totalmente distinta a los libros de ensayo contemporáneo a los que estaba acostumbrada. Estuve a punto de rendirme para siempre y declarar que Jane Eyre no era lo mío. Pero decidí hacer un último intento: esta vez adquirí la edición en español y en formato electrónico.

Eso fue todo lo que necesité para acompañar a Jane desde Gateshead hasta Ferndean, pasando por Lowood, Thornfield y Morton.

Hambre de justicia

Jane Eyre, escrita por Charlotte Brontë, relata las experiencias de la protagonista epónima, desde su infancia hasta su turbulento romance con el señor Rochester. Es una novela escrita de manera autobiográfica, lo que nos permite mirar de cerca el corazón de su protagonista, en toda su complejidad.

La historia de Jane nos invita a examinar no solo nuestros propios deseos pecaminosos, sino también lo que otros nos dicen que es justo

El telón de la vida de Jane se abre para mostrar sus desventuras en la casa de su cruel tía —la Sra. Reed— y sus primos, donde fue enviada después de haber perdido a sus padres. Para la familia que la acogió, Jane era una niña necia y hasta violenta, lo que justificaba el rechazo y los castigos que recibía.

Ciertamente, Jane poseía un carácter fuerte. Desde las primeras páginas podemos percibir su hambre de justicia. Ella sostenía opiniones distintas a las de su familia y los criados respecto a los malos tratos que recibía, aunque le costaba articularlas. Desde la perspectiva aventajada de una mujer adulta que escribe sus memorias, Jane reflexiona: «Los niños sienten, pero les cuesta mucho analizar sus sentimientos, y aun en el caso de que logren hacer un análisis parcial, son incapaces de traducir el resultado en palabras» (loc. 867). 

Con frecuencia, su manera de defenderse era distanciarse mentalmente de los insultos y la violencia, pero contener la angustia en su interior la llevaba a eventualmente soltar comentarios directos e irreverentes, así como a explotar en llantos que eran interpretados como los berrinches de una niña malcriada.

A lo largo de su vida, Jane aprendió a mantener sus convicciones acerca de la verdadera rectitud sin dejarse dominar por la desesperación o los deseos de venganza. La compañía y el ejemplo de creyentes firmes en su fe la impulsaron a madurar su carácter. La dificultad de su caminar jamás disminuyó. Sin embargo, Jane aprendió a enfrentar sus aflicciones con aplomo, mirando al cielo para encontrar fortaleza a cada paso.

Pero… ¿Es un «libro cristiano»?

Cuando se nos invita a explorar el mundo de la literatura a través de historias como esta, la pregunta de muchos creyentes suele ser la siguiente: «Pero ¿es este un libro cristiano?».

Un libro no puede arrepentirse de sus pecados, tomar su cruz y seguir a Jesús, así que ¿a qué nos referimos cuando preguntamos si un libro «es cristiano»? En mi experiencia, la preocupación principal suele ser si el autor y los valores de un libro son lo «suficientemente cristianos» como para abrazar sin cuestionar todo lo que encontramos entre sus páginas. En el caso de una novela, deseamos que el protagonista provea un ejemplo de vida perfecto que podamos admirar e imitar.

Si esa es tu expectativa, temo que Jane Eyre va a decepcionarte. De hecho, también decepcionó a algunas personas poco después de su publicación. La obra incluso fue criticada como anticristiana, a lo que Brontë (usando su pseudónimo, Currer Bell) respondió: «El convencionalismo no es la moral. La autosuficiencia no es la religión. Atacar lo primero no es atacar lo segundo. Arrancar la máscara del rostro del fariseo no es levantar una mano impía hacia la Corona de Espinas».[1]

Como Jane, podemos procurar andar en rectitud aunque nos tiemblen las piernas. La vida no será fácil, pero nuestro consuelo está en que no la enfrentamos solos

Jane Eyre expone una verdad que todos conocemos pero pocos se atreven a admitir en voz alta: los que presumen su piedad son los que menos compasión suelen tener; los que se dicen cristianos a veces son los que menos actúan como Cristo.

Un retrato genuino del corazón humano

En Jane Eyre: A Guide to Reading and Reflecting [Jane Eyre: Una guía para leer y reflexionar], la Dra. Karen Swallow Prior comenta: 

La historia de Jane Eyre es la historia de un cristiano buscando ser fiel en medio de una sociedad nominalmente cristiana (similar a la nuestra), que falla en afirmar la dignidad humana básica de aquellos que son pobres y no tienen conexiones.[2] 

Jane Eyre no es un libro de lecciones, es una invitación a caminar juntos.

Cuando Jane reflexiona en su pecado, nos confronta con el nuestro: «En esos días no podía ver a Dios, porque había convertido en ídolo a una de sus criaturas» (loc. 5650). Cuando se topa con la tentación, nos anima a perseverar: «Las leyes y los principios no son solo para los momentos que están libres de tentaciones, sino para momentos como este, cuando el cuerpo y el alma se amotinan contra su rigor» (loc. 6456).

Al concluir esta historia, una máxima quedó dando vueltas en mi mente: Busca ser aprobada por Dios, no por el ser humano. Jane procuraba andar en rectitud sin asumir que el hecho de que algo fuera «socialmente adecuado» significaba que eso era lo que Dios la estaba llamando a hacer. La historia de Jane nos invita a examinar no solo nuestros propios deseos pecaminosos, sino también lo que otros nos dicen que es justo.

Como Jane, tú y yo podemos procurar andar en rectitud aunque nos tiemblen las piernas. La vida no será fácil, pero nuestro consuelo está en que no la enfrentamos solos.

Sabemos que Dios está en todas partes, pero no hay duda de que sentimos más su presencia cuando contemplamos sus obras a gran escala: es bajo la plácida y silenciosa oscuridad cuando somos más capaces de apreciar su infinitud, su poder y su omnipresencia (loc. 6592).


[1] Jane Eyre: A Guide to Reading and Reflecting (Nashville: B&H Publishing Group, 2021), p. 24.
[2] Ibid, p. 21.
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