El 26 de junio del año 2020, James Dunn llegó al final de su carrera ministerial y pasó a la presencia del Señor. Sus libros han sido de influencia en muchos seminarios latinoamericanos. Es considerado por muchos como uno de los investigadores bíblicos más importantes de las últimas décadas.
El Dr. James Douglas Grant Dunn nació el 21 de octubre de 1939 en Birmingham, Inglaterra. Obtuvo una licenciatura en Ciencias Económicas y Estadísticas en la Universidad de Glasgow, en 1961. Después, cursó una licenciatura en teología y posteriormente, en Escocia, fue ordenado al ministerio en 1964.
Xabier Pikaza, quien conoció personalmente al Dr. Dunn, lo describe con estas palabras:
“Exegeta y teólogo británico, de tradición protestante. Fue durante muchos años profesor de la Universidad de Durham y presidente de la Studiorum Novi Testamenti Societas. Fue uno de los investigadores bíblicos más significativos, desde una perspectiva científica y creyente. Vinculó un amplio conocimiento crítico con una visión profunda del cristianismo como experiencia de libertad y plenitud humana”.[1]
James Dunn realizó su doctorado en teología en el Clare College de la Universidad de Cambridge. En 1970, después de tres años de investigación, presentó su tesis, El Bautismo del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento y su relación con el pentecostalismo moderno. Allí defendió que el bautismo del Espíritu y la experiencia de la salvación se dan de manera simultánea, en la conversión del creyente.
Para comprender mejor la obra del Dr. Dunn, es necesario dividir su peregrinaje teológico en tres momentos.[2]
El primer momento: Cristo y el Espíritu Santo
En este primer momento, el Dr. Dunn se centró en el estudio del Espíritu Santo y los orígenes de la cristología del Nuevo Testamento. Así surgió su libro Jesús y el Espíritu Santo (1975), donde resaltó el aspecto carismático y experiencial del cristianismo.
Basado en los conceptos anteriores, Dunn escribe su siguiente libro, Cristología en proceso: una investigación sobre los orígenes de la doctrina de la encarnación (1980). En esta obra analiza, en el plano histórico y teológico, varios títulos de Jesús (tales como Cristo, Hijo de Dios, Hijo de Hombre, Último Adán, etc.). También resalta la encarnación y destaca los aspectos carismáticos de la vida y mensaje de Jesús en su relación con el Espíritu.
El segundo momento: Cristo y el apóstol Pablo
En esta época, el Dr. Dunn destacó la vida y obra de Pablo, como muestran algunas de sus publicaciones más significativas:
- Romanos I y II (1988);
- Jesús, Pablo, y la Ley: estudios en Marcos y Gálatas (1990);
- La teología del apóstol Pablo (1990).
En este contexto, Dunn fusionó un prolijo escrutinio lingüístico con una visión teológica de las implicaciones del mensaje de Pablo que, según su opinión, no puede desvincularse del movimiento de Cristo en la tierra.
El profesor Dunn jugó un importante papel dentro de la Nueva Perspectiva sobre Pablo junto con N. T. Wright y E. P. Sanders.
El tercer momento: Cristo y la Iglesia
Ahora su atención se enfoca en el origen y desarrollo del cristianismo. En esta etapa escribió Separación de los caminos entre el cristianismo y el judaísmo y su importancia para el carácter cristiano (1991), un libro sobre la unidad original y diferencias posteriores entre el cristianismo y el judaísmo rabínico, a partir del siglo II d. C.
A partir de los conceptos desarrollados en la obra anterior, Dunn escribe una trilogía monumental llamada El cristianismo en sus comienzos. El primer libro de esta serie se titula Jesús recordado (2003). El segundo, Comenzando desde Jerusalén, trata de los primeros cristianos y del nacimiento de la Iglesia hasta el año 90 d. C. (2009). El tercero, Ni judío ni griego: una identidad cuestionada (2015), se ocupó de los orígenes del cristianismo.
La herencia de un pastor y teólogo
El profesor James Dunn en ocasiones se presentaba a sí mismo como metodista-presbiteriano con tendencias bautistas e intereses pentecostales, aunque algunos concluyen de sus escritos que se trata más bien de un anglicano.[3] Un anglicano que presentó estudios exegéticos, históricos, y teológicos —no ajenos a voces discrepantes— para un cristianismo conservador que reconozca la presencia del Espíritu Santo en la comunidad cristiana primitiva, en el ministerio de Cristo, en Pablo, y en la iglesia contemporánea.
A pesar de los desacuerdos que muchos protestantes podemos tener con algunas de sus enseñanzas, podemos y debemos dar gracias a Dios por sus aportes de gran provecho para la iglesia mientras oramos por más siervos que estudien y enseñen Su palabra a profundidad.
