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Si me preguntas qué prefiero: ir a una increíblemente divertida reunión donde haya gente que no conozco o pasar el día entero en mi casa leyendo un libro y tomando café, escogeré la segunda opción once de cada diez veces. No, no soy un ermitaño… bueno, no usualmente. Tampoco antisocial… bueno, no usualmente. Solo que me siento más cómodo con la rutina, con lo familiar.

No soy como Bilbo, quien salió a tener una gran aventura. Soy más como Tolkien, quien escribió sobre Bilbo, quien salió tener una gran aventura. Me identifico con lo que escribió Agatha Christie en la epígrafe de El adversario secreto:

“[Este libro está dedicado] a todos aquellos que viven vidas monótonas en la esperanza de poder experimentar de segunda mano las delicias y peligros de la aventura”.

Me encanta mi vida monótona: viajar a través de libros, tomar el mismo café todos los días (americano con una de azúcar), disfrutar de la música o de la belleza del silencio con unas cuantas personas cercanas a mí.

Si eres extrovertido, esto no tiene sentido para ti y quizá lo veas como casi ridículo. Pero si eres introvertido, algunas de estas cosas resuenan contigo. Todos los introvertidos somos diferentes, pero tenemos algunas cosas en común; por ejemplo, que después de pasar mucho tiempo en un lugar desconocido, con gente extraña, o con mucho ruido, necesitamos de un tiempo a solas para recargar baterías internas.

¿Eres introvertido? Dios te ha hecho así. Sin embargo, podemos fácilmente excusarnos y terminar usando nuestro carácter y forma de ser de una manera que no glorifique a Dios. Así que me gustaría hablar de cómo podemos ser introvertidos y glorificar a Dios en ello.

Reconociendo lo que somos

Desde la eternidad pasada Dios planeó formarte exactamente de la manera que eres. Escribió el salmista: “Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas” (Sal. 139:16, RV60). Cuando leemos este versículo normalmente pensamos en que Dios había planeado nuestro color de ojos, el pigmento de nuestra piel, si tendríamos dientes derechos o chuecos, si seríamos diestros o zurdos.

Todo eso es cierto.

Pero va mucho más allá de eso.

Podemos fácilmente excusarnos y terminar usando nuestro carácter y forma de ser de una manera que no glorifique a Dios

Dios planeó tu forma de ser. El tipo de chistes que te sacan una carcajada, las películas cursis con las que lloras, el tic en el ojo que te da cuando estás en exámenes finales, la mueca que haces cuando intentas reírte de lo que no te da gracia, el ritmo de música que te hace titilar. Dios te ha formado de una manera particular. Reconócelo. Quizá otros no puedan entenderte completamente, pero Dios sí. Nada de lo que haces toma a Dios por sorpresa.

Y eso es bueno.

Potencializando lo que somos

Ser introvertido puede ser de gran ventaja si usas tu forma de ser con el propósito de servir el reino de Dios. “Pongan la mira en las cosas de arriba”, nos exhorta Pablo, “no en las de la tierra” (Col. 3:2). El tiempo que tenemos en la tierra es limitado, por lo tanto debemos usarlo de la mejor manera para la gloria de Dios, “sabiendo que del Señor [recibiremos] la recompensa de la herencia” (Col. 3:24).

Aunque no siempre es así, los introvertidos tienden a ser talentosos en áreas de arte que necesitan de la soledad para tener éxito. Muchos compositores, escritores, arquitectos, y pintores son introvertidos, ya que lo que hacen es posible solamente trabajando a solas. Si eres introvertido, potencializa tu introversión haciendo lo posible por involucrarte en trabajos o proyectos que vayan de acuerdo con tu forma de ser.

Por ejemplo, cuando me percaté que se me facilita estudiar a solas, decidí que intentaría aprender lo más que pudiera de manera formal. Los años en el seminario fueron difíciles, pero no los cambiaría por nada.

Quizá te encuentras en una profesión rodeado de mucha gente, que sería lo más normal. Eso puede ser frustrante, ¿no? Definitivamente. Sin embargo, es posible ser introvertido y trabajar con mucha gente. Requerirá trabajo, sí, pero no tienes que renunciar. Si eres introvertido, probablemente eres una persona pensativa. Puedes potencializar eso al diseñar estrategias de crecimiento en tu trabajo que te ayudarán no solamente a ti, sino a todo el equipo. Recuerda que la cultura laboral está cambiando, y cada vez más hay apertura hacia personas creativas y hacia nuevas maneras de hacer las cosas. Allí entras tú. Comparte lo que estás pensando y no te quedes con ello. Recuerda que en el trabajo, el éxito no es individualista sino colectivo.

En otras palabras, usa tu forma de ser para impactar el entorno en el cual te ha puesto Dios, usando tus talentos y creatividad de manera intencional para la gloria de Dios.

Usa tu forma de ser para impactar el entorno en el cual te ha puesto Dios, usando tus talentos y creatividad de manera intencional para la gloria de Dios.

Fortaleciendo lo que somos

Un introvertido fácilmente puede ser confundido como un antisocial. A veces lo somos. No queremos salir de nuestra cueva. Preferimos quedarnos en la burbuja de nuestra área de confort. Podemos convertirnos en personas antipáticas, malhumoradas, excéntricas.

Tu forma de ser, si no tienes cuidado, puede convertirse en tu mayor debilidad. Aquí algunas recomendaciones para luchar contra tus debilidades como introvertido:

  • No pases demasiado tiempo solo. La soledad es buena para la introspección y para la creatividad, pero también para la tentación. Satanás te tentará cuando estés a solas (recuerda la tentación de Jesús [Mt. 4:1-11], y recuerda que tú no eres Jesús).
  • Involúcrate en actividades grupales. Dos mentes son mejores que una. Aprende a trabajar en equipo. Ten contacto con el mundo exterior. Involúcrate en algún deporte o club social.
  • Sé miembro fiel de la iglesia. Nunca dejes de congregarte (He. 10:25). Ten contacto con otros creyentes que sean diferentes a ti. El Dios que te hizo a ti como eres hizo a los demás como son. ¡No olvides involucrarte en algún grupo pequeño! Necesitas conocer y platicar con otros creyentes para tu propia edificación y para que puedas edificar a otros en el amor y las buenas obras (He. 10:24).
  • Sal intencionalmente de tu área de confort. Acepta invitaciones a salir a caminar, inclusive si no conoces a todos en el grupo. Cambia tu rutina de vez en cuando. Incluso puedes planear una rutina que no sea tan rutinaria (por ejemplo: el primer viernes del mes buscaré salir con mi esposa a un lugar que no hayamos visitado).

Ten contacto con otros creyentes que sean diferentes a ti. El Dios que te hizo a ti como eres hizo a los demás como son.

Sin excusar lo que somos

Quisiera ahondar en esta debilidad un poco más, ya que es una con la cual yo particularmente batallo. Para los introvertidos, es muy fácil excusarnos con la de “es que así soy yo”.

Si soy cristiano, y por lo tanto he sido comprado por la sangre de Jesucristo, regenerado a una nueva vida, empoderado por el Espíritu Santo, y estoy en transformación paulatina a la imagen de Jesucristo, hay ciertas cosas que debo hacer como resultado de lo que Dios ha hecho por mí, en el poder de la gracia que actúa en mí (cp. 1 Co. 15:10). Y si no lo hago, es pecado, sea cual sea mi excusa.

Descuidar a mi familia porque quiero pasar tiempo a solas es pecado, sea cual sea mi excusa (1 Ti. 5:8). Tratar mal a los demás porque me frustran es pecado, aunque quiera justificarme (1 Jn. 4:8, 20). Pasar de lado al necesitado porque estoy demasiado ocupado es pecado, sin importar lo que yo opine (Lc. 10:36-37). Aunque piense que evangelizar es para los misioneros solamente, la realidad es que Cristo asignó la evangelización a todo creyente (Mt. 28:19-20).

Tengo el privilegio de servir en una plantación de iglesia. Una de mis responsabilidades es saludar de mano a los que nos visitan por primera vez. Esto va en contra de mi forma de ser (me pongo nervioso con gente que no conozco), así que constantemente pido a Dios de su gracia para hacerlo de buena manera; y no solamente a hacerlo, sino disfrutarlo.

Por eso escribo este artículo no como quien tiene todas las respuestas, sino como uno que busca a tropezones glorificar a Dios con la manera que me ha hecho. Me encanta que Dios me haya hecho así. No podría dedicarme a lo que hago de otra manera. No tendrían los talentos que tengo de otra manera. No tendría las debilidades que tengo de otra manera. Pero Dios así lo decidió, y yo por mi parte estoy contento.

¿Qué de ti? ¿Eres introvertido? ¡Gloria a Dios! Y ahora: glorifica a Dios.


Imagen: Lightstock.
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