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Jueces 10 – 13   y   Efesios 4 – 5

“Y Jefté hizo un voto al SEÑOR, y dijo: Si en verdad entregas en mis manos a los hijos de Amón, sucederá que cualquiera que salga de las puertas de mi casa a recibirme cuando yo vuelva en paz de los hijos de Amón, será del SEÑOR, o lo ofreceré como holocausto”, Jueces  11:30-31.

Hace un tiempo atrás veíamos en un noticiero local de Chile el video de un asalto a un chofer de microbús por un par de adolescentes, uno de ellos armado con un tremendo y brillante cuchillo. Al verse descubiertos, uno de los jóvenes asaltantes optó por entregarse a la justicia, lo que llevó a la captura policíaca del otro joven. Sin embargo, al ser llevado al juzgado, la jueza ordenó su liberación por ser menor de edad y por algunas argucias jurídicas, producto quizás de la venda que coquetamente lleva la señora justicia entre los ojos. La madre del fugado y archiconocido joven, señalaba que su hijo no era el del video y que además era absolutamente inocente. Pero el sistema de video en colores y buena resolución no miente y las pruebas estaban en poder de las autoridades.

Muchos de nosotros hemos usado como defensa para una mala acción la tan consabida frase: “lo hice inocentemente, sin intención” o “no sabía que era peligroso”. Un poco de ignorancia, unas gotas de puerilidad y tres ramitas de casualidad fortuita nos llevan a esgrimir un alegato de inocencia involuntaria. Sin embargo, cuando la inocencia es producto de la ignorancia y ésta es el resultado del abandono voluntario de la verdad estamos en franco peligro.

Jefté fue uno de los jueces que gobernaron Israel unos 300 años después de la entrada de Josué a Canaán. Aunque la Biblia nos dice que era “… esforzado y valeroso…”, Jueces 11:1a, con todo, su origen social y familiar le acarrearon graves problemas que luego hicieron de él un personaje un tanto desadaptado. Lamentablemente, su inocencia ignorante lo llevó a prometer a Dios algo que Él nunca hubiera pedido y que finalmente le causó un grande dolor. Ofrecer un sacrificio humano era una práctica pagana despreciable por su crueldad, pero Jefté se dejó llevar ‘inocentemente’ por su deseo de honrar a Dios y “Cuando Jefté llegó a su casa en Mizpa, he aquí, su hija salió a recibirlo con panderos y con danzas. Era ella su única hija; fuera de ella no tenía hijo ni hija”, Jueces 11:34.

“Y cuando la vio, él rasgó sus ropas y dijo:¡Ay, hija mía! Me has abatido y estás entre los que me afligen; porque he dado mi palabra al SEÑOR, y no me puedo retractar”, Jueces 11:35. Jefté fue sincero, pero su sinceridad no era sinónimo de aprobación y menos de verdad. En su supuesta inocencia no sólo sufrió él, sino también los que más lo querían.

Por eso es que la verdadera inocencia siempre debe estar acompañada de la verdad.

Unos cuarenta años después de la muerte de Jefté nos encontramos con la historia de Sansón. Su madre, que era estéril, tuvo una prodigiosa aparición de Dios, quien le dijo: “Pues he aquí, concebirás y darás a luz un hijo; no pasará navaja sobre su cabeza, porque el niño será nazareo para Dios desde el seno materno; y él comenzará a salvar a Israel de manos de los filisteos”, Jueces 13:5. ¡Tremenda noticia! Si yo hubiera sido el futuro padre de Sansón me hubiera puesto a saltar en un pie, pero Manoa (ése es su nombre) era mucho más prudente que yo. Después de enterarse por su mujer de la noticia, pidió ser bien informado acerca de lo que se les estaba ofreciendo: “Entonces Manoa imploró al SEÑOR, y dijo: Te ruego Señor, que el hombre de Dios que tú enviaste venga otra vez a nosotros, para que nos enseñe lo que hemos de hacer con el niño que ha de nacer”, Jueces 13:8. ¿Incredulidad? ¡No! Sólo el deseo sincero de conocer bien y en verdad aquello que el Señor mismo le anunció. Por eso es que Dios nunca reprocha al que busca la verdad, sino que, más bien, la fomenta. Porque, al final de cuentas, la fe y la confianza descansan en la verdad.

Paul Copan escribió un libro titulado “True for You but not for Me” (Verdad para ti pero no para mí) en el que procura dar cuenta de los errores que nacen de la inocencia ignorante en el pensamiento contemporáneo. De su libro tomo algunas ideas (traducción libre):

Imagina una colisión múltiple en una muy transitada intersección cerca de tu casa. No debe ser difícil imaginarnos la situación… Ahora llevemos nuestra imaginación un poco más allá… En lugar de que las partes silenciosamente compartan licencias de conducir e información de seguros comprometidos, cada uno corre alrededor de la intersección para explicar su propio lado de la historia: ‘te colocaste enfrente de mí’ ‘yo estaba en el lado correcto. No sabes que rojo significa parar’. Los transeúntes que vieron el accidente quieren dar su propia versión de los hechos. Un camionero, que desde su alta cabina lo vio todo, quiere hacer pesar su versión sobre la de los demás. Entonces, la parte responsable da un paso adelante: ‘bien, de hecho fue mi culpa. Yo estaba hablando por celular y me distraje. Yo causé el accidente’.

Después de todo este debate post accidente llega la policía y toma nota. Pero sólo una cosa queda absolutamente clara: Ocurrió un accidente. Todos los otros testimonios dependen de esta verdad. De todas esas descripciones del accidente emergerá la que corresponda a la realidad.

Nosotros vivimos nuestras vidas confiando en la creencia que la verdad objetiva existe – y que nosotros podemos encontrarla. Para eso debemos reunir evidencia. Contrapondremos la credibilidad y la veracidad. Haremos juicios complicados. Al final, podremos arribar lo más cerca de la verdad… Ésta es mucho más que nuestros subjetivos reportes del accidente. Tiene existencia objetiva, tiene aplicación universal…. Encontrar la verdad resulta esencial. Lo serio de la circunstancias nos recuerda que la dificultad de encontrar la verdad no es excusa para no buscarla” .

La verdad no es sólo una opinión que garantiza mi inocencia. La verdad es el resultado del análisis serio y juicioso de todo aquello que fomentó mis acciones y los resultados que produjo. El apóstol Pablo enseña que nunca seremos inocentes por ignorancia, sino que, más bien, debemos procurar: “y que seáis renovados en el espíritu de vuestra mente… Por tanto, dejando a un lado la falsedad, HABLAD VERDAD CADA CUAL CON SU PROJIMO… Pero todas las cosas se hacen visibles cuando son expuestas por la luz, pues todo lo que se hace visible es luz… Por tanto, tened cuidado cómo andáis; no como insensatos, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Así pues, no seáis necios, sino entended cuál es la voluntad del Señor”, Efesios 4:23,25; 5:13,15-17.

La ceguera a la verdad es para Dios una grave falta. Nunca la fe ha sido ciega y menos tuerta. Nunca la Palabra de Dios ha fomentado la ignorancia sino la investigación y el corazón hambriento por conocer la verdad. Aprendamos a ser juiciosos para que luego podamos alegar verdadera inocencia.

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