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Hace tres años conocí a un científico iraní con un cerebro increíble y una historia deslumbrante: conoció a Jesús a través de su desilusión con la revolución islámica y la música de J. S. Bach.

En Irán, mi amigo había sido testigo del poder de la coerción religiosa, y la había odiado. Se convirtió a una nueva fe en parte como una reacción contra ese poder. Sabía que la coerción religiosa era errónea, pero ahora, como cristiano, estaba luchando con esta pregunta: ¿está mal tratar de persuadir a alguien para que cambie sus creencias?

Mi amigo científico es un experto en diagnóstico de cáncer de mama, así que le pedí que imaginara una situación. Él está sentado frente a una mujer de mediana edad con poca educación. Ella cree que no está a riesgo de cáncer de mama y no necesita una mamografía. ¿Cómo debería responder?

Creemos en la libertad religiosa. Creemos en la diversidad cultural. Sabemos que la persuasión puede ser coercitiva o manipuladora, y que las creencias religiosas son profundamente personales. Todo esto nos vuelve ansiosos ante la idea de compartir nuestras creencias con los demás.

Si bien esta ansiedad debería ayudarnos a ser cautelosos, existen al menos siete razones por las cuales tratar de cambiar la opinión de un amigo no solo es justificable, sino es incluso un principio vital en medio de una sociedad pluralista.

1. Libertad

El derecho de tratar de persuadir a otros, sin coerción ni manipulación, no es una violación de la libertad religiosa, sino un componente básico de una sociedad tolerante (Elshtain). No podemos defender la libertad religiosa sin defender la libertad de los creyentes a compartir sus creencias. Decir que los cristianos son libres de practicar su religión, pero no de invitar a otros a unirse a ellos, es como decir que los judíos son libres de practicar su religión, pero no de recitar oraciones en hebreo. Defender el derecho que los intelectuales ateos tienen de defender el ateísmo, mientras se niega el derecho de los musulmanes, judíos, y cristianos de abogar por el teísmo, es igualmente incoherente.

2. El respeto

Respetar a los demás como criaturas pensantes, más que como un producto de su entorno cultural, significa reconocer que pueden elegir sus creencias. Las personas pueden cambiar de opinión a la luz de nueva evidencia. Desafiar las creencias de nuestros amigos muestra que tomamos en serio su fe: notamos las diferencias entre nuestras creencias y las respetamos lo suficiente como para pensar que pueden tener buenas razones para sus puntos de vista. Podemos persuadirlos y ellos pueden persuadirnos. El respeto engendra la conversación.

3. Honestidad

Si creo en el hinduismo, no creo en el cristianismo. Si creo en el islam, no creo en el budismo. Podemos reconocer e incluso celebrar las áreas de congruencia entre diferentes tradiciones religiosas, pero es intelectualmente deshonesto y, en última instancia, irrespetuoso, sugerir que todas las religiones son igualmente verdaderas. De hecho, el relativismo religioso, el cual busca eliminar las diferencias entre las religiones y relegar la verdad religiosa al ámbito puramente subjetivo, está haciendo un reclamo exclusivo de la verdad. Si el relativismo es verdadero, entonces el cristianismo, el islam, el judaísmo, y la mayoría de los otros sistemas de creencias, son falsos.

Es intelectualmente deshonesto y, en última instancia, irrespetuoso sugerir que todas las religiones son igualmente verdaderas.

Es intelectualmente deshonesto y, en última instancia, irrespetuoso sugerir que todas las religiones son igualmente verdaderas.

4. Profundidad

Cuando colocamos las creencias religiosas fuera de límites para una discusión real y rigurosa, sacrificamos la profundidad en nuestras relaciones. Por supuesto, los intentos de persuadirlos pueden hacer que otros se sientan atacados. Pero esto no tiene que ser así. La persona que realmente busca persuadir a sus amigos primeramente debe escuchar la explicación completa de lo que creen actualmente, y comprender por qué ven el mundo desde ese ángulo. Este es un acto íntimo que crea el tipo de conversaciones atractivas e intelectualmente estimulantes que todos anhelamos.

5. Crecimiento

A menudo se dice que uno no entiende realmente algo hasta que puede explicárselo a otra persona. No entenderemos verdaderamente nuestras propias creencias, y ciertamente no notaremos nuestras omisiones e inconsistencias si no compartimos nuestra fe. Particularmente en las universidades, donde los estudiantes deben contender en un mercado de ideas, mantener las creencias religiosas fuera de los límites de desafío y de la discusión es la antítesis del crecimiento personal y educativo. Todos deberíamos estar dispuestos a ajustar nuestras convicciones a la luz de nueva información.

6. Diversidad

Tendemos a asumir que la unidad religiosa limita la diversidad cultural, pero esta visión se ve interrumpida por la realidad de la Iglesia global. El cristianismo ha sido multicultural desde sus inicios. Jesús destruyó todas las limitaciones religiosas, raciales, y culturales, y la Iglesia primitiva impulsó a los judíos a mezclarse con gentiles, a los bárbaros con escitas, a los ciudadanos con esclavos. Uno de los primeros conversos al cristianismo fue un africano altamente educado (Hch. 8:26-40). Hoy en día, la mayoría de los cristianos del mundo viven en Asia, África, y América del Sur, mientras que algunas de las comunidades cristianas más antiguas están siendo erradicadas en Irak e Irán. En los Estados Unidos, los afroamericanos son significativamente más propensos a identificarse como cristianos que los blancos. Prohibir el evangelismo en nombre de la diversidad no fortalece a las minorías raciales y culturales, más bien las silencia.

7. Amor

Mi amigo iraní fue directo: haría todo lo que estuviera a su alcance para convencer a la mujer de que se hiciera una mamografía. Ella está a riesgo de cáncer de mama, y ​​sería una falta de amor de su parte dejar que continúe con su creencia falsa.

Los principales sistemas de creencias del mundo hacen diferentes afirmaciones sobre la verdad. Las consecuencias son reales. Si amamos a nuestros amigos, trataremos de persuadirlos. Sin duda, este esfuerzo puede llevarse a cabo de una manera agresiva, que hace que la otra persona se sienta como un enemigo y no como un amigo. Pero la persuasión, precedida por la decisión de escucharlos con respeto y sin coerción, es una ofrenda profunda y arriesgada de amor.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Juana Gervais.
Imagen: Lightstock.
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