“Hermanos míos, no tengan su fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo con una actitud de favoritismo”, Santiago 2:1.
Lamentablemente, podemos vivir nuestra vida de fe con tal grado de incongruencia como lo describe el versículo. Es no vivir en la realidad de las implicaciones del evangelio, de lo que ha sido ganado en nuestro favor y en el poder del Espíritu.
Y es que quizá no nos veamos siendo una de esas personas con prejuicios hacia otros y haciendo acepción de personas. Sin embargo, si somos honestos, continuamente hacemos juicios de valores en nuestra mente y de cada persona con la que interactuamos cada momento de cada día. Es en la corte de nuestra mente, donde nuestro abogado interior devalúa a otros mientras que nos eleva, nos justifica y afirma en nuestra posición.
A veces quizá nos sea más fácil reconocer el error de tener esta actitud hacia otros, pero también podemos correr el peligro de dejar que otras personas tengan una actitud de favoritismo hacia nosotros. Es dejar que nos aprecien, nos valoren y nos den gloria en una forma desmedida. Nuestro lugar en las celebraciones, la manera de dirigirnos a otros, la reacción al nos ser reconocidos son oportunidades de ver esta actitud incongruente con la obra de gracia de Dios en nuestra vida y con el carácter de Cristo siendo firmado en nosotros.
Santiago nos dice claramente, “Pero si muestran favoritismo, cometen pecado y son hallados culpables por la ley como transgresores” (v. 9).
Las buenas noticias para ti y para mí son que en esta carta —en la que el autor se enfoca tanto en la importancia de las obras en nuestra vida de fe— es precisamente la gracia de Dios la que nos da el poder para vivir libres y “como los que han de ser juzgados por la ley de la libertad” (v. 12). Es gracias a la obra de Cristo en nuestro favor y nuestra posición en El que, “la misericordia triunfa sobre el juicio” (v. 13) y somos libres para vivir vidas consistentes con el evangelio.
Piensa en esto y encuentra tu descanso en El.
