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Nota del editor: 

Esta es una continuación a un artículo anterior titulado El falso evangelio del marxismo cultural.

Las filosofías nos influencian poco a poco. Esta verdad me hace considerar todos los aspectos de la vida y la sociedad que influyen en la forma en que la Iglesia, mi familia, y yo vemos la vida. Las batallas ideológicas actuales no se ganan en movimientos revolucionarios drásticos, sino en cambios sutiles que socavan los valores que han sido el fundamento de la sociedad. Nuestras comunidades no van a abrazar ideas opuestas a las Escrituras instantáneamente; estas ideas son sembradas en nuestras escuelas, universidades, películas, programas de televisión, y productos que consumimos.

Un amigo en una ocasión me compartió una frase que escuchó del pastor Voddie Baucham: “Cuando envías a tus hijos a ser educados por el César, no te sorprendas que terminen actuando como romanos”. El punto de la frase es que muchos de nosotros hemos entregado la formación filosófica de nuestros hijos a entidades humanistas. No hemos asumido el llamado de formar a nuestros hijos con una cosmovisión bíblica (Dt. 6).

No estoy abogando para que todos hagamos escuela en casa; en cambio, estoy abogando para que veamos que, si nuestros hijos reciben educación de las escuelas seculares, la televisión, o YouTube, vamos a cosechar generaciones que seguirán la revolución cultural que presenta el marxismo cultural.

Nuestros hijos crecieron en una cultura donde en las competencias deportivas no había un  marcador y al final no se declaraba un ganador. Cuando le dimos trofeos a todos los niños por hacer deportes, en lugar de celebrar a los que ganaron, sembramos la idea de que la igualdad consiste en que todos tengan igualdad de resultado y no en que se tengan las mismas reglas para todos. Esta es una idea marxista, donde no debe haber diferencia de resultados, sino que todos debemos terminar con la misma recompensa, sin importar nuestra destreza, esfuerzo, o habilidad. Cuando esta idea se infiltra en nuestras comunidades, terminamos abrazando una definición distorsionada de la justicia y equidad. Cosechamos lo que sembramos en la cultura de que “todos tienen que ganar”.

Evidencias de marxismo cultural

Hace días escribí sobre los peligros del marxismo cultural, una idea que va ganando aceptación en la cultura occidental. Lo vemos en el movimiento LGTBQ, en el feminismo, y en cada esfera de la sociedad. Esta idea afirma que toda desigualdad de resultado es una injusticia, y que se debe hacer todo lo posible para que todas las personas en la sociedad tengan los mismos resultados. Si esto no se logra, es porque grupos opresores lo están impidiendo y se debe abolir este tipo de injusticia.

Quienes me conocen saben que tiendo a hablar de forma práctica. Mi pasión en el ministerio es aplicar las verdades bíblicas al día a día. Quiero que al mirar la gloria de Jesús, el evangelio informe nuestras vidas de tal manera que nuestra conducta y moral reflejen la gloria de Dios (2 Co. 3:18).

Por eso deseo señalar algunas formas prácticas en las que el marxismo cultural influencia nuestra cultura de forma sutil, y que son difíciles de discernir. Pienso que la iglesia está pasiva ante esta amenaza porque no la ve, y necesitamos entender cómo afecta a la sociedad para poder batallar contra ella.

“Si no le hace daño a nadie, no está mal”

La cultura de hoy funciona así: un grupo aboga para que se permitan las relaciones homosexuales, y lo logran; abogan para que se permitan uniones civiles entre personas del mismo sexo, y lo logran; abogan para tener “matrimonios” homosexuales, y lo logran. Entonces te obligan, contra tu conciencia, a hornear un pastel y celebrar una boda homosexual.

Esos mismos movimientos trabajan en áreas como:

  • Aborto, hasta que permitan matar niños hasta el momento del nacimiento.
  • Libertad de expresión, hasta que sea ilegal predicar el evangelio.
  • Familia, hasta que tengan control de la educación de nuestros hijos.
  • Economía, hasta que puedan distribuir lo que hemos ganado.
  • Sexualidad, hasta que se logre la pedofilia.
  • Libertad, hasta que dispongan que adorar a Dios es ilegal.

El argumento que permitió la aceptación general del homosexualismo es el mencionado: “si no le hago daño a nadie, no está mal”. El problema de este pensamiento es que no tiene un límite. Puede ser aplicado a cualquier conducta, y es un argumento marxista donde el fin es no someternos a ninguna autoridad.

Debemos mirar frases como esta a la luz de la Palabra. Debemos creer que hay una ley moral universal, no que nosotros dictamos lo que es moral o no. Cuando no hay ley moral, la sociedad no puede funcionar y colapsará porque cada individuo puede hacer lo que le plazca. Una razón por la que Dios establece la ley, es para suprimir los efectos del pecado y dar gracia común a la sociedad para que esta florezca.

“Las diferencias de resultado son producto de la injusticia”

El marxismo cultural aboga por una sociedad en la que todos vivamos en las mismas condiciones. Por eso vemos más y más el correr de discursos donde las diferencias de sexos no son admitidas, por ejemplo. El sexo es visto como algo no binario, donde no hay hombre o mujer. “Todos somos iguales”. Por otro lado, la Biblia afirma que hay diferencias de sexo y diferencias de resultados. No todo el mundo es igual, no todos tenemos los mismos dones, no todos somos líderes, no todos somos ricos, no todos somos pobres.

La filosofía de igualdad económica no viene de la cosmovisión bíblica. En 1 Timoteo 6, Pablo denuncia el amor al dinero mientras celebra que Dios provee cosas materiales para que las disfrutemos. La propiedad privada y el ser buenos mayordomos son cosas celebradas en la Palabra, mientras que las personas que no trabajan son corregidas. Suena noble decir que todos debemos ser iguales, pero tenemos que ver las consecuencias de este argumento en otras áreas de la vida, como la sexualidad.

En esto podemos ver las inconsistencias filosóficas del marxismo cultural. Por un lado, desean igualdad de resultado económico; por el otro, apoyan que hombres transexuales compitan contra mujeres en deportes (algo muy desigual). Solo podemos ser consistentes cuando tenemos una cosmovisión basada en una ley moral universal.

“Los pobres son pobres porque los ricos tienen mucho”

Este es el grito del marxismo cultural, el llamado de Robin Hood: quitemos cosas a los ricos para dárselas a los pobres. Aunque la idea suena admirable, no es bíblica.

El problema del joven rico, mencionado en Mateo 19, no es que era rico, sino que su identidad estaba en las riquezas. Dios llama a los ricos a ser generosos. Sin embargo, la idea de que solo hay una cantidad finita de capital en el mundo que debe ser redistribuida, no es bíblica. La Biblia enseña que Dios nos da los recursos de la tierra para subyugarla y, por medio de nuestro trabajo, generar capital para proveer nuestras necesidades. La solución a la pobreza no es la redistribución del capital, es ayudar a las personas a crear capital.

“Sé el verdadero tú”

Frases como “sé genuino a tus emociones” o “sé el verdadero tú” nacen de la influencia del marxismo cultural. Un paradigma de esta filosofía es que el sistema actual esclaviza a las personas a actuar basadas en la cultura impuesta por los opresores.

Los marxistas culturales desean lograr la liberación por medio de la rebeldía a la autoridad de los individuos bajo estos sistemas opresores. Esto se logra cuando te rebelas contra el sistema y llegas a ser quien eres en verdad. Podemos ver esto en el área de la sexualidad y el feminismo. Las personas “se liberan” cuando encuentran su identidad declarándose homosexuales o transexuales. En el feminismo, la mujer encuentra su identidad rebelándose contra el patriarcado, encontrándose finalmente a sí misma.

Por otro lado, los cristianos sabemos que todo ser humano debe someterse a la autoridad de Dios, y por ende a Su Palabra. Nuestra libertad de opresión no se logra cuando nos encontramos a nosotros mismos, sino cuando Dios nos encuentra a nosotros. Entonces somos librados de la opresión del pecado y, como decía Calvino, “nos conocemos a nosotros mismos mientras conocemos a Dios”. Si somos hechos a la imagen de Dios, sabremos quiénes somos al conocer a Dios.

La búsqueda de una utopía

Los cristianos creemos que es bueno buscar mejores condiciones de vida en esta tierra. Esto es parte del proceso de subyugarla. Sin embargo, todo sistema que desea lograr una utopía en esta tierra pierde la perspectiva de que la única utopía real será en los cielos.

El marxismo cultural desea lograr esto por medio de una lucha social, mientras que la Biblia lo presenta por medio del evangelio y su promesa de la Nueva Jerusalén. En palabras de Johann Holderin: “Lo que ha hecho que el estado se convierta en el infierno en la tierra, es precisamente el intento del hombre de hacerlo su cielo”.

El lenguaje seguro y “la cultura de cancelar”

Una táctica que usa esta filosofía es silenciar a personas por medio de identificar “lenguajes agresivos”. Como creyentes, sabemos que nuestras palabras deben ser para edificación, sazonadas con gracia (Col. 4:6). Pero al mismo tiempo, deseamos que en nuestras culturas se permita el libre intercambio de ideas y se protejan las libertades religiosas.

Cuando hay grupos que determinan que hay “lenguajes opresivos” que deben ser silenciados, entonces la sociedad está en un declive peligroso al totalitarismo. Por ejemplo, esta filosofía afirma que las iglesias no pueden predicar en contra del pecado de la homosexualidad porque eso sería “agresivo”. Ellos entonces “cancelan” a todo grupo o individuo que afirman ideas que ellos consideren agresivas.

“Los oprimidos tienen mayor autoridad moral”

El marxismo cultural divide al mundo en opresores y oprimidos, y da una ventaja moral a los oprimidos para hablar sobre todos estos temas. Se promueve la falsa narrativa de que tenemos que escuchar especialmente a aquellos que se sienten oprimidos.

Yo afirmo que debemos escuchar a nuestro prójimo, pero si una persona está hablando de forma pecaminosa o errada debe ser corregida en amor, sea una persona oprimida o no. El marxismo cultural silencia a las Escrituras, ya que solo los oprimidos tienen la autoridad moral para expresarse sobre muchos asuntos. Esto no permite que los pastores se sientan capacitados para hablar de temas como el racismo, la sexualidad, o los roles en el matrimonio, porque solo los oprimidos pueden hablar de esto con credibilidad.

“La compasión es responsabilidad del gobierno”

El marxismo cultural afirma que el Estado es el medio para administrar los cambios que esta filosofía propone. Por eso vemos que afirman que el Estado debe repartir los bienes sociales y mostrar compasión al necesitado. En cierta forma, entregamos nuestras responsabilidades sobre nuestras vidas y familias al Estado, quien ahora debe ofrecernos seguridad desde la cuna hasta la tumba.

Por otro lado, la compasión bíblica no es un programa social que apoyamos para delegar nuestras responsabilidades individuales y callar así nuestras conciencias. La compasión bíblica se muestra cuando individuos la otorgan a comunidades donde Dios les ha dado influencia y herramientas para que otras personas salgan de su estado de miseria. 

“La cultura occidental y la iglesia son corruptas”

Una narrativa que esta filosofía promueve es que la cultura occidental es opresiva y corrupta. Esto es crucial para nosotros, ya que Occidente fue levantado sobre muchos principios cristianos. Por eso el marxismo cultural apunta a los errores pasados de la iglesia, con el fin de restar credibilidad a la fe cristiana, deseando que sintamos vergüenza de ser creyentes.

No creemos que la cultura occidental sea perfecta. Sin embargo, fue la civilización que promulgó la eliminación de la esclavitud y el avance en los derechos de la mujeres, por ser la que reconoció el principio bíblico de que los hombres y las mujeres son creados a imagen de Dios. Y esto fue gracias a la iglesia.

La iglesia siempre debe evaluar en qué áreas no está caminando según la Palabra y ajustarlas. Sería deshonesto decir que los cristianos hemos sido perfectos. Pero si miramos la historia del verdadero cuerpo de Cristo, el cristianismo es quien libró a los esclavos, apoyó la lucha por los derechos civiles, y siempre ha exaltado principios de dignidad y libertad al afirmar la imagen de Dios en todas las personas.

No dejes que movimientos revisionistas de la historia te hagan sentir avergonzado por la novia de Cristo, que aunque no ha sido perfecta, ha sido el mayor instrumento en la historia de la humanidad para traer dignidad y libertad de la opresión. El marxismo cultural se ha declarado enemigo de la iglesia, ya que el cristianismo es la única cosmovisión con las verdades y consistencia que puede derribarlo.

Reflexión final

Hay mucho más para hablar sobre el marxismo cultural y cómo es cada vez más evidente en muchas áreas de nuestra sociedad. Ante esto, oremos que la iglesia sea distinguida por ser compasiva y amar al necesitado, pero sobre todo porque conocemos el evangelio tan profundamente, que nada más nos define. Y que, definidos por el evangelio, podamos identificar las mentiras de otras filosofías para proteger a los nuestros.

Estudiemos la Palabra y conozcamos el evangelio, pero estudiemos también la cultura para identificar las áreas que presentan falsos evangelios. Dejemos a nuestros hijos el don de discernir entre el bien y el mal, para que las próximas generaciones pongan su confianza solo en aquello que trae verdadera libertad al oprimido.

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