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“Y Dios dijo: ‘Toma ahora a tu hijo, tu único, a quien amas, a Isaac, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que Yo te diré’”, Génesis 22:2.

Muchas veces, al considerar este pasaje, pensamos que aquí tenemos una prueba muy difícil. Isaac representaba no solo la promesa de Dios para Abraham en cuanto a su descendencia y legado, sino que también era su hijo, a quien amaba, y el gozo en su vejez. ¡Un verdadero regalo de Dios!

Sin embargo, a veces olvidamos la otra pérdida de Abraham, su otro hijo Ismael. Aquel hijo representaba el intento de Abraham, otra vez fallido, de salvarse a sí mismo (él se había llegado a una sierva egipcia para “ayudar” a Dios y asegurarse de que su promesa de tener descendencia se cumpliría). Pero más que eso, Ismael también era un hijo amado (cp. Génesis 21:12).

Dios habló a Abraham diciéndole que dejara ir a Ismael, y que Él se encargaría de cuidarlo. Entonces vemos a Abraham levantarse temprano y, en fe, enviar a Agar e Ismael con tan solo pan y agua para el camino (21:14), a pesar de ser rico.

De igual manera, en el episodio con Isaac vemos a Abraham subir a la montaña y, cuando Isaac le pregunta sobre el animal necesario para la ofrenda, Abraham le dice, “Dios proveerá para sí el cordero para el holocausto, hijo mío” (22:8).

En la vida, nuestros hijos muchas veces son recordatorios de nuestras limitaciones y frustraciones. Lamentablemente, sus vidas a veces reflejan nuestras propias luchas e intentos fallidos de salvarnos. Por eso, nuestro trabajo como padres es apuntar a Dios como la provisión para sus más importantes necesidades. No podemos proveer nosotros mismos para la salvación de nuestros hijos.

Las buenas noticias para ti y para mí es que, sin importar lo que pasara (como lo reconoce Abimelec), Dios estaba con Abraham (21:22). Dios había decidido mostrar su gracia para con él, y no solo estaba trabajando en su vida, sino también en la vida de sus hijos. Asimismo, el Señor está con nosotros y es fiel a sus promesas.

Tenemos que hacer lo mejor que podamos por nuestros hijos, pero lo más importante es ayudarles a saber en Quien encontrarán que más necesitan, y ayudarles confiar en fe al encomendarlos a la obra y cuidado de Dios.

Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.


Imagen: Lightstock.
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