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Hermanos, prediquen con todo su corazón sin importar el número de su audiencia

Nunca olvidaré una de las últimas conversaciones que tuve con mi abuelo. Iba conduciendo a casa después de la reunión de oración de mi iglesia. Estaba cansado y desanimado.

Llevaba cinco meses pastoreando en Vermont. La asistencia de la reunión de oración había disminuido lentamente. La emoción de tener un nuevo pastor menguó, y las actividades de verano y los viajes incrementaron. Había decidido comenzar una serie en otoño titulada Cómo estudiar la Biblia que veríamos los miércoles por la noche, antes de nuestro tiempo de oración. Fue el primer estudio bíblico para el cual había creado un arte gráfico. Lo anuncié durante semanas y semanas. Envié correos electrónicos especiales. Estudié, me preparé, y oré.

Aparecieron cuatro personas.

Mientras conducía a casa, recordé que mi abuelo había pastoreado fielmente durante más de 40 años en varias iglesias pequeñas. Seguramente se había desanimado por el número de personas a las cuales le predicaba o enseñaba durante un estudio bíblico. Así que lo llamé.

Esto es lo que dijo y que nunca olvidaré: “El trabajo de Dios es preocuparse por la cantidad de las ovejas. Tu trabajo es alimentarlas”.

Lo que mi abuelo me enseñó esa noche ha hecho eco en mi mente una y otra vez. Y él lo respaldó a través de la fidelidad de su vida. Él había alimentado consistentemente las ovejas que Dios le dio, aún mientras servía en lugares complicados como un pequeño pueblo en Utah.

Cuando vinculamos nuestro valor como predicadores al número de personas a las que estamos predicando, devaluamos al Cristo que predicamos

Jesús le dijo a Pedro: “Apacienta mis ovejas” (Jn. 21:17). No le dijo a Pedro que solo alimentara a las ovejas si el pasto era abundante. Si pensamos que Cristo solo es digno de ser predicado a una iglesia grande, o a grandes cantidades de personas, o incluso a una cantidad creciente de personas, entonces estamos cometiendo dos grandes errores: no estamos valorando suficientemente a Cristo, y no estamos valorando a las personas que Cristo valora.

El valor de predicar a Cristo no depende del número de oyentes

Cuando vinculamos nuestro valor como predicadores al número de personas a las que estamos predicando, devaluamos al Cristo que predicamos. Olvidamos que Jesús mismo atendió a grupos pequeños, incluso reducidos. Jesús es glorioso. Es digno de ser proclamado tanto en pequeñas iglesias como en mega iglesias, tanto en pequeñas ciudades como en grandes ciudades.

Cuando promovemos el trabajo de las misiones, frecuentemente hablamos del hecho de que Cristo es digno de ser proclamado entre todos los grupos de personas no alcanzadas en cada país y en cada aldea, sin importar cuán pequeño o desconocido sea. Lo mismo es cierto fuera del campo misionero. Él es digno de ser proclamado en cada iglesia, sin importar cuán pequeña o desconocida sea.

El valor de la gente a la que predicas no depende del tamaño de tu iglesia

No tienes que leer muy lejos en los Evangelios para darte cuenta de que Jesús frecuentemente ministraba en lugares pequeños. Viajó a Jerusalén de vez en cuando, pero pasó la mayor parte de su tiempo en lugares apartados con personas que frecuentemente eran menospreciadas por la élite cultural. Sí, Jesús predicó a miles. Pero Jesús también sanó a un hombre con una mano seca en una pequeña sinagoga de la pequeña ciudad de Galilea.  Él predicó en ciudades pequeñas una y otra vez (Mr. 1:38).

Cristo  es digno de ser proclamado en cada iglesia, sin importar cuán pequeña o desconocida sea

Luché con esto antes de empezar a pastorear en Vermont, el estado menos alcanzado en los Estados Unidos. En sus mejores domingos, la iglesia tenía 50 personas en los bancos. La iglesia en la que estaba en ese momento tenía 300 personas en un domingo promedio. Sentí la tentación de pensar: ¿estaría desperdiciando los dones que Dios me había dado al predicar a menos gente?

Pero mientras oraba, Dios me ayudó a ver que esta iglesia estaba llena de hermanos y hermanas en Cristo que necesitaban ser alimentados por la Palabra semana tras semana. Y este estado estaba lleno de personas que necesitaban desesperadamente conocer a Cristo como salvador. Las necesidades de los creyentes y de los incrédulos son las mismas en cada iglesia, sin importar su tamaño.

No desprecien lo que Cristo valora

Recientemente asistí a una reunión para pastores de pueblos pequeños y escuché algo que me recordó a mi abuelo. El Pastor Stephen Witmer dijo: “El evangelio no desprecia lo que es pequeño”.

Él tiene razón. Witmer nos recordó que Dios frecuentemente obra a través de cosas pequeñas. Dios salvó al mundo mediante el envío de un bebé. Jesús entrenó a 12 discípulos. El reino de Dios es como una semilla de mostaza. Solo el Señor sabe lo que hará con un ejército de predicadores comprometidos a exponer la Palabra de Dios con precisión y pasión semana tras semana en pequeñas iglesias a través de los Estados Unidos.

El valor de predicar a Cristo no depende del número de tus oyentes. El valor de la predicación está en Cristo mismo

Hermanos, vale la pena repetirlo porque podemos sentirnos tan tentados a creer lo contrario: el valor de predicar a Cristo no depende del número de tus oyentes. El valor de la predicación está en Cristo mismo. Su supremacía sobre todas las cosas hace que toda predicación sea valiosa, ya sea para 30 o para 3000 personas.

Así que, para la gloria de Dios, estudia, ora, y predica con todas tus fuerzas, sin importar cuántas personas estén en el salón.


Publicado originalmente en For The Church. Traducido por Felipe Ceballos Zúñiga.
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