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El Internet está lleno de discusiones sobre si las mujeres deben predicar en la reunión de la iglesia local. Cada vez que la cuestión se plantea, los que se oponen a ella se apresuran a explicar que este rol no se aplica a las mujeres puesto que son menos valiosas que los hombres. Y esa afirmación de “igual en valor” siempre mueve mis ojos desde el púlpito a una preocupación más apremiante. Mientras algunos siguen debatiendo la presencia de las mujeres en el púlpito, no debemos perder este problema inmediato: la marcada ausencia de las mujeres en las áreas de liderazgo de la iglesia que están abiertas a ellas.

Las mujeres que regularmente me escriben por correo electrónico no están preocupados por ganar el púlpito. Ellas aún están enfrentando oposición a la enseñanza de la Biblia a otras mujeres. Están luchando por ser vistas como necesarias más allá de ministerio de niños y el ministerio de mujeres. Están luchando para contribuir más allá de la hospitalidad o una voz suave en el grupo de alabanza. Están buscando trayectorias de liderazgo para las mujeres en la iglesia local. Y están encontrando prácticamente nada. Ellas ven a sus hermanos recibir apoyo y se preguntan quién las invitará a ellas para equiparlas para liderar bien. Si las contribuciones de las mujeres son igualmente valoradas en la iglesia, ¿no debería verse en la forma en que organizamos el personal? ¿En  quiénes ponemos en el liderazgo a nivel laico y a nivel vocacional?

Pero eso no es lo que vemos. Para nada. Y no debemos ignorar este problema.

Esta preocupación por las mujeres en el púlpito nos llama la atención porque tenemos en alto el rol del pastor, como deberíamos (1 Timoteo 3:1). Pero debemos tener cuidado de que nuestra alta estima no se transforme en idolatría. El Internet se desborda con artículos dirigidos específicamente a los pastores: cómo estudiar de manera más eficaz, cómo aconsejar, cómo mentorear, cómo equilibrar el trabajo y el descanso, cómo liderar. Con frecuencia me pregunto por qué el autor limita su audiencia a pastores. ¿Por qué no hablar del sacerdocio de todos los creyentes? Gran parte de este consejo se aplican igualmente a los roles de maestro, consejero, ministro o líder laico, roles que pueden ser ocupados por hombres y mujeres. Roles que si nos centramos en equiparlos, podrían hacer el trabajo más ligero para el rol del pastor, de una manera que es buena y bíblica (Efesios 4:12).

No es de extrañar que los pensadores cristianos serios, hombres y mujeres, piensan que necesitan ser pastores, puesto que representamos ese rol como “aquel para personas con dones espirituales”, y dedicamos comparativamente poca atención a otras áreas de servicio. Si estamos preocupados por las mujeres en el púlpito, quizás lo mejor que podríamos hacer es equipar a toda la congregación para hacer la obra del ministerio, para hablar de las contribuciones de cada uno como indispensable. Mejor aún, podríamos hacer eso en obediencia a la Palabra de Dios (1 Corintios 12).

No tengo ningún deseo de minimizar el papel de pastor. Es de vital importancia. Pero yo no creo que sea bueno para los cristianos el fijarse en él a expensas de otras funciones. Necesitamos algunas manos y pies para ir con todas estas cabezas, y muchas de ellos son mujeres. Las hermanas entre nosotros se preguntan cuándo vamos a ser capaces de demostrar tangiblemente igual valor en la iglesia local, no solo afirmar tal valor con nuestras palabras. Piensa en el problema de esta manera: Si un joven con dones y obvia capacidad para el ministerio apareciera en la puerta de tu iglesia, ¿con quién lo pondrías en contacto? ¿Cómo le ayudarías a encontrar su lugar en el ministerio? ¿Qué oportunidades le buscarías para cultivar sus dones y ganar experiencia en el ministerio? ¿Qué expectativas tuvieras para él como líder?

Ahora, hazte las mismas preguntas para una mujer. Si el hecho de que ella nunca vaya a llenar el púlpito significa que no puedes imaginar una trayectoria ministerial para ella, algo está mal. ¿Qué ministerio podría ella construir y ejecutar? ¿Qué lugar de tu personal ejecutivo puede llenar? ¿Qué comité necesita su liderazgo? ¿Qué rol en la reunión dominical necesita su voz y su ejemplo? ¿Dónde se puede aprovechar su don de enseñanza? ¿Sobre qué punto ciego o qué dilema puede ella hablar? ¿Qué esfuerzo en misiones puede encabezar ella?

No estoy interesada en el púlpito. Pero valoro la esperanza de que un día se dará un sermón sobre el sacerdocio de todos los creyentes. Atesora la hermandad del pastorado, pero por el amor de la Iglesia, invita a tus hermanas a tomar asiento a la mesa del ministerio, un asiento que puedes reflexivamente querer llenar con un hombre. Debate la cuestión de las mujeres predicando hasta que Jesús regrese si es necesario. Pero cuando Él lo haga, que sea recibido por una iglesia cuya práctica afirmó su creencia de que la igualdad de valor entre hombres y mujeres nunca estuvo abierto al debate.


Publicado originalmente por The Gospel Coalition.

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