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A veces parece que hay dos profesiones que todos creen poder hacer mejor que los demás: ser árbitro en un partido de futbol, y ser predicador.

Todos los que predicamos estamos expuestos cada domingo, y muchas de las personas que nos escuchan no comparten nuestras convicciones o gustos.

Además, no conocen las dificultades de la predicación. A veces nos toca predicar pasajes difíciles. En ocasiones predicamos cansados luego de semanas largas. Otros días predicamos aun cuando quisiéramos tener otras tres horas para trabajar el sermón. A veces estamos lidiando con algo personal que nos distrae de la predicación.

Con todo, nuestra responsabilidad sigue siendo la misma: ir al púlpito semana tras semana y alimentar al rebaño.

Es por eso que un ataque a nuestro sermón se siente como un ataque personal. Recibir críticas es difícil, ya que hemos invertido tiempo preparando la prédica, orando y pidiendo que el Señor nos use, y pensando en las maneras más claras de comunicar las ideas del texto.

Sin embargo, esto no significa que tenemos derecho a ignorar a nuestros críticos. En muchos casos, las críticas son en amor y contienen sabiduría. En otros casos, ellas son sobre cosas que no importan demasiado, o se tratan más bien de preferencias.

Cuando alguien nos critica, ¿cómo deberíamos responder?

1. Considera el contenido de la crítica

Es fácil decidir que solo recibiremos críticas de las personas que pensamos son las más adecuadas para darla. Si queremos mejorar nuestra predicación, esto no es prudente ni sabio. La cruda verdad es que nadie es un predicador perfecto, y solemos ser ciegos a nuestros errores o idiosincrasias.

Cuando alguien se acerca con una crítica a tu predicación, tienes una oportunidad para escuchar y ver si hay alguna verdad que puedas rescatar y aplicar. Esto incluso si la persona se te acerca de una manera malintencionada, pero mucho más si viene con buenas intenciones.

Cuando alguien se acerca con una crítica a tu predicación, tienes una oportunidad para escuchar y ver si hay alguna verdad que puedas rescatar y aplicar.

Al mismo tiempo, no toda crítica es idéntica. Las críticas de estilo podrían ser cuestiones de preferencia, y pueden ayudarte a comunicarte mejor. Algunos pueden explicar pasajes pero no hablar en público. Un curso o algún libro de comunicación y retórica serán de gran ayuda.

Por otra parte, si alguien trae una crítica exegética, debes considerar lo que te dice. Nuestra tarea principal es ser fieles a la integridad de las Escrituras, y a veces las críticas nos demuestran que no estudiamos bien el pasaje; solo nos preparamos para predicarlo.

2. Considera quién te critica

A veces hay críticas o consejos que no nos parecen del todo acertados, pero vienen de una persona experimentada en la vida o el ministerio. Esos consejos valen oro, aunque no implementes toda sugerencia.

Si un hermano (o hermana) maduro en la fe se acerca para hablarte de tu predicación, ¡presta atención! En muchos casos, esto se hace en amor. Ora al respecto y considera si es algo que valdría la pena ajustar o aplicar.

Por otra parte, a veces hay personas que solo quieren lastimarte. Por alguna razón están amargados contigo o con la iglesia. ¡La razón podría ser que has señalado su pecado durante el sermón! En situaciones así, no lo tomes personal. Pídele a Dios misericordia para responder adecuadamente.

3. Pide sabiduría de Dios para agradar a Dios

No debes hacer cambios a tu predicación para agradar a la persona que te criticó. Es fácil empezar a ajustar tu forma de predicar para quedar bien con la gente. Tu tarea es exponer el texto, no hacer feliz a los demás.

Es fácil empezar a ajustar tu forma de predicar para quedar bien con la gente. Tu tarea es exponer el texto, no hacer feliz a los demás.

Si alguien te da un consejo o crítica, después de evaluar el contenido, debes orar y pedirle a Dios que te dé sabiduría para aplicar o rechazar el consejo. Si haces cambios en tu predicación, hazlos para alabar y glorificar más a Dios con ella.

4. Considera tus dones

Si te critican mucho, tal vez tus dones no sean necesariamente para predicar. No todos han sido dotados para esta tarea. A veces elevamos la predicación como un don por encima de los otros, y sentimos que es absolutamente necesario que nos volvamos predicadores para ser exitosos o espirituales, o para tener un impacto en el Reino.

El que predica no es mejor que el que sirve en la consola de sonido u otro lugar. Quizá la manera en la que deberías servir a la iglesia no es predicando.

El que predica no es mejor que el que sirve en la consola de sonido u otro lugar. Quizá la manera en la que deberías servir a la iglesia no es predicando.

5. Vuelve a la verdad

Nos cuesta escuchar críticas de nuestra prédica porque pensamos que somos más de lo que somos en realidad. Tenemos nuestros ojos puestos en una idea errada de nosotros, en lugar de querer agradar y adorar a Dios predicando de la mejor forma posible. Queremos ser “exitosos” en nuestra predicación, y al recibir una crítica, esa persona nos baja del pedestal.

Dios no te ama más los domingos que predicas bien ni te ama menos los domingos que predicas mal. Él te ama por lo que eres en Cristo.

Tu valor e importancia delante de Dios no viene de tu predicación. Dios no te ama más los domingos que predicas bien ni te ama menos los domingos que predicas mal. Él te ama por lo que eres en Cristo. Por eso, descansa en el mismo evangelio que predicas.


Imagen: Lightstock.
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