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¿Es la iglesia un lugar seguro para el cuidado de las víctimas de abuso?

Hasta hace unos años, el tema del abuso sexual era un tabú dentro de la iglesia evangélica; pocos hablaban acerca de ello y, frecuentemente, si alguien se atrevía a contar su historia de abuso, no recibía la ayuda correcta. Por la gracia de Dios, la situación ha cambiado poco a poco.

Hoy existe un despertar a la urgencia por atender las situaciones de abuso que tristemente existen en nuestras iglesias locales. Dios es bueno, porque a través de esa necesidad ha avivado a siervos y siervas centrados en el evangelio para ser Sus manos y pies a favor de víctimas de abuso.

El abuso es toda situación y/o acción en la que una persona es presionada, obligada, o intimidada para que otros lastimen su integridad. El abuso se trata de control y lucha de poder. Existen diferentes tipos de abuso: físico, emocional, sexual, verbal, financiero, y religioso. Cada uno de ellos, al menos en mi Guatemala, tiene connotaciones legales: la ley ampara a la víctima y hace justicia sobre el agresor.

¿Qué puede hacer la Iglesia?

“Tu eres mi socorro y mi libertador; ¡no te demores Señor!” (Salmo 70:5).

La Iglesia, como estandarte de la verdad y como refugio a los necesitados, debe ser el mejor lugar para alcanzar y ayudar a las víctimas de cualquier tipo de abuso.

El liderazgo de la iglesia local debe cuidar y proteger a las víctimas de su congregación como parte del rebaño que el Señor les ha dado (Hch. 20:28-31). Toda persona —hombre o mujer— víctima de abuso debe ser protegida, acompañada, y cuidada.

El abuso es una de las consecuencias de vivir en un mundo caído y lleno de injusticia, y revela la gran necesidad que tenemos de redención y salvación. Eso es lo que la Iglesia está llamada a mostrar a las víctimas de abuso: en Cristo hay salvación, en Cristo hay gracia y perdón, en Cristo hay amor y verdad sobre su situación. Cualquiera que haya pasado por la desgarradora realidad del abuso sexual necesita saber y comprobar a través de la Iglesia que Cristo se compadece y provee refugio, descanso, y libertad sobre cada herida.

La Iglesia, como estandarte de la verdad y como refugio a los necesitados, debe ser el mejor lugar para alcanzar y ayudar a las víctimas de cualquier tipo de abuso.

¿Qué puedes hacer tú?

Si un hermano o hermana se acerca a ti para contarte que ha sido víctima de abuso, ¿qué debes hacer? Aquí hay algunas sugerencias:

  • Muestra tu empatía y sensibilidad con palabras de aliento.
  • Cuida tus gestos mientras escuchas. Aunque no pronuncies palabra, tu rostro puede decir mucho.
  • Escucha sin prejuicios y sin apresurarte a dar tus opiniones.
  • Pregúntale si estaría dispuesto a contar lo sucedido al pastor, o a un hermano o hermana maduro en la fe en su iglesia local para acompañarle.
  • Asegúrate de que su integridad física y/o mental no se encuentre en riesgo en ese momento. Si es así, acompáñalo a buscar ayuda inmediata.
  • Ora por tu hermano o hermana.
  • Acuerden reuniones periódicas para estar al pendiente.
  • Si es una situación que requiere ayuda legal, ofrécele acompañamiento hasta que se encuentre con la persona que le puede apoyar en esa área.

El abuso es una realidad extremadamente dolorosa. Debemos tener mucho cuidado al tratar con esta clase de situaciones. Estas son algunas cosas que no debes hacer:

  • Preguntar detalles que la persona no está preparada para relatar.
  • Hacer conjeturas o llegar a tus propias conclusiones sin escuchar.
  • Culpar a la víctima.
  • Decirle lo que hubiera o no hubiera hecho.
  • Decirle que no lo hable.
  • Contarlo a otras personas sin autorización.
  • Explicarle por qué le pasó lo que le pasó. Cuando alguien te está contando sobre su abuso, generalmente no está buscando una explicación lógica. Todavía está lidiando con dolor, vergüenza, enojo, o confusión. Necesita primero que nada ser escuchado y acompañado.
  • Darle falsas expectativas o prometerles que algo sucederá de cierta forma.

Como Iglesia, somos llamados a prepararnos bíblicamente para poder apoyar a las víctimas de abuso; debemos llevarlas a Cristo y ayudarlas a depender de Él para no vivir en vergüenza, dolor, y temor, sino en la seguridad de que Cristo intercede día y noche por ellas (Ro. 8:34) y de que Él es la esperanza de vida eterna (Col. 1:27).

La atención a las víctimas de abuso no es un trabajo exclusivo para el liderazgo de tu iglesia. Como miembro del cuerpo de Cristo, también es tu responsabilidad. Todos estamos llamados a aconsejarnos y alentarnos unos a otros (1 Tes. 5:11), mostrando el amor que hemos recibido en Cristo (Jn. 13:34) y orando unos por otros (Stg. 5:16).

Si conoces a una persona que ha sido víctima de abuso, acércate a ella, ora continuamente por ella, y muéstrale el amor y la gracia de Cristo.

Si tú mismo has sido víctima de abuso y te has quedado callado por mucho tiempo, busca a una persona madura para que te acompañe y pueda escucharte; juntos crezcan en el conocimiento de Aquel que murió, resucitó, y ahora está sentado como Señor. Jesús es refugio para los que han sido lastimados, tal como Él lo fue en la cruz.


Imagen: Lightstock
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