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La compañía Walt Disney se ha involucrado en un montón de controversias en el último año, provocadas en un primer momento por su oposición oficial a un proyecto de ley del estado de Florida. Su situación se agrava por el testimonio de empleados anónimos que señalan el efecto aterrador de la organización sobre los conservadores políticos y sociales, así como los asombrosos videos de creativos de Disney reconociendo su deseo de insertar historias «queer» y LGBT+ en donde sea que puedan en las películas de Disney.

En respuesta, algunos sectores han llamado al boicot. (Los Bautistas del Sur se adelantaron a esta situación, al aprobar una resolución en 1996 que pedía un boicot de varios años. La protesta se desvaneció cuando Disney se asoció con Walden para estrenar la primera película de Narnia en 2005). Otros pretenden presionar a la empresa para que deje de empañar su reputación como el mayor y más querido proveedor mundial de entretenimiento para toda la familia.

La diferencia con Disney

Recientemente, un número creciente de empresas se han alineado públicamente con programas de la izquierda política, a menudo a instancias de los responsables de «Diversidad, Equidad e Inclusión» y de los departamentos de Recursos Humanos. Algunos comentaristas califican este fenómeno como «capitalismo woke», y a los conservadores les preocupan los resultados cuando tanto el gobierno como las grandes empresas se unen en torno a ideologías nuevas y controvertidas sobre el género y la sexualidad.

Pero el problema de Disney es diferente. En este caso, no se trata de un envoltorio con los colores del arco iris en una hamburguesa, ni de la conveniencia de que Pepsi adopte una postura sobre una determinada legislación. En esos casos, el producto de las organizaciones sigue siendo el mismo. Los consumidores pueden poner los ojos en blanco ante la duplicidad ética de la izquierda o los anuncios televisivos, pero las galletas Oreo siguen siendo galletas Oreo.

Disney es diferente. La inserción de una perspectiva ideológica relacionada con el género y la sexualidad afecta al producto. Los creativos en video son directos: quieren utilizar el nombre de Disney y su prestigio cultural para introducir puntos de vista sobre la sexualidad en el entretenimiento para niños.

Soy lo bastante mayor para recordar las afirmaciones, a menudo cómicas, de que los artistas de Disney llevan mucho tiempo insertando mensajes subliminales en sus películas. Un momento con hojas en El Rey León llevó a algunos espectadores a ver la palabra «SEX» [sexo en inglés], cuando los artistas, en cambio, habían hecho un guiño al equipo de efectos especiales deletreando «SFX», de special effects o efectos especiales. No me sorprenden estas teorías conspirativas. Al fin y al cabo, Disney es la mayor empresa de entretenimiento del mundo y su catálogo de películas familiares entrañables es enorme. Hace tiempo que la gente se pregunta si una empresa tan grande podría abusar de su poder.

Pero el último escándalo va más allá de las teorías conspirativas sobre mensajes subliminales. Los mensajes son abiertos y no hay conspiración porque los planes están a la vista de cualquiera.

¿Más allá de un boicot?

¿Qué deben pensar los cristianos sobre los productos de Disney a la luz de algunos empleados que buscan formas de inculcar ideologías transgénero y «queer»?

Un boicot a Disney sería todo un reto, simplemente por el tamaño del gigante. Estamos hablando de ABC, ESPN, Touchstone, Marvel, Lucasfilm, A&E, The History Channel, Lifetime, Pixar, Hulu, Vice y Core Publishing. Eso es solo el principio.

Otra forma de avanzar sería mantener la presión pública sobre Disney para evitar manchar sus futuros esfuerzos artísticos. El sermoneo daña el arte y las agendas ideológicas limitan el alcance de la empresa.

Cuando vivía en Rumanía, recuerdo haber preguntado por la literatura y el cine producidos durante la era comunista, cuando gran parte del mundo literario estaba sometido al conformismo ideológico. Los rumanos preferían mirar a los poetas y escritores anteriores a la Cortina de Hierro; sentían poco aprecio por el «arte» fabricado con fines ideológicos desde los años cuarenta hasta los ochenta.

El sometimiento de la creatividad a la propaganda ideológica, cuyo objetivo primordial es inculcar una agenda política o social, es la sentencia de muerte de la belleza. (Esto también se aplica a las películas cristianas. Cuando el objetivo primordial es sermonear, puede que entretengas a los ya convencidos, pero rara vez conmoverás a los demás con tu arte).

Así pues, por el bien de los propios deseos artísticos de Disney, y por su deseo de entretener al público de todo el mundo, incluidos los países que rechazan muchas locuras occidentales, la compañía debería poner fin a la idea de instrumentalizar su arte con fines políticos.

Más conversaciones, más discernimiento

Los padres cristianos debemos reconocer que ninguna empresa secular, por muy familiar que diga ser, es verdaderamente amiga de los valores bíblicos.

Puede que pienses que hemos recorrido un largo camino desde La Sirenita, pero la distancia entre finales de los ochenta y hoy es más corta de lo que crees. La visión expresiva individualista de la vida («el propósito de la vida es mirar hacia dentro para descubrir y expresar tu verdadero yo») es evidente en todas partes en las películas de los años ochenta y noventa, y solo ha crecido en influencia en los años posteriores. Los grandes himnos de Disney, «Parte de él», «Mi reflejo» y «Libre soy», continúan esa tradición. Pero en aquellos primeros casos, Disney no imponía una agenda política a la juventud, sino que se limitaba a reflejar y agravar los impulsos expresivos individualistas ya presentes en la sociedad.

Los mensajes de muchas películas de Disney, incluso las más sanas y familiares, son en algunos aspectos contrarios a una cosmovisión bíblica. La subversión no empezó con un beso entre personas del mismo sexo en una película de Pixar. Ya estaba ahí y viene desde hace tiempo.

Tenemos que dejar de considerar «seguro» el entretenimiento familiar simplemente contando el número de palabras obscenas o preguntándonos si la película contiene muestras manifiestas de sexualidad y violencia. Cuando nos centramos en la superficie, subestimamos los aspectos más poderosos y persuasivos del arte. Muchas películas clasificadas G (todas las edades) y PG (con guía parental sugerida) promueven mensajes contrarios a las enseñanzas bíblicas.|

¿Dónde nos deja esto? Con un llamado al discernimiento.

No son solo los aspectos manifiestos de la ideología de género los que deberíamos buscar cuando vemos películas de Disney, sino también los aspectos sutiles de la filosofía de individualismo expresivo que sustenta la revolución sexual. Ahí es donde se libra la batalla real y más urgente.

La creencia de que la felicidad será tuya si solo miras en tu interior, sigues a tu corazón, persigues tus sueños y te opones a cualquiera que quiera ahogar tu verdadero yo, ese es el argumento narrativo de la mayoría de las películas infantiles de hoy en día. Escribí Reconsidera tu identidad para que las personas que no tienen interés en la filosofía pudieran aprender a detectar esa forma de ver la vida, y luego ver cómo contrasta con la visión bíblica de mirar hacia arriba antes de mirar hacia adentro.

Así que, sean cuales sean las conversaciones que se produzcan internamente en Disney sobre su programación futura, asegurémonos de que se produzcan miles de conversaciones más en nuestras familias sobre sus programas presentes y pasados, apreciando lo que está bien y es bello en su catálogo, y reconociendo lo que está mal y es perjudicial. Siempre que enciendas la televisión, asegúrate de no apagar tu mente.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido y adaptado por Equipo Coalición.
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