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“¿Acaso ha desechado Dios a su pueblo?” (Ro. 11:1). Pocas personas debaten que Pablo no se refiera aquí a la nación física de Israel. Como se demostró en un articulo anterior, el apóstol confirma nuevamente las ventajas y los privilegios que conlleva la identidad judía. Sin embargo, lo que se viene desarrollando entre los gentiles creyentes en Roma es todo lo contrario, y Pablo se ve en la necesidad de contestar enfáticamente su pregunta retórica: “¡De ningún modo [Dios ha desechado a su pueblo]!” (Ro. 11:1).

Desde ese entonces, Pablo empieza a revelar un “misterio”, el cual explicará, sobre la condición actual de los judíos no cristianos. No obstante, ese no es el único propósito que conlleva este “misterio”.

El propósito doble del “misterio”

La revelación de este misterio conlleva un propósito práctico, el cual informa vitalmente cómo entendemos las palabras de Pablo. El apóstol se dirige hacia los gentiles creyentes al sospechar entre ellos una actitud arrogante hacia los judíos no cristianos. Y después de explicar la condición de dichos judíos, concluye abarcando el propósito de su endurecimiento actual:

“Porque no quiero, hermanos, que ignoren este misterio, para que no sean sabios en su propia opinión: que a Israel le ha acontecido un endurecimiento parcial hasta que haya entrado la plenitud de los Gentiles. Así, todo Israel será salvo, tal como está escrito: El Libertador vendrá de Sión; apartará la impiedad de Jacob”, Romanos 11:25-26.

Dios usó el endurecimiento de Israel para el beneficio de los gentiles y para la salvación de su pueblo.

Antes de revelar el significado de este “misterio” es importante resaltar su propósito: 1) explicar el endurecimiento de Israel y 2) confrontar la arrogancia hacia el endurecimiento de Israel. Este último propósito es significativo a la hora de interpretar el texto. Pablo no quería que sus hermanos gentiles fueran arrogantes, ignorantes, o “sabios en su propia opinión” con respeto al endurecimiento parcial de Israel. Los gentiles creyentes en Roma estaban a punto de malinterpretar el endurecimiento de Israel que, en realidad, Dios estaba usando para el beneficio de ellos y para la salvación de su pueblo.

Entonces, para entender mejor las palabras de Pablo, respondamos la siguiente pregunta: ¿de qué manera el “endurecimiento” de Israel confronta la arrogancia de los gentiles creyentes?

El significado del “misterio”

Mark D. Nanos, en su obra The Mystery of Romans [El misterio de Romanos], sugiere que el “misterio” no significa que “todo Israel” se salvará, sino que más bien revela cómo “todo Israel” se está salvando, y “por qué se están salvando [los gentiles] ante la parte de Israel que está ‘endurecida’”. De acuerdo a Nanos, Pablo no quería señalar tanto el hecho de la incredulidad del Israel endurecido, sino revelar la razón de su incredulidad. Observe el siguiente pasaje, por ejemplo: “Digo entonces: ¿Acaso tropezaron para caer? ¡De ningún modo! Pero por su transgresión ha venido la salvación a los gentiles, para causarles celos” (Rom. 11:11, énfasis añadido). Parte de Israel tropezó. “Pero por su transgresión —reiteró Pablo—, ha venido la salvación a los gentiles”, con el fin de “causarles celos” a aquellos que tropezaron.

En otras palabras, el endurecimiento parcial de Israel conlleva un propósito divino: “la salvación a los gentiles”; y este a su vez tiene otro propósito divino: “causarles celos” y “así (καὶ οὕτως), todo Israel será salvo” (Ro. 11:26). El misterio, por lo tanto, es un “proceso” en el que el endurecimiento de Israel es un medio empleado por Dios para “garantizar la salvación de ‘todo Israel’”.

Nanos hace una interesante observación: Lucas, en Hechos de los Apóstoles, “traza” este mismo proceso en el ministerio misionero de Pablo. “Aun cuando Pablo decididamente se volvió a los gentiles en Antioquía de Pisidia —recalca Nanos—, durante el resto de Hechos, [Pablo] continuó yendo primero a las sinagogas de cada ciudad en las que ingresó, y solo después de que la audiencia se dividió sobre su mensaje, recurrió a los gentiles de esa ciudad (Hch. 14:1-4; 17:1-5, 10-13; 18:4-11, 19-20; 19:8-10; 28:17-27)”.

En otras palabras, el evangelio que es poder de Dios “para la salvación de todo el que cree; del judío primeramente y también del griego” (Ro. 1:16, énfasis añadido), es mucho más que una mera declaración sobre el alcance del evangelio: es el proceso misiológico del evangelio que Dios determinó, y al cual Pablo evidentemente se sometió, para llevar a cabo el evento escatológico del evangelio: la restauración final de “todo Israel” (Ro. 11:25-26).

La humillación del “misterio”

Si la observación de Nanos es correcta, el “misterio” revelado por Pablo humillaría de una manera contundente a los gentiles creyentes que veían con arrogancia el tropiezo de Israel, pues el apóstol establece su ministerio hacia las naciones en el marco de la restauración del Israel judío. Primero, Pablo señala que la salvación misma de los gentiles vino por medio del tropiezo de los judíos. Eso lo vemos en que, luego de predicar el evangelio en las sinagogas, Pablo llevaba el evangelio a las demás naciones. Segundo, Pablo señala que su mismo apostolado hacia las naciones del mundo estaba destinado para la salvación de la nación de Israel (11:13-14, 25). Dios, en su infinita sabiduría, determinó paradójicamente que la salvación hacia las naciones vendría por medio del tropiezo de Israel, el cual al final, conducirá hacia la restauración propia de Israel.

El “misterio” de Romanos 11 se refiere al hecho de que solo una parte de Israel experimentó una restauración.

El “misterio” de Romanos 11, entonces, se refiere al hecho de que solo una parte de Israel experimentó una restauración (el remanente). Sin embargo, esta restauración parcial no implica que Dios haya desechado a la totalidad de Israel por culpa de aquellos actualmente endurecidos, pues, así como el “misterio” señala el hecho de su tropiezo, también señala el propósito por el cual tropezó: es decir, que en un futuro “todo Israel” sea restaurado. Si el “todo Israel” que Pablo menciona solo hace referencia a un “remanente”, pudiera estar afirmando lo que ya parece haber sido lo que creían los creyentes en Roma, que solo algunos judíos estaban siendo salvos (por ejemplo Pablo [Ro. 1:1], o la iglesia en Jerusalén [Hch. 21]). En tal caso, el “misterio” de Pablo no será tan misterioso, y la arrogancia de los gentiles no sería confrontada.

Por esta razón, para Nanos, el término “Israel” debe referirse al pueblo judío creyente. En ningún momento Lucas ni Pablo, en sus respectivas cartas, utilizan el término “Israel” para referirse a la Iglesia. Casi siempre y exclusivamente se refiere al pueblo judío. Ahora bien, existe la posibilidad de decir que la Iglesia es Israel, pero no un “nuevo” Israel. Sino más bien, la Iglesia es el viejo Israel compuesto por la descendencia física de Abraham: los de la circuncisión de corazón y de carne; judíos cristianos y étnicos, que viven en la época mesiánica donde los gentiles son injertados al mismo olivo (Ro. 11:17, 24), y se hacen miembros por adopción de la misma familia de Dios.


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