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“Por tanto, den frutos dignos de arrepentimiento; y no comiencen a decirse a ustedes mismos: ‘Tenemos a Abraham por padre,’ porque les digo que Dios puede levantar hijos a Abraham de estas piedras” (Lucas 3:8).

Las buenas nuevas del evangelio de la gracia de Dios incluyen advertencias para nosotros. Sin embargo, es importante reconocer que ellas vienen del corazón de un Buen Padre que no solo sabe las necesidades de sus hijos, sino que también los ama profundamente y quiere lo mejor para ellos.

Es ese sentido, tenemos que recordar que los buenos frutos que podamos tener, y las buenas obras que podamos hacer, vienen de experiencias de arrepentimiento; arrepentimiento que no ocurre solo una vez para nuestra justificación, sino también continuamente para nuestra santificación.

Nuestras buenas obras no son una manera de “pagar” por las cosas malas que hayamos hecho. No son realizadas para buscar equilibrar nuestro balance ante el escrutinio del Juez Supremo. Tampoco son una especie de favores que hacemos por Dios y para otros. No son limosnas o caridad que muestra nuestra bondad y misericordia para los menos afortunados.

Más bien, nuestras buenas obras como creyentes vienen de sabernos perdonados y amados incondicionalmente, sin que hayamos hecho algo para merecerlo. Son expresiones de amor a Quien nos amó y se entregó por nosotros en la cruz.

Lamentablemente, el diario vivir en este mundo y nuestras luchas del corazón nos ciegan constantemente a estas dinámicas. Muchas veces, como muestra el versículo, nos hablamos a nosotros mismos para justificarnos.

Por eso es un buen ejercicio examinar nuestras vidas continuamente en función de las necesidades de otros y nuestra respuesta práctica en amor hacia ellos. Quizá, si esto no es una realidad, es tiempo de arrepentirnos de nuestro sentido de autosuficiencia, independencia, y justificación propia. Es tiempo de buscar en fe maneras prácticas de amar y servir a nuestro prójimo.

Las buenas noticias para ti y para mí son, una vez más, que el ser apuntados a estas verdades por la obra del Espíritu en nosotros es una evidencia de la gracia de Dios obrando. Solo Él puede ayudarnos a ver el arrepentimiento como una experiencia liberadora en respuesta a su corazón. Solo Él puede guiarnos a entregarnos en servicio a otros, reflejando así su amor hacia la humanidad trayendo gloria a su nombre.

“Y también con muchas otras exhortaciones Juan anunciaba las buenas nuevas (el evangelio) al pueblo” (Lucas 3:18).

Piensa en esto hasta que tu corazón responda con gozo en adoración.


Imagen: Lightstock.
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