¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×
Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado de El Catecismo de la Nueva Ciudad: La verdad de Dios para nuestras mentes y nuestros corazones (Poiema Publicaciones, 2018), editado por Collin Hansen. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

¿Existe forma de escapar del castigo y volver a disfrutar del favor de Dios?

Sí. Para satisfacer Su justicia, Dios mismo, por pura misericordia, nos reconcilia consigo mismo y nos libera del pecado y del castigo del pecado, mediante un Redentor.

Isaías 53:10-11: “Pero el Señor quiso quebrantarlo y hacerlo sufrir, y, como Él ofreció Su vida en expiación, verá Su descendencia y prolongará Sus días, y llevará a cabo la voluntad del Señor. Después de Su sufrimiento, verá la luz y quedará satisfecho; por Su conocimiento Mi siervo justo justificará a muchos, y cargará con las iniquidades de ellos” (NVI).

La experiencia en el cine no es la misma sin las luces apagadas. Aprendí esto de primera mano cuando, después de que los primeros treinta segundos de La guerra de las galaxias: El despertar de la fuerza fueran proyectados en una sala con las luces encendidas, tres jóvenes enojados gritaron exigiendo que el personal del cine apagara las luces. Un escenario oscuro contrastado con la imagen proyectada le añade volumen y drama a toda la experiencia. 

El justo juicio de Dios contra nuestro pecado es ese fondo oscuro que hace que brille la gloria del evangelio

Podríamos decir que así es como está estructurado el catecismo. El justo juicio de Dios contra nuestro pecado es ese fondo oscuro que hace que brille la gloria del evangelio. Cuando hemos comprendido la profundidad de nuestra calamidad, podemos apreciar la verdadera magnitud del plan de rescate de Dios. 

El catecismo nos dice que Dios en Su misericordia decidió cumplir con las exigencias de Su propia justicia en nuestro lugar. De acuerdo a Isaías 53, Dios hizo que la vida justa de Su siervo (Jesucristo) fuese una ofrenda sustitutiva a favor de los injustos. 

En obediencia a la voluntad de Dios, Jesucristo vivió la vida que debimos haber vivido y, por tanto, cumplió por nosotros las exigencias de justicia de la ley de Dios. Sin embargo, también sufrió la muerte que nosotros debimos haber sufrido. El lenguaje gráfico de Isaías del siervo siendo quebrantado y sufriendo (Is. 53:10) nos recuerda el alto costo de nuestro pecado.

En la cruz, Jesús cargó con todo el peso de la maldición de Dios contra el pecado, y satisfizo completamente las exigencias de la justa condenación que merecíamos de Dios. Este gran intercambio es el corazón del evangelio. 

Quizá el aspecto más destacado del lenguaje de Isaías es que al Señor le agradó hacer este intercambio. De alguna manera, al Señor realmente la agradó entregar a Su Hijo inocente para que fuera burlado, brutalizado y crucificado. Es una verdad casi imposible de digerir hasta que te percatas de la razón por la que a Dios le agradó.

Ciertamente, Dios no estaba complacido con el pecado de Judas al traicionar a Jesús, ni con el odio de los líderes religiosos, ni con la sentencia injusta de Pilato, ni con el rechazo de la multitud. Pero a Dios le agradó la obediencia activa y pasiva (a través del sufrimiento) de Su Hijo, quien siguió confiando en Dios y amando a Su pueblo sin importar el costo. 

La cruz no fue un trágico accidente. Fue la voluntad de Dios, Su plan para salvar a Su pueblo a través de la obra del Redentor

Dios estaba complacido en descargar Su juicio sobre Su Hijo con el propósito de salvar a Su pueblo pecador. Dios estaba complacido porque, a través de la cruz, el Hijo de Dios sería glorificado, el pueblo de Dios sería salvado, la justicia de Dios sería satisfecha, y el amor de Dios sería revelado. La cruz no fue un trágico accidente. Fue la voluntad de Dios, Su plan para salvar a Su pueblo a través de la obra del Redentor y para revelar las inmensurables riquezas de Su gloriosa gracia.

Finalmente, Dios en Su misericordia quiso hacer ese intercambio. El catecismo es cuidadoso en señalar que la causa de que Dios castigara a Jesús para rescatarnos es Su “pura misericordia”. El lenguaje “pura misericordia” significa que fue solo por gracia, gracia sin ninguna otra consideración. Como escribió el gran predicador C. H. Spurgeon, la salvación es “toda por gracia”. Aunque esta gracia nos entrena para evitar la impiedad, no depende de nuestra obediencia en ninguna manera.

Al considerar los pecados y las debilidades de nuestras vidas, debemos aferrarnos al aspecto de “pura gracia” del evangelio. Dios no entregó a Su Hijo amado con la expectativa de obtener algo de nosotros, sino simplemente porque nos ama. ¡Esa es la buena noticia!

Oración. Único Reconciliador, gracias por trazar una senda para nosotros. Tú has sido perfecto, tanto en justicia como en misericordia. Aceptamos la salvación que no merecemos. Venimos ante Ti en el nombre de Jesucristo, Tu amado Hijo, confiando en Sus méritos y no en los nuestros. Amén.


Consigue este libro en AmazonPoiema

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando