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Vivimos en una época repleta de contiendas. El estado anímico conflictivo de los medios de comunicación y de muchos políticos parece influenciar a los cristianos, empujándolos a tomar también una actitud hostil en la iglesia. Es fácil para nosotros adaptarnos a este mundo en lugar de ser transformados mediante la renovación de nuestra mente (Ro 12:2). En los últimos meses, muchas iglesias han pasado por debates candentes sobre política, la forma de enfrentar la pandemia y otros temas relacionados.

El problema de las contiendas no es nuevo. Pablo con frecuencia advierte a sus lectores sobre algunos peligros espirituales antes de finalizar sus cartas (2 Co 13:2; Gá 6:12-13; 2 Ts 3:6-12; 1 Ti 6:3-10). Él aborda este problema de una manera sorprendente al cerrar Romanos: “Salúdense los unos a los otros con un beso santo. Todas las iglesias de Cristo los saludan. Les ruego, hermanos, que vigilen a los que causan disensiones y tropiezos contra las enseñanzas que ustedes aprendieron, y que se aparten de ellos” (Ro 16:16-17).

Vive en paz, enfrenta al contencioso

Pablo anhela la paz y el afecto, representados por el beso santo de la despedida de su carta (Ro 16:16). Pero sabe que la contienda puede destrozar una iglesia, por lo que advierte a todos que tengan cuidado con ella. Menciona dos fuentes de conflicto: divisiones internas y falsas doctrinas. Les da dos mandatos: mantenerse vigilantes y apartarse de ellas.

Las divisiones problemáticas parecen deliberadas, ya sea que se trate de una tensión personal o de una aberración doctrinal. Pablo dice que las personas “causan” disensiones; crean obstáculos al oponerse a la doctrina establecida (Ro 16:17). Estas personas impiden que los demás crean aquello que los mensajeros designados por Dios han establecido como verdad.

El mandato de apartarse de ellos es sorprendente, pero esencial. Pablo enfrentó la herejía cuando era necesario. Lo hizo en sus cartas (Gá 1-2; 1 Co 6; 15), y lo hizo cara a cara (Gá 2:11). Incluso les enseña a los líderes cómo corregir el error. Debemos ser mansos y cuidarnos del pecado (Gá 6:1), ya que es más probable que la instrucción paciente conduzca al arrepentimiento (2 Ti 2:24-25). Jesús instó a las reuniones sinceras pero privadas, ya que es más probable que ganen a un pecador (Mt 18:15).

La mayoría de la gente se resiste a la corrección. El abordaje correcto, dice Pablo, podría quizás llevar al arrepentimiento (2 Ti 2:24-25). De manera similar, le dice a los Romanos: “Si es posible, en cuanto de ustedes dependa, estén en paz con todos los hombres” (Ro 12:18). Con ese doble calificativo, Pablo admite que no siempre es posible hacer las paces y no depende solo de ti. Algunas personas odian la corrección; debemos evitarlas.

Algunas personas odian la corrección; debemos evitarlas

Pablo luego amplía su razonamiento: “Al hombre que cause divisiones, después de la primera y segunda amonestación, recházalo” (Tit 3:10). También exhortó a Timoteo a evitar las peleas (1 Ti 6:20), por supuesto, pero la parte de evitarlas es tajante

¿Por qué? Después de todo, parece poco probable que Pablo instara a los creyentes a darse por vencido con una persona. Sin embargo, sabe que ha llegado el momento de seguir adelante. Jesús les dijo a los apóstoles que se sacudieran el polvo de los pies y siguieran adelante si un pueblo no tenía interés en su mensaje, ya que la cosecha “es mucha” si no en un lugar, entonces en otro (Mt 10:9-38; Mt 10:12-15). Piensa también en la lista detallada de vicios que Pablo nos da en 2 Timoteo 3:2-5, donde el tema central son los amores falsos. Él critica allí a las personas que se aman a sí mismas, al dinero y al placer, pero no a Dios. “A los tales evita”, escribe. Un hombre o una mujer devotos a sus amores falsos no prestará atención a la corrección, a menos que el Espíritu intervenga.

El mandato de “evitarlos” libera a los líderes, familiares, amigos y compañeros de trabajo de la obligación y la carga percibida de permanecer en relaciones que demuestran ser inútiles. Permite que las personas tiernas rompan con las personas que las usan y abusan de ellas. Permite a los gerentes descartar a los descontentos crónicos y permite a las empresas dejar de aplacar a los clientes implacables.

Pastores, descubran el engaño

Lo mismo vale para los pastores y sus miembros más enojados. Un pastor de una iglesia grande tenía dos críticos persistentes. Les dio de su tiempo y energía emocional, pero nada mitigó su hostilidad. Finalmente, uno de los críticos estaba en su oficina, arremetiendo contra él, mientras el comité de supervisión del personal de la iglesia se reunía cerca. Habiendo agotado su paciencia, el pastor se puso de pie y señaló: “El comité de supervisión pastoral está reunido en el salón de al lado. Si soy el negligente que dices que soy, deben saberlo ahora y comenzar el proceso que llevará a mi despido. Vamos”.

El mandato de evitar a las personas contenciosas  nos libera de la carga de permanecer en relaciones que demuestran ser inútiles

Cuando el crítico palideció, el pastor dijo: “Si no te tomas en serio tus acusaciones, yo tampoco lo haré”, y se negó a reunirse con él nuevamente.

Más tarde, adoptó el mismo enfoque con un segundo crítico: “Si lo que dices es cierto, el presbiterio debe iniciar la disciplina de la iglesia en mi contra. Llamemos ahora al presidente del comité”. Cuando la persona rechazó su invitación, él se negó a reunirse con ella nuevamente.

El pastor siguió las enseñanzas de Romanos 16:17 y Tito 3:10, y eso le dio un poco de paz. El mismo principio se aplica a las relaciones con el contencioso, el acusador y al inconformista cáustico. Hay un momento para decir: “Traté de hacer las paces y fracasé. Ahora prestaré atención a Pablo y ‘los evitaré’”.

Nunca tomes esta posición apresuradamente, y nunca la tomes sin gran pesar por los esfuerzos fallidos de reconciliación. Anhela siempre la restauración, el beso de la paz. Pero en este mundo turbulento, el Señor nos permite aceptar una paz menor, la paz de seguir adelante sabiendo que lo intentamos.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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