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¿Qué quieres ser cuando grande? Mi respuesta a esta pregunta cambió varias veces durante mi niñez. Quise ser un astronauta, un dibujante de historietas, un basquetbolista, y un guitarrista famoso. Pero al conocer a Cristo en la adolescencia, no solo vino esa paz a mi alma, sino que también trajo claridad a mi búsqueda vocacional. Desde entonces, mi deseo ha sido enseñar la Biblia para que otros también puedan conocer a Cristo.

Ciertamente no soy el único que siente o ha sentido lo mismo que yo. Quizás, luego de tu conversión te sentiste llamado al ministerio en la iglesia, o quizás al pasar el tiempo sentiste cada vez más que no querías dedicarte a nada más. Al considerar el evangelio, la eternidad, lo que está en juego, sentiste que dedicarte a cualquier otra cosa sería desperdiciar tu vida. 

Una palabra de ánimo y una advertencia

Si lo anterior te describe, permíteme darte una palabra de ánimo y una advertencia. 

En primer lugar, quiero animarte. Continúa buscando tu llamado. El mundo necesita más hombres que prediquen la Palabra y que entreguen sus vidas a amar a un rebaño; necesita más hombres y mujeres en diversos ministerios que puedan enseñar, entrenar, y movilizar a las iglesias locales a llevar a cabo la gran comisión hasta que Cristo vuelva. 

En segundo lugar, quiero darte una advertencia. Ya sea que pastorees o que trabajes en alguna otra posición en la iglesia, es altamente probable que tu congregación te imite. Por medio de tu enseñanza y vida junto a ellos, la congregación a la que sirves aprenderá a amar lo que tú amas y a odiar lo que tú odias; a valorar lo que tú valoras y a despreciar lo que tú desprecias.

Y eso es, al mismo tiempo, una bendición y un peligro. Es una bendición porque tu congregación tenderá a reflejar tus fortalezas. Pero es peligroso porque también tenderán a reflejar tus debilidades. Esto significa que les apasionará el estudio bíblico, el crecimiento en santidad, y el compartir el evangelio. Pero también puede que signifique que no le asignen mucha importancia o significado a otras cosas, particularmente las cosas que no son directamente “espirituales”, tales como sus rutinas diarias y trabajos, es decir, las cosas en las que pasan la mayoría de sus horas en la semana. Harán esas cosas, pero por obligación, deseando poder estar haciendo cosas mas “espirituales”, cosas más “misionales”, trabajo más real

Y eso sería una tragedia, si es que no entrenamos a nuestro pueblo a hacer la obra del ministerio en toda las esferas de la vida (Ef. 4:1-13). Estaríamos representando incorrectamente al Rey, quien nos envió al mundo para que seamos embajadores y adoradores (2 Cor. 5:20).

Una nueva mirada al evangelio y a sus implicancias

Entonces, si somos aquellos que ya estamos, o aspiramos a estar, en algún tipo de ministerio en la iglesia, ¿qué podemos hacer para evitar esta tragedia? Ofrezco dos sugerencias.

1. No enseñes un evangelio reducido

Muchos de nosotros hemos aprendido una versión reducida del evangelio. Muy a menudo pensamos en la obra de Cristo (su vida, muerte, resurrección, y ascensión por nosotros) como si fuera meramente un boleto al cielo; un boleto que ya poseemos pero que en realidad no cambia la manera en que vemos nuestra posición actual. Este es un evangelio que asegura nuestra eternidad (lo cual, sin duda, es glorioso) pero que no tiene mucha relevancia para nuestra vida cotidiana (lo cual muchas veces no se siente glorioso, sino todo lo contrario). Este evangelio no captura completamente la envergadura de nuestra redención.

El evangelio bíblico se trata de la gloria de Dios a través de nuestra completa redención (1 Tes. 5:23). Dios no solamente perdona nuestros pecados, sino que también nos da su Espíritu para caminar con Él (Ro. 5:1-4). Jesús se dio a sí mismo para “redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tit. 2:14). Por medio de la fe en Cristo tenemos vida nueva, y esta vida comienza ahora (Ro. 6:1-11). Jesús es nuestro Señor y Salvador (2 Pe. 3:18) quien nos ordena que le sigamos diariamente (Mc. 10:45) y que hagamos todo para la gloria de Dios (1 Cor. 10:31; Col. 3:23). Nos llama a hacer discípulos y a enseñarles todo lo que él ha ordenado (Mt. 28:18-20). En nuestra salvación, no somos justificados solamente; también somos santificados.

¿No es este evangelio mucho más glorioso que la versión truncada anterior? Nos equipa con una visión de lo que se nos llama a hacer entre el instante en el que somos salvos hasta el instante en el que pasamos a la eternidad. 

Puede que tú ya conozcas y creas todas estas cosas. A fin de cuentas, todo esto está en la Biblia, ¿o no? Pero quizás te sientes un poco escéptico, y prefieres no enfatizar estas cosas ni pensar en sus implicancias para todas las áreas de nuestra vida. Que es mejor hablar más de lo que Dios ha hecho que de lo que debemos hacer. Pero amigo, amiga, examina esos pasajes nuevamente. Es cierto que el aspecto indicativo del evangelio siempre viene antes del aspecto imperativo. Pero si no hacemos hincapié en las implicancias del evangelio, puede que nos estemos conformando con un evangelio reducido y truncado.

2. Aprende acerca de la integración de la fe y el trabajo

El tema de la integración de la fe y el trabajo se trata de cómo los cristianos viven su fe en sus vocaciones diarias y profesiones: en el hogar, en la escuela, y en el lugar de trabajo. Como lo dice la Visión Teológica para el Ministerio de Coalición Por El Evangelio:

Las buenas nuevas de la Biblia no son solamente el perdón individual, sino la renovación de toda la creación. . . . Por lo tanto los cristianos glorifican a Dios no sólo a través del ministerio de la Palabra, pero también con sus vocaciones de agricultura, artes, negocios, gobierno, escolaridad—todo para la gloria de Dios y el fomento del interés público.

Cuando yo mismo empecé a estudiar el tema de la integración de la fe y el trabajo, el escepticismo se me desbordaba por los ojos. El tema me parecía sospechoso, y el lenguaje sonaba demasiado similar al de la ética protestante, al de Abraham Kuyper, al de una escatología sobrecumplida, al de un optimismo desproporcionado acerca de lo que los cristianos son capaces de hacer en este mundo caído. Quizás a otros latinoamericanos como yo les pase lo mismo al estudiar este tema, particularmente a los que han salido de contextos teológicos insanos y han adoptado un entendimiento más reformado del cristianismo. Y la verdad es que cierto lenguaje y algunos conceptos en este tema necesitan ajustes. Sin embargo, he entendido que la integración de la fe y el trabajo no se trata de construir un cielo nuevo y una tierra nueva por medio de nuestros esfuerzos, sino de cómo nuestra fe en Jesús debe informar y moldear todo lo que hacemos, particularmente nuestro trabajo. Por eso es que la integración de la fe y el trabajo es un tema esencial. 

El ministerio pastoral no es lo único que debe ser moldeado completamente por nuestra fe. El mismo evangelio que llama algunos al ministerio en la iglesia llama a otros a sus propios ministerios en el hogar, la escuela y el lugar de trabajo.

Así que familiarízate con el tema de la integración de la fe y el trabajo. Aprende también acerca de lo que tu congregación hace en su día a día, y ayúdales a entender las implicancias de su fe en sus quehaceres diarios.  

Extraordinariamente útiles en la tierra

La gente dice a veces que los cristianos están concentrados en las cosas del cielo que no sirven para nada en la tierra. A decir verdad, en vista del evangelio limitado y truncado que muchos hemos creído, muchas veces esos dichos tienen justificación. Pero las cosas no tienen por qué ser así. El evangelio —el evangelio bíblico completo, suntuoso, y explosivo— nos llama, nos prepara y nos renueva de tal manera que seamos extraordinariamente útiles en la tierra. 


Crédito de imagen: Lightstock.

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