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Cuando estaba en la universidad, tuve el privilegio de ver a quien hoy es mi esposa jugar básquetbol. Un grupo de amigos y yo viajábamos a diferentes ciudades en Illinois para ver los partidos del equipo. En ese entonces, estaba en el proceso de conquistar a mi futura esposa con mis porras. Gracias a Dios que me gustaba el básquetbol. 

Recuerdo que, en uno de esos viajes, salimos de regreso a la universidad muy tarde después de un partido. Queríamos llegar pronto a nuestro dormitorio para no tener que faltar a clases el día siguiente. El viaje debía haber tomado un par de horas, máximo. Después de 3 horas, nos empezamos a preocupar. Tardamos unos minutos en darnos cuenta de que nos habíamos desviado totalmente del camino hacia la ciudad de Chicago, donde estaba la universidad. Aunque habíamos iniciado con un buen propósito, con buenas motivaciones, y con el rumbo correcto, en pocos momentos nos habíamos desviado sin saber cómo. Ahora buscábamos frenéticamente regresar al camino correcto. 

Imagino que puedes identificarte con esta anécdota. Muchos de nosotros nos hemos perdido en el camino hacia algún lugar. Es una ilustración de lo que, penosamente, sucede en un gran número de iglesias. Muchos inician bien, con buenos propósitos, y buenas motivaciones; muchos tienen un buen plan y una buena estrategia. Sin embargo, después de unos meses o años, miran hacia atrás y no saben cómo perdieron el camino que les era tan claro al principio.

¿Cómo se desvían las iglesias?

  1. Motivaciones incorrectas

Cada vez que alguien se para frente a un grupo de personas, cada queja, cada problema resuelto, o cada predicación puede ser una forma en la que los plantadores alimentan la adoración a sus dioses falsos. Si los líderes no son fieles en luchar contra esos ídolos, van a terminar con motivaciones incorrectas. Muchos líderes inician con buenas motivaciones, sin embargo, al enfrentar diversas pruebas, tentaciones, o luchas comunes de la plantación, caen en la trampa de alimentar sus ídolos en vez de buscar satisfacción en Dios y su plan para la Iglesia. Alimentar nuestros ídolos nos da un sentido de control sobre la plantación mayor que lo que nos da la plena confianza en la promesa de Dios de edificar a su iglesia. 

Por ejemplo, lograr éxito en términos numéricos termina siendo una gran tentación para el plantador. El plantador debe examinar su corazón continuamente para asegurarse de que no ha llegado a definir su identidad con el éxito numérico que ha tenido o que quisiera tener. Cuando no se da el éxito, o cuando se da demasiado, de repente, eso se convierte en lo más importante.

  1. Ausencia de misión

Es importante entender que la misión de un iglesia no inicia en la mente del plantador. La Iglesia existe para la gloria de Dios y para llevar acabo la misión de Dios: hacer, madurar, y multiplicar discípulos (Mt. 28:18-20).

Sin embargo, al mirar a muchas iglesias tendríamos que concluir que su misión simplemente es reunirse y llevar acabo las actividades que siempre han hecho. Lunes de damas, martes de hombres, jueves de parejas, sábados de jóvenes… ¿en qué momento tiene la iglesia la oportunidad de hacer discípulos? ¿Cuándo fue la ultima vez que se evaluó si las actividades de la iglesia logran cumplir el fin de hacer discípulos?

Nosotros —como humanos— perdemos la misión por multiples razones, pero principalmente creo que es porque no queremos hacer la labor ardua de hacer, madurar, y multiplicar discípulos según la Palabra. Terminamos confiando en nuestros programas y nuestras actividades para hacerlo. No tengo nada en contra de los programas, pero sí creo que hemos puesto toda la carga del hacer discípulos sobre ellos. Los programas no han hecho discípulos: los discípulos hacen discípulos. Pablo le dice a Timoteo que él encargue lo que él ha aprendido de Pablo “a hombres fieles que sean capaces de enseñar también a otros” (2 Ti. 2:2). El modelo de Cristo mismo era compartir toda su vida con sus discípulos en un intercambio relacional que resultó en la transformación de sus vidas.

  1. Falta de convicción teológica

Lastimosamente, muchos líderes se encuentran emprendiendo obras de plantación sin la más mínima convicción de por qué hacen ciertas cosas. Saben que deben tener líderes y forman un grupo de liderazgo, sin hacerse las preguntas de qué tipo de líder, cuáles con las cosas que califican al líder, cuáles son sus objetivos, etcétera. Muchos saben que deben propiciar ámbitos donde los miembros se reúnan, entonces inician con grupos pequeños sin hacerse las preguntas difíciles de si es la mejor metodología, cómo agilizar buenas conversaciones, cómo entrenar a los líderes a realmente hacer discípulos, o cómo enseñar a los grupos a estudiar la Biblia.

La falta de convicción teológica afecta cada área de la plantación. Muchas iglesias se encuentran en una situación donde los líderes tienen algunas creencias correctas, pero no han realmente escudriñado las profundidades de la Palabra de Dios para entender a la Iglesia y su misión. Si no tienen un fuerte compromiso con la Palabra de Dios como la autoridad sobre el pueblo de Dios, no tendrán una convicción teológica para establecer una iglesia saludable. 

Cuando vemos las razones por las que muchas iglesias se desvían, las primeras dos razones nacen de esta ultima. 

La Solución: la Palabra

Hablar de la autoridad de la Palabra de Dios implica que la Biblia es autoritaria porque proviene de Dios. Desobedecer la Palabra de Dios es desobedecer a Dios. En particular, nosotros deberíamos dejar que la Palabra de Dios guíe todas las iniciativas del pueblo de Dios.

Establecer iglesias con convicción teológica significa establecer iglesias según la Palabra de Dios. La Palabra de Dios nos da claramente la definición de una iglesia. La iglesia local es nada más y nada menos que la comunidad local de los que han sido salvos por la obra de Cristo (Ef. 5:25; 1:22-23) quienes se reúnen regularmente (Heb. 10:24-25) para exaltar a Cristo (Col. 1:15-20), oír la predicación de la Palabra (2 Ti. 3:16-4:5), exhortarse y animarse en la fe (Heb. 10:24-25; Gal. 6:1-5), y luego salir en misión para hacer más discípulos (Mat. 28:18-20).

Por falta de una convicción teológica acerca de la naturaleza de la iglesia, caemos en crear reuniones y organizaciones que no son iglesias. La iglesia no es un edificio, ni es el servicio dominical. Es la comunidad de creyentes. Así, cuando hablamos de plantar o establecer iglesias, tenemos algo mucho más grande en mente que simplemente alquilar un lugar y abrir un servicio.

El liderazgo de la iglesia local son hombres calificados en su carácter y en su competencia (1 Ti. 3:1-6; 2 Ti. 2:15). Son hombres quienes han rendido su vida entera a Cristo como el Señor y Rey de su vida. Viven vidas centradas en el evangelio de Cristo, abrazando su gracia en medio del éxito y del fracaso tanto personal como ministerial. Son hombres quienes han comprobado su fe, y aún su hogar lo demuestra. Tienen un matrimonio que testifica a la realidad de su fe sincera. Y viven con un compromiso inquebrantable a la Palabra de Dios. La Palabra de Dios guía su vida y su ministerio: una iglesia saludable tiene líderes saludables (1 Ped. 5:1-3). 

El establecimiento de iglesias saludables se ordena y se planifica según la Palabra de Dios. Las actividades que se llevan acabo son actividades según la Palabra de Dios. En las páginas de la Biblia tenemos todo lo que necesitamos para plantar iglesias sanas que glorifican al Señor. 

Imagen: Lightstock
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