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El aniquilacionismo afirma que los perdidos en el infierno serán destruidos después de que paguen la penalidad por sus pecados. También se le conoce como inmortalidad condicional (o condicionalismo), es la idea de que Dios da inmortalidad solo a aquellos que regenera. Los perdidos, entonces, nunca reciben el don de la inmortalidad y dejan de existir.

Sin embargo, la Biblia enseña que aquellos quienes estén en el infierno sentirán toda la fuerza de la furia de Dios (Ap 14:10). Serán “atormentados con fuego y azufre” (14:10-11), por lo que sufrirán sin fin y de forma constante (v. 11; 20:10). Este sufrimiento es consciente, porque estas imágenes bíblicas implican que quienes están en el infierno sabrán que están sufriendo un castigo justo.

La enseñanza bíblica es sencilla: el infierno es eterno. La iglesia histórica ha confesado que el sufrimiento de los perdidos en el infierno no tendrá fin. Esto es contrario al universalismo (la postura que afirma que, al final, todos serán salvos) y al aniquilacionismo. Hay que oponerse al universalismo y al aniquilacionismo debido a la clara enseñanza de las Escrituras de que el castigo del infierno no tiene fin. Daniel contrasta la “vida eterna” con la “vergüenza y confusión perpetua” como destinos de los justos e injustos resucitados, respectivamente (Dn 12:2).

El aniquilacionismo es un error serio al que la Escritura se opone (Dn 12:2; Mt 25:41, 46; Mr 9:43-48; 2 Ts 1:9-10). El aniquilacionismo no calza con la historia bíblica porque, al final de la historia, los que no son salvos no dejan de existir, sino que, en línea con la posición histórica de la iglesia, soportan un tormento sin fin en el lago de fuego y son dejados fuera de la nueva Jerusalén para siempre, la morada gozosa de Dios y su pueblo (Ap 20:10, 14-15; 21:8; 22:14-15).

Independientemente de lo que deseemos que sea verdad, el testimonio de las Escrituras es claro: el sufrimiento de los incrédulos en cuerpo y alma en el infierno nunca terminará, mientras que los creyentes heredarán a Dios y los cielos nuevos y la tierra nueva (1 Co 3:21–23; Ap 21:3).

Nota del editor: 

Este artículo es un fragmento adaptado del libro Diccionario conciso de términos teológicos, escrito por Christopher W. Morgan y Robert A. Peterson. Este recurso será publicado próximamente en nuestro idioma por B&H Español. Te animamos a visitar el sitio web de la editorial para estar atento a su publicación.

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