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El incendio en Valparaíso es considerado el peor de las catástrofes en la historia del puerto chileno. A la fecha, 15 muertos y 11 mil damnificados; 5000 evacuados, 500 heridos y 500 casas destruidas. En la presencia del dolor, una pregunta frecuente es ¿por qué? ¿Por qué Dios permite cosas así? Hace poco acá en Argentina varios rayos cayeron sobre personas en la costa y las mataron. Un amigo estaba hablando con un familiar que había perdido a un ser querido en esta tragedia, quien gritaba con enojo, “¡Que a mí nadie me venga a decir que Dios existe!”. Su dolor es comprensible, y hay momentos en que lo mejor que podemos hacer es permanecer callados y buscar ser de consuelo con la mera presencia. Los amigos de Job nunca lo fueron más que en esos siete días que estuvieron callados con él (Job 2:13). Hay un tiempo en que el corazón anhela y necesita tener respuestas verdaderas.
 
La Biblia nos da respuestas; no todas, pero sí todo lo que necesitamos saber. Deuteronomio 29:29 nos enseña que “Las cosas secretas pertenecen al SEÑOR nuestro Dios, mas las cosas reveladas nos pertenecen a nosotros y a nuestros hijos para siempre, a fin de que guardemos todas las palabras de esta ley”. Si bien hay un momento para callar, hay un momento en donde es necesario mirar la tragedia a la luz de la verdad. Incluso las respuestas que sí tengo me ayudan a evitar el error de sacar conclusiones erróneas de por qué pasó lo que pasó. Aquí comparto cuatro verdades para dar perspectiva a la tragedia reciente en Valparaíso, Chile.

1.  Vivimos en un mundo caído

El mundo en que vivimos no es el mundo que fue, no es el mundo que debería ser y no es el mundo que será. Romanos 8 nos habla de tres gemidos: la creación gime, los hijos de Dios gimen, y el Espíritu Santo gime. Específicamente, de la creación nos dice: “Porque el anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sometió, en la esperanza de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera a una gime y sufre dolores de parto hasta ahora” (Ro. 8:19-22). Acá la creación está personificada. Todo lo creado —incluyendo Chile— está “esperando” con ansias un día en que no va a estar más en las condiciones en qué está hoy. Un día no va a existir este tipo de catástrofes. No va a haber terremotos. No va a haber incendios, ni de los que fueron productos de la “naturaleza”, ni de los que fueron productos de intencionalidad o negligencia humana.

2. El dolor nos debe conducir a Dios

Hay distintas maneras de categorizar el libro de Salmos, pero en su forma más sencilla se puede dividir en dos tipos: los Salmos de lamento y los Salmos de alabanza y gratitud. Me parece muy interesante que Dios nos haya dejado los Salmos de lamento, donde frecuentemente encontramos a David expresando su dolor, su confusión, su frustración delante de Dios. Dios dejó estos Salmos inspirados como modelos para ser imitados en nuestros momentos de dolor y confusión. Jesucristo mismo citó un Salmo de lamento, el Salmo 22, cuando estaba en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?”. 

Los Salmos de lamento expresan cosas muy similares a lo que nosotros sentimos cuando experimentamos dolor, pero regularmente terminan en alabanza y confianza. El dolor es una oportunidad para acercarnos a Dios de una manera que quizás no nos hubiéramos acercado si no fuera por el dolor. Como bien lo dijo CS Lewis, “El dolor es el megáfono que Dios utiliza para despertar a un mundo de sordos”.

3.  El hecho que Dios permita el mal hoy no significa siempre será así

Frecuentemente me gusta decir que la pregunta “¿por qué Dios no frena las cosas malas en este mundo?” es en realidad la pregunta incorrecta. La pregunta que realmente estamos haciendo es “¿por qué Dios no frena ahora las cosas malas en este mundo?”. El hecho es que Dios sí va a deshacerse de toda forma de mal. Es que no lo ha hecho todavía. Pero un día sí lo va a hacer. Apocalipsis 21:3-4 es muy alentador en cuanto a esto: 

“Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: He aquí, el tabernáculo de Dios está entre los hombres, y El habitará entre ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos. El enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado”. Va a haber un tiempo en que “las primeras cosas” habrán pasado. No estamos en ese tiempo todavía, pero un día aquellos que hemos experimentado el nacimiento nuevo estaremos ahí. El hecho es que ahora es el tiempo de las “primeras cosas.”  Es el tiempo de las lágrimas, la muerte, el duelo, el clamor, el dolor, los terremotos, los incendios, las injusticias… etc. No estoy diciendo que toda la vida sea necesariamente dolor continuo. Hay muchos pasajes de la Biblia que nos hablan del profundo gozo y propósito que experimentamos con una vida centrada en Dios. Hay pasajes que nos hablan de que Dios creó las cosas para que las disfrutemos. La vida centrada en Dios es una vida de profunda satisfacción y deleite. Pero no nos debería sorprender cuando experimentamos dolor y tragedias en este tiempo. Tenemos esperanza. Esto no siempre va a ser así.

 “El Señor no se tarda en cumplir su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento”,  2 Pedro 3:9. La Biblia habla de una segunda venida de Jesús en que va a deshacerse de toda la maldad. Pero la razón de su demora, según este pasaje, es simple: Él quiere que más personas experimenten el arrepentimiento. Él quiere que más personas sean libres de la autodestrucción del pecado en el presente y de la condenación futura que aguarda a toda la humanidad que no reconoce y enfrenta su verdadero problema (el pecado) y su verdadera necesidad (un salvador).

4. Las tragedias que suceden nos deberían hacer reflexionar sobre nuestra condición espiritual

En Lucas 13:1-5, Jesús habla de dos tragedias que estaban en las noticias en ese momento. En el v. 4 dice, “¿O piensan que aquellos dieciocho, sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, eran más deudores que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Les digo que no; al contrario, si ustedes no se arrepienten, todos perecerán igualmente”. Jesús hace una observación sobre aquellos que murieron en una tragedia. No nos explica el porqué pasó esa tragedia, pero nos habla de la necesidad de experimentar arrepentimiento. Termino entonces con las palabras de Salomón: 

“Mejor es ir a una casa de luto que ir a una casa de banquete, Porque aquello (la muerte) es el fin de todo hombre, Y al que vive lo hará reflexionar en su corazón”.

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