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Una de las mayores dificultades para el lector de la Biblia en nuestro tiempo es la falta de familiaridad con temas bíblicos como la siembra y la ganadería. No solo el lenguaje nos es foráneo, sino también su funcionamiento. La mayoría de nosotros no entendemos los gajes del oficio de un sembrador, ni de un pastor de ovejas. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento se remontan a un período y un contexto donde Israel, al igual que las otras naciones vecinas, se sostenía casi exclusivamente de su producción agrícola y ganadera. Este es un tremendo impedimento hermenéutico (para la interpretación de la Biblia) para nosotros que vivimos varios miles de años después.

Tecnología vs. Ganadería

Nosotros no comprendemos a plenitud este lenguaje porque nuestro mundo ha cambiado. La modernización ha hecho que nuestra generación se haya acostumbrado a lo rápido y a lo instantáneo. Todo lo nuestro es inmediato. Si queremos saber el clima del mes próximo, abrimos una pestaña y buscamos en la web; si queremos ver una película, tenemos una app al instante; si el servicio de internet está lento, lo reiniciamos; y si no tenemos efectivo, usamos la tarjeta de crédito. Nos hemos vuelto dependientes a las comodidades, a las entregas instantáneas, a la tecnología innecesaria, a la autoestima inmerecida, y a la labor sin esfuerzo, olvidando que el sufrimiento y la espera son parte fundamental de la vida. Para nuestra desgracia, esta nueva cosmovisión no nos ayuda a entender la cultura y contexto de la Biblia.

La Escritura nos presenta una realidad muy diferente a la de este mundo: las cosas buenas toman tiempo. Este mundo disiente monumentalmente con la cosmovisión bíblica. Uno dice, “si no es rápido, no sirve”, y la otra dice, “si es rápido, no sirve”. La cultura en la que vivimos y la cultura de la que leemos son muy diferentes, pero el Señor inspiró la Biblia con nosotros en mente. Ella es nuestra provisión perfecta y nuestra guía. Providencialmente, Isaías usa una imagen agricultural para hablarnos de lo atemporal de la Biblia. “Sécase la hierba, marchítase la flor, mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (Is.40:8).

Santidad y paciencia

El cristianismo y la Palabra son más contraculturales que nunca: una Biblia que te llama a esperar y a sufrir nunca tendrá la atención de un mundo que es adicto a lo expreso e instantáneo. Aunque la regeneración (nuestra conversión) tiene efecto inmediato, la santificación (parecernos más a Cristo) es un proceso extenso, laborioso y prolongado, igual que la siembra. El sufrimiento, el dolor, y el esperar son las herramientas divinas predilectas para nuestra santificación. Este es el tema principal de la epístola de Santiago. La santificación, crecer a la imagen de Cristo y el galardón de nuestra fidelidad, nos han sido prometidos y nos serán dados, pero no instantáneamente. En la Palabra no hacen falta los textos que hablen sobre el esperar, el sufrimiento y el dolor como medios de santificación (Fil. 1:6; 1 Ped. 1:6­7; Rom. 5:2­5; Mat. 5:10­12).

El cristianismo se trata de esperar. Considera el patrón bíblico: Abram esperando por el cumplimiento de la promesa de su descendencia (Gn. 17), Ana por un hijo (1 Sam. 2), Rut por un esposo (Rut 4), Simeón por el Cristo (Luc. 2:25-­35), y la Iglesia por la venida del Novio. La vida cristiana es esperar en Dios día a día por su provisión, y hasta el día que Él vuelva a reinar en gloria.

El tiempo, las enfermedades, la persecución, la infertilidad, la muerte de alguien cercano, la traición, la necesidad económica, el rechazo y la miseria son las dolorosas, pero hermosas herramientas que el Padre usa para, a través del Espíritu Santo, hacernos más como el Hijo.

La agricultura, y no la tecnología nos llama a esperar pacientemente en obediencia, amor y sumisión al plan soberano del Señor. No es porque la Palabra es anticuada e intrascendente, sino porque el propósito del Señor es que esperemos en él. Aunque muy diferente a nuestro tiempo, varios miles de años después, la Biblia sigue siendo la Palabra de vida. El Señor inspiró a los autores pensando en Jacob, en Zaqueo, en Juan Calvino, en Charles Spurgeon, y en ti de igual manera. La Escritura es un tesoro que sobrepasa el límite del tiempo.

Regocíjate que en nuestra vida espiritual, en nuestras iglesias y en nuestros proyectos, nosotros sembramos y esperamos a que la semilla germine, pero Dios da el crecimiento, en su tiempo. Esto aplica al tamaño de tu iglesia, la iglesia en Hechos no creció en 18 meses, sino en 30 años. Esto también aplica a tu hijo que vive en rebeldía, Pablo no siempre fue el evangelista y autor de Romanos. También aplica a ti que pides a Dios por una familia, Abraham y Sarah esperaron años y años por el hijo de la promesa.

Cristiano, Dios nunca anda de prisa, Él se toma todo su tiempo. Por eso agricultura y no tecnología. Las cosas toman tiempo no porque nosotros tengamos que esperar a Dios, sino porque Él tiene que esperar por nosotros. Puedes confiar que tu espera no es en vano. Él comenzó la obra en ti, y Él la terminará. Mientras tanto, nuestro trabajo es obedecer, amar, confiar y esperar.

El penúltimo verso de la Biblia dice: “El que da testimonio de estas cosas (Cristo) dice: ‘Ciertamente vengo en breve.’ Amén; sí, ven, Señor Jesús”.

Y nosotros esperaremos cada día hasta que Él venga.

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