El coronavirus avanza en el mundo sin respetar géneros, razas, clases sociales… y cosmovisiones. Nos inquieta y motiva a cuestionar las presuposiciones más fundamentales de nuestra forma de ver todas las cosas.
He comprobado esto como misionero estadounidense en Guatemala.
Puedo observar que los Estados Unidos y otros países occidentales han adoptado un secularismo naturalista. Prefieren argumentos basados en la evidencia y la razón. Aquí está la explicación a por qué muchas personas dudan de los milagros y creen que Dios no existe, porque “la ciencia no lo comprueba”.
Por otro lado, en Latinoamérica, en general, hay una espiritualidad viva que lleva a las personas a creer en lo sobrenatural, los milagros, o espiritualizar lo natural (como decir que hay un demonio en el equipo de sonido que no funciona). Esto también tiene su extremo. Podemos hablar de esto como una “hiper-espiritualidad”. Esta forma de pensar resulta de una herencia animista y sincretista cuyas conclusiones no son bíblicas.
De manera inesperada para muchos, el coronavirus vino a desafiar los extremos de ambas cosmovisiones.
1. El desafío del coronavirus al secularismo
En Occidente se ha intentado usar la ciencia para entender completamente el mundo e incluso controlarlo. Nuestra actitud suele ser: “si lo puedo explicar, lo puedo manejar”. Todo tiene una explicación. Y si tiene una explicación, entonces tiene una causa que podemos probar y quizá replicar para ejercer control sobre ello.
El coronavirus revienta la burbuja imaginaria de que los seres humanos somos invencibles y autónomos
Vemos el ejercicio de esta cosmovisión en los asuntos de salud: más dietas, más productos rejuvenecedores, búsqueda de longevidad, y curas para enfermedades complejas. La innovación tecnológica de las últimas décadas cambió por completo el panorama médico.
Todas estas cosas son excelentes pues son producto de la capacidad creativa del hombre. El ser humano cumple así el mandato cultural de descubrir y desarrollar todo el potencial de la creación. Sin embargo, el coronavirus revienta la burbuja imaginaria de que los seres humanos somos invencibles y autónomos. Nos hace reflexionar sobre nuestra fragilidad.
Aunque avancemos en el desarrollo de la medicina y la ciencia, no logramos la soberanía anhelada sobre nuestras vidas. Esta pandemia nos recuerda que no podemos controlarlo todo. Buscamos ser invencibles y omniscientes, y por un tiempo vivimos con la ilusión de serlo, pero hemos chocado con la cruda realidad de que somos polvo y al polvo volveremos.
Ante esta realidad, Dios nos desafía con estas palabras: “¿Dónde estabas tú cuando yo echaba los cimientos de la tierra? Dímelo, si tienes inteligencia” (Job 38:4). El secularismo debe comprender que no controlamos nuestro mundo.
2. El desafío del coronavirus al “hiper-espiritualismo”
Latinoamérica, en general, tiene una fe robusta en lo espiritual. A veces hay menos énfasis en lo natural y evidenciable, mientras se dan explicaciones espiritualistas. Esto tiene sus ventajas, pero también tiene extremos que el coronavirus deja expuestos.
Los movimientos de prosperidad y “palabra de fe” suelen olvidar que no pueden controlar a Dios
En particular, el extremo de la teología de la prosperidad y los movimientos de “palabra de fe” (declarar, decretar, y desatar) queda al desnudo, pues aunque han profetizado, declarado, y decretado, el coronavirus sigue avanzando. ¡Qué ironía ver en las noticias que las campañas de sanidad se cancelaron por temor al coronavirus!
Esto evidencia que los movimientos de prosperidad y “palabra de fe” suelen olvidar que no podemos controlar al Señor. No lo puedes obligar a hacer algo a tu favor. La oración, el diezmo, y nuestras palabras no son amuletos para lograr que se haga nuestra voluntad. Aunque con toda tu fe declares en contra o a favor de algo, Dios no se somete a nuestra voluntad. Al contrario, somos nosotros quienes debemos someternos a la suya (Dn. 4:35).
El Salmo 115:3 nos recuerda que “nuestro Dios está en los cielos; Él hace lo que le place”. El hiper-espiritualismo debe comprender que no controlamos a Dios.
Solo Dios es soberano
Irónicamente, las cosmovisiones secularistas e hiper-espiritualistas buscan lo mismo usando métodos distintos. En ambos casos el hombre quiere ser el soberano. Por un lado, lo hace por la investigación, excluyendo la posibilidad de un Dios. Por otro lado, lo hace por la “coacción espiritual”, asumiendo que puede controlar a Dios.
Nuestra fragilidad debe llevarnos a concluir que fuimos hechos para depender de Dios
Ninguna de estas cosmovisiones quiere confiar en Dios. La duda sembrada por ambas es que, para que el mundo sea bueno, tenemos que “restarle” poder al Señor y lo tenemos que asumir nosotros. Pero la Biblia plantea una visión de Dios distinta: ambas cosmovisiones deben descender del trono y someterse al Rey soberano.
Durante este tiempo de coronavirus veremos la fuerza de nuestras cosmovisiones para soportar las circunstancias difíciles. Nuestra fragilidad debe llevarnos a concluir que fuimos hechos para depender de Alguien más. Como cristianos, hoy tenemos una oportunidad enorme de mostrar una confianza plena en que nuestro Dios es soberano, y que podemos depender de Él porque es bueno en esencia y todo lo hace bueno (Sal. 145:17-18).
La cosmovisión que adoptas revela las intenciones de tu corazón. ¿Honras a Dios con tu forma de ver el mundo en este momento de crisis?